1966–1975, símbolo de unidad en la Feria de Parras
Por: Lucero Velázquez
LA PRENSA
PARRAS, COAHUILA. – En el 2025, la Feria de la Uva y del Vino celebrará su 78ª edición, y con ella se renueva una de las tradiciones más queridas de Parras: la elección de su reina. Lo que hoy es símbolo de identidad y orgullo comunitario comenzó en 1946, cuando un grupo de ciudadanos, encabezado por José Salinas Iranzo —primer presidente del comité organizador—, dio vida a la primera edición de la feria.
En esta edición, La Prensa de Coahuila comparte imágenes y una breve semblanza de las soberanas que representaron a la comunidad entre 1966 y 1975. Sus coronaciones fueron momentos significativos que fortalecieron los lazos sociales y dieron rostro al espíritu festivo y trabajador de Parras.
Blanca Estela Gaona Rodríguez (1966) inauguró una senda de distinción y compromiso. Fue ella quien, al recibir la corona, abrió un capítulo nuevo en la historia de la feria, convirtiéndose en el primer rostro que uniría a todo un pueblo alrededor de un mismo orgullo.
Tras ella, Hortensia Molina Ramírez (1967), Magdalena Esparza Sánchez (1968) y Rosa María Lara Rodríguez (1969) continuaron esa herencia, rindiendo tributo con su presencia y su ejemplo a los campos que cada año se tornan racimo, a los hombres y mujeres que con manos incansables transforman la uva en el vino que da prestigio a Parras en cada rincón de México.
Guadalupe Garza Sada (1970) y Victoria Esparza Sánchez (1971) encarnaron la elegancia de su tiempo, reflejando en su porte la sencillez y la fuerza que caracterizan al pueblo parrense.
Elvira Aguirre García (1972) y Lucero Hurtado Díaz (1973) recordaron que la juventud de Parras se nutre de costumbres que no se pierden, de historias que se transmiten con orgullo y de una identidad que se renueva cada vendimia.
Alejandra Ramos Pantoja (1974) y Coquis González Alemán (1975) completaron un ciclo que dio forma a la identidad de la feria como un encuentro fraterno y entrañable. Sus coronaciones fueron momentos que trascendieron la anécdota para convertirse en recuerdos colectivos, estampas imborrables que siguen latiendo en la memoria de quienes las vivieron.
En la coronación de cada reina, la comunidad encontraba un motivo para reunirse. No era sólo un acto protocolario: era la oportunidad de reconocer el esfuerzo silencioso de quienes trabajan la vid, de honrar la nobleza del vino que nace de la paciencia y del clima generoso, de reafirmar el orgullo de pertenecer a un pueblo que sabe preservar su esencia a través de los años.
Hoy, sus imágenes permanecen como testigos de una tradición que no se agota con el paso de los calendarios. Siguen recordándonos que en Parras la vendimia no es únicamente cosecha, sino un acto de gratitud, de reconciliación con el tiempo y de celebración del espíritu humano que se reconoce en la tierra.
Así, estos nombres y estos rostros se convierten en herencia viva: un tributo solemne a la cultura del vino, a la fuerza de la tierra y al legado que cada generación recibe y resguarda con respeto. Son un recordatorio de que la verdadera nobleza no está hecha sólo de coronas ni de títulos, sino del compromiso con la comunidad y del amor profundo por la historia que nos sostiene.
Y mientras los años sigan trayendo cosechas nuevas y vendimias renovadas, cada reina será un faro que alumbra la gratitud compartida. Porque en Parras de la Fuente, la tradición no es pasado: es la savia que da sentido al presente y que seguirá floreciendo mientras haya corazones dispuestos a honrarla.