Con los recientes hallazgos y avances en Pasta de Conchos, familias exigen justicia y esclarecimiento tras casi dos décadas de incertidumbre y dolor
Karla Cortez
LA PRENSA
NUEVA ROSITA, COAHUILA.- El 19 de febrero de 2006 marcó una de las tragedias mineras más devastadoras en la historia de México. En la Mina 8 de Pasta de Conchos, ubicada en San Juan de Sabinas, Coahuila, 65 mineros quedaron atrapados tras un derrumbe ocurrido ese fatídico lunes. Casi dos décadas después, la herida sigue abierta para las familias, quienes mantienen viva la esperanza de encontrar la verdad y recuperar los cuerpos de sus seres queridos.
Entre ellas está Elvira Martínez Espinosa, esposa de Jorge Vladimir, uno de los mineros víctimas del derrumbe. “Cada año se siente como si fuera el primero”, expresa con voz firme y lágrimas contenidas. Elvira relata cómo la explosión, que aún no ha sido plenamente esclarecida en cuanto a su origen y causas, marcó un antes y un después para decenas de familias que vieron partir a sus esposos, padres e hijos sin respuestas ni explicaciones claras.
Durante años, las familias enfrentaron un silencio institucional casi absoluto. Fue hasta la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador que el compromiso para rescatar los cuerpos se retomó con mayor seriedad. Hoy, bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum, las labores continúan en un proceso complejo y lleno de retos.
Elizabeth Castillo Rábago, esposa de otro minero atrapado, Herminero Gil Rico Montelongo, comparte que las evidencias encontradas han desmentido las primeras versiones oficiales que hablaban de una explosión masiva que calcinó a todos instantáneamente. “Los cuerpos están momificados, con esqueletos completos, algunos con lesiones que indican que pelearon por sobrevivir después del impacto inicial”, dice Elizabeth. Los reportes forenses revelan que algunos mineros pudieron haber sobrevivido al primer derrumbe, para luego fallecer atrapados bajo toneladas de escombros y sin recibir ayuda.
Desde mayo pasado, cuando se recuperaron dos cuerpos más, el conteo oficial indica que faltan por identificar siete cuerpos y aún hay 43 mineros desaparecidos en las profundidades de la mina. Cada recuperación no solo representa el hallazgo de restos humanos, sino también una pieza más en la reconstrucción de la verdad y un paso hacia la justicia que las familias reclaman con urgencia.
Las labores de rescate han enfrentado grandes desafíos técnicos, como las condiciones críticas en que se encontró la mina tras casi 18 años de abandono. El equipo encargado ha tenido que hacer frente a derrumbes constantes, presencia de gas metano, galerías inundadas y una estructura debilitada que requirió una rehabilitación intensiva y cuidadosa. Sin embargo, hasta la fecha, se ha avanzado en la rehabilitación de un 38% de las galerías, multiplicando por diez el ritmo inicial de trabajo.
Para las familias, este proceso es mucho más que un trabajo técnico; es un acto humanitario que busca justicia social. “No solo queremos que recuperen los cuerpos, sino que se esclarezca lo que ocurrió y se sancione a los responsables”, afirma Elizabeth. La exigencia de justicia no solo busca reparación para las víctimas y sus familias, sino que pretende evitar que tragedias como ésta se repitan en el futuro.
El caso Pasta de Conchos se ha convertido en un símbolo de la lucha por la dignidad y la memoria, que trasciende cifras y datos para poner rostro humano a quienes perdieron la vida en condiciones injustas y peligrosas. A casi 20 años del desastre, la búsqueda de la verdad sigue siendo la batalla más importante para quienes no olvidan y no dejan de exigir que esta tragedia reciba la atención que merece.