El Día del Minero, no pasó desapercibido en esta comunidad, en la que se celebró una misa cargada de memoria y reclamo
Por: Roberto Ulíbarri
LA PRENSA
BARROTERÁN, COAHUILA — Este viernes, en el Día del Minero, la comunidad de Barroterán se reunió en la Parroquia Nuestra Señora de San Juan de los Lagos para conmemorar a quienes han perdido la vida en las entrañas del carbón. El padre Rodrigo Santamaría Aguilar ofició la misa, pero fue mucho más que una ceremonia religiosa: se convirtió en un acto de memoria, denuncia y compromiso colectivo.
Cada 11 de julio se celebra el Día del Minero en México como homenaje a uno de los oficios más duros y peligrosos del país. La fecha recuerda la fundación del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros en 1934, una organización que nació para defender los derechos laborales de quienes extraen del subsuelo el carbón, los metales y los minerales con los que se sostiene gran parte de la economía nacional.
Durante la homilía, el sacerdote pidió por las almas de los mineros caídos y por sus familias. “Te pedimos por todos nuestros hermanos mineros… admítelos a contemplar la luz de tu rostro”, expresó. Pero también reconoció que la fe no puede quedarse en el altar: “Mientras yo esté aquí, vamos a trabajar juntos —con la licenciada Auerbach y con todos— para que el evangelio se haga realidad en las calles de nuestra comunidad”.
“VIVIMOS COMO OVEJAS ENTRE LOBOS”
El momento más fuerte llegó con las palabras de Cristina Auerbach , fundadora de la Asociación Familia Pasta de Conchos. Su mensaje fue directo: “Los mineros y sus familias han sido sistemáticamente abandonados y explotados por empresarios sin escrúpulos.
“¿Quién aquí ha perdido a un familiar o amigo en una mina?”, preguntó al comenzar. Al ver las manos levantadas, señaló: “Eso demuestra que no ha sido un accidente”.
Cristina Auerbach denunció que más de la mitad de los mineros fallecidos no están registrados en el IMSS. “Los anotan muertos, no vivos. Y cuando los registran, es con el salario mínimo. Así, las pensiones condenan al hambre a las familias. Y si la mina cierra o la empresa quiebra, como pasó con AHMSA, los echan a la calle sin liquidación”, aseguró.
También expuso que los 260 pasivos ambientales que hay en la región —tajos, terreros, minas abiertas en barrios como Santa Cruz o La Florida— representan otro tipo de muerte lenta. “Nos dicen que debemos acostumbrarnos a vivir como ovejas entre lobos”, dijo.
UN FUTURO DISTINTO SÍ ES POSIBLE
Cristina recordó que, con organización y fe, la comunidad ha logrado avances reales: huertos comunitarios, murales pintados por jóvenes, y la recuperación de restos de mineros de Pasta de Conchos tras años de lucha. “Nos dijeron que esta tierra solo servía para extraer carbón, pero hoy tenemos una región que empieza a soñar en verde”, afirmó.
Celebró también que el movimiento haya logrado doblar al Gobierno y al Grupo México: “Ahora nadie se atreverá a dejar a un minero atrapado sin respuesta. Ese logro es de las familias, pero también de todos ustedes que han orado, acompañado, exigido”.
FE CON LOS PIES EN LA TIERRA
La misa concluyó con una bendición, un momento de silencio por los caídos y un mensaje de esperanza. “Vivamos como dice el Evangelio: con la prudencia de las serpientes y la sencillez de las palomas. Sigamos bordeando pañuelos, sembrando futuro, denunciando a los lobos y apoyando a las familias del carbón”, dijo Auerbach, provocando un aplauso largo y sentido.
“QUE EL EVANGELIO BAJE DEL ALTAR A LA REALIDAD”
Al cierre de la ceremonia, el padre Rodrigo Santamaría Aguilar ofreció unas palabras que encapsularon el espíritu del encuentro:
“Un aplauso para la licenciada, por esa gran trayectoria en la defensa de los derechos humanos. Así como la ven muy sencilla, la licenciada hace su tarea y es muy cercana a la comunidad. Le dije que se sienta parte de la parroquia, que es bienvenida. Mientras yo esté aquí, vamos a trabajar juntos para que el evangelio que predicamos en el altar también se haga presente en las realidades que hoy vivimos”.
La comunidad se puso de pie para un minuto de silencio por los mineros caídos. Luego, como símbolo de unidad y memoria, se tomó una fotografía grupal. No fue una despedida, sino una promesa de seguir caminando juntos: con fe, con verdad, y con los ojos bien abiertos.