Con un profundo amor por la enseñanza, no fue sólo un maestro: fue esperanza, fue guía, fue constructor de sueños. Fue el principal gestor de la Secundaria 1, la primera en Monclova
Fabiola Sánchez
LA PRENSA
Hay personas cuya huella no se borra con el paso del tiempo, vidas que, aunque se apagaron hace décadas, siguen iluminando caminos a través del recuerdo, del ejemplo y del amor que dejaron en cada acción, así fue la vida del profesor Ernesto de la Fuente Jiménez: una vida entregada a enseñar, a formar, a construir futuro.
En este Día del Maestro, su familia, sus antiguos alumnos y toda una comunidad lo recuerdan como el hombre que le dio forma a la educación secundaria en Monclova, más allá de los títulos y los cargos, Ernesto fue un hombre noble, firme en sus convicciones y profundamente humano, su vocación no sólo lo llevó a fundar escuelas, sino a tocar corazones.
Nacido en San Buenaventura, Coahuila, el 9 de noviembre de 1914, fue criado por Don Manuel María de la Fuente Rodríguez y Doña Celia Jiménez Gutiérrez, desde pequeño supo que su destino estaba en las aulas, se formó como docente en la Escuela Normal del Estado y, en 1933, con apenas 19 años, comenzó su carrera en comunidades rurales, primero en San Luis Potosí y luego en San Carlos, ya como parte de la SEP.
A los 22 años unió su vida a la de otra maestra: María del Pilar Ruiz Gutiérrez, juntos no sólo formaron una familia, sino un frente común por la educación, tuvieron ocho hijos: Ernesto, Virgilio, Lilia, Margarita, Esperanza, Homero, Rosa y Santa, todos educados en los valores de respeto, esfuerzo y compromiso.
Fue en 1941 cuando el profesor De la Fuente cambió la historia educativa de Monclova al fundar la primera escuela secundaria de la ciudad –hoy secundaria federal 1-, con un puñado de alumnos, una plantilla docente que él mismo reunió y una casa adaptada como aula, dio inicio a un proyecto que transformaría la vida de miles.
Su incansable labor lo llevó también a promover la llegada de la industria siderúrgica a la ciudad, siendo parte clave de las gestiones que atrajeron la inversión que dio origen a AHMSA, aunque recibió ofertas laborales de alto nivel, él nunca dejó las aulas: su vocación era enseñar.
En 1946, asumió el reto de dirigir la secundaria Benito Juárez en Fresnillo, Zacatecas, salvándola del cierre mediante una campaña comunitaria sin precedentes, fue casa por casa convenciendo a padres de familia, gestionó recursos y reconstruyó con sus propias manos la confianza en la educación.
Durante la década de los 50 continuó su labor en Durango, y en 1952 regresó a Monclova como director de la entonces secundaria federal número 24, la misma que él fundó, en 1956, fundó también la Escuela Secundaria y Preparatoria Nocturna Justo Sierra, destinada a trabajadores de AHMSA que deseaban continuar sus estudios.
El 20 de junio de 1958, el profesor Ernesto de la Fuente Jiménez partió de este mundo, su muerte, lejos de apagar su obra, sembró para siempre su nombre en la historia educativa de Monclova, hasta el último día fue director de las instituciones que levantó con amor y esfuerzo.
Ernesto de la Fuente Jiménez no fue sólo un maestro: fue esperanza, fue guía, fue constructor de sueños.