En la Escuela Club de Leones Número 1, donde ha impartido la mayoría de sus clases, el maestro Romualdo Jiménez es más que un maestro: es guía, consejero y figura de confianza para decenas de generaciones
Fabiola Sánchez
LA PRENSA
En un salón lleno de recuerdos, entre pupitres y pizarras, el profesor Romualdo Jiménez Pérez ha forjado más que estudiantes: ha sembrado esperanza, valores y sueños durante 31 años de servicio ininterrumpido, su historia no comienza en un aula, sino en casa, viendo a su padre enseñar, sin saber entonces que ese legado lo marcaría para siempre.
“Desde niño lo acompañaba a sus clases y algo despertó en mí, me enamoré de la docencia antes siquiera de entender su profundidad”, recuerda con una mirada que mezcla nostalgia y gratitud.
En la Escuela Club de Leones Número 1, donde ha impartido la mayoría de sus clases, es más que un maestro: es guía, consejero y figura de confianza para decenas de generaciones que han pasado por sus manos.
Lo que más le emociona, dice, es ver a sus alumnos trascender, “cuando los veo ya de profesionistas, me doy cuenta de que todo valió la pena, saber que aporté un granito de arena en su camino es lo más valioso que esta profesión me ha dado.”
Pero no todo ha sido fácil, el maestro Romualdo reconoce que uno de los mayores retos ha sido enfrentarse a las realidades difíciles que viven algunos de sus alumnos fuera del aula.
“Lo más duro es cuando ya no puedes hacer nada, quisieras ayudar más, pero hay situaciones que nos rebasan, eso es muy doloroso.”
A lo largo de estas tres décadas ha visto cambiar a las generaciones y hoy, más que nunca, asegura, se hace urgente reforzar los valores desde casa.
“Muchos niños han perdido el respeto, no por maldad, sino porque los valores ya no se practican igual, nosotros tratamos de reforzarlos aquí, pero es una labor que debe comenzar en el hogar.”
Su compromiso ha sido firme desde que recibió su título como docente y aseguró siempre tuvo claro que su deber es formar, no solo académicamente, sino en lo humano, enseñar con vocación, con paciencia y con la certeza de que cada niño merece ser escuchado y acompañado.
A pesar de los cambios en la educación y la sociedad, su pasión por enseñar sigue intacta.
“Cuando un niño te dice ‘gracias maestro, ya entendí’, no necesitas nada más, es la mejor recompensa.”
Hoy, en el marco del Día del Maestro, el profesor Romualdo envía un mensaje a quienes están por iniciar esta vocación: “Ser maestro requiere entrega, es una carrera que te exige más de lo que te da, pero lo que te devuelve el alma no tiene precio, nunca se arrepientan de haber elegido este camino.”
Acompañado en la vida por su esposa, también maestra, y orgulloso padre de un hijo profesionista, Romualdo cierra con un agradecimiento especial: “A los padres de familia, gracias por confiar en nosotros, el mejor regalo no es material: es estar al pendiente de sus hijos, reforzar los valores en casa y caminar a nuestro lado en esta gran tarea de educar.”
Así, con la voz de quien ha hecho de su vocación una misión, el profesor Romualdo Jiménez celebra este día no con reconocimientos, sino con el recuerdo de cada alumno que, gracias a él, aprendió a creer en sí mismo.