Por: Luis Alfonso Valdés Blackaller
El 7 de diciembre de 1791, el Comandante General de las Provincias Internas de Oriente, Don Ramón de Castro, dirigió una carta al Virrey de Revillagigedo solicitando su autorización para cercar con una muralla la población de Santa Rosa (hoy Cd. Melchor Múzquiz), en Coahuila. El propósito era proteger a la comunidad de los frecuentes y sangrientos ataques perpetrados por los indios apaches, especialmente en los momentos en que las tropas del presidio salían en campaña para enfrentarlos. La muralla permitiría dejar una menor cantidad de tropas en la población sin comprometer su seguridad, ya que los apaches solían aprovechar estas ausencias para irrumpir con mayor violencia, causando estragos en vidas humanas, secuestrando mujeres y niños, robando ganado —principalmente caballar y mular— e incendiando viviendas.
La propuesta planteaba que cada vecino contribuyera con los recursos que se le asignaran, conforme al Reglamento Real de Presidios. Dicho reglamento establecía que quienes habían recibido tierras mediante merced, debían asumir ciertas obligaciones en compensación, y que la contribución sería menor a lo que les costaría cercar individualmente sus solares. Los oficiales militares también participarían con sus aportaciones, incluido el propio Ramón de Castro.
Sin embargo, considerando la pobreza extrema de muchos vecinos y el constante desgaste de quienes guarnecían el presidio por la falta de tropas, Castro sugirió al Virrey que, con el fin de no agravar la situación de los habitantes, los costos restantes fueran asumidos por la Real Hacienda. De este modo, combinando los recursos oficiales, las aportaciones en adobes de los vecinos y peones, así como la mano de obra de las tropas, presos y habitantes que no pudieran contribuir económicamente, se haría posible la construcción de la muralla con sus respectivas puertas. Incluso propuso extender este modelo a otras poblaciones de Coahuila que padecían los mismos ataques.
La respuesta del Virrey fue favorable. Informó que enviaría el expediente a la Junta Superior de la Real Hacienda y le comunicaría posteriormente la resolución.
La Junta, tras examinar el caso con detenimiento, resolvió: “Visto este expediente con la meditación que exige la gravedad, acordaron que si el Excelentísimo Virrey y Capitán General, a cuya pericia y conocimientos militares está especialmente cometida la custodia de las Provincias Internas, determina se cerque el Valle de Santa Rosa, sin que esta demostración sea de cobardía de nuestras armas de dichas provincias; se haga, gastándose en ello de la Real Hacienda lo que sea necesario y se regule por presupuesto y calculación formal, sin contribución de los vecinos de dicho valle, cuya miseria no permite alguna”
Con base en esta resolución, el Virrey comunicó a Ramón de Castro la aprobación de la obra y le solicitó remitir un plano del proyecto de la muralla, junto con un presupuesto detallado de los gastos, información sobre los posibles contribuyentes y las cantidades ofrecidas. También indicó que se hiciera lo mismo para otras poblaciones que requirieran protección similar, a fin de determinar los apoyos que podrían ser otorgados por la Real Hacienda.
No se ha encontrado evidencia documental que confirme si la obra fue finalmente realizada, ni el plano solicitado por el Virrey. Todo parece indicar que la muralla no llegó a construirse, ni en Santa Rosa ni en otras poblaciones de la provincia.
Las únicas estructuras militares amuralladas en Coahuila construidas por los españoles, fueron los presidios de San Vicente, La Babia, Monclova Viejo y Aguaverde, Pero estas fortificaciones se construyeron para proteger a los destacamentos militares ubicados en zonas despobladas y fueron concebidas para frenar las incursiones apaches por el norte del territorio.
Aún se conservan algunos vestigios de estas murallas: del de Monclova Viejo (construido con piedra, a 6 km al oeste de El Moral, y unos 26 km. al noroeste de Piedras Negras), el que se encuentra mejor conservado; todavía permanece una buena parte de su muralla de piedra. Del de Aguaverde (base de piedra, y la parte superior de adobe, en el ejido La Muralla, a 11 km al norte de San Carlos, y 22 km. al sur de Acuña), solo quedan algunos restos de las piedras de los cimientos. Del de La Babia (de piedra, a unos 110 km. al norte de Múzquiz), se conserva un túnel de piedra que conectaba el interior del presidio con el arroyo. Del de San Vicente (a 201 km. al noroeste de Múzquiz, junto al Río Bravo), que fue construido con adobes, apenas pueden distinguirse algunos tramos de los cimientos.
Por otro lado, algunos propietarios de haciendas o rancherías también construyeron murallas para defenderse de los ataques indígenas. En algunos de estos sitios aún se pueden observar restos de dichas estructuras.
Fuentes consultadas: Archivo General de la Nación, México. Provincias Internas, Vol. 58, Exp. 4.
AGN-Alcabalas-Vol. 626
Contribución de: Luis Alfonso Valdés Blackaller, con apoyo de socios Arqueosaurios A.C. (1997) ~ Luis Alonso Armendáriz Otzuka, Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapi Ortega, José Manuel Luna Lastra (QEPD 2022), José Mariano Orozco Tenorio, Francisco Rocha Garza, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, y Ramón Williamson Bosque.
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