Calles anegadas y vehículos dañados, pero también gratitud y trabajo comunitario tras la tormenta.
Por: Lucero Velázquez
LA PRENSA
PARRAS, COAHUILA. – La tormenta llegó sin aviso y dejó a su paso calles desbordadas, vehículos atrapados y momentos de tensión entre vecinos. En algunos sectores, la fuerza de la corriente fue tal que incluso arrastró un vehículo. Afortunadamente, no se reportaron personas lesionadas, solo daños materiales.
Sin embargo, para muchos, el agua fue más bendición que desastre. Después de meses de calor extremo, sequía y campos resecos, la lluvia fue recibida con alivio. El sonido de las gotas golpeando los techos se convirtió en melodía para los hogares. Varios vecinos salieron a mojarse, a agradecer, a respirar el aroma de la tierra mojada.
“Claro que hubo afectaciones, pero era más grande la necesidad del agua. La tierra ya lo pedía a gritos”, dijo un ciudadano mientras removía lodo del frente de su casa. Su testimonio reflejó el sentir colectivo de una ciudad acostumbrada a resistir.
Protección Civil y cuadrillas municipales trabajaron de inmediato: limpiaron alcantarillas, retiraron escombros y apoyaron a las familias afectadas. Aunque breve, la lluvia evidenció la necesidad de prevención, pero también reforzó algo más profundo: la fuerza de la comunidad.
Más allá del lodo y los daños, lo que quedó fue esperanza. La naturaleza regresó cuando más se la necesitaba. Y con ella, una ciudad que, por dentro y por fuera, vuelve a florecer.