Aquella niña que adoptaba cachorros sin dueño o les conseguía hogar, hoy es la Coordinadora del módulo de Control Animal en ciudad Frontera
Alberto Rojas Carrizales
LA PRENSA
Desde los siete años de edad, Tuilzie Ibarra descubrió una vocación que marcaría su vida; rescatar y proteger a perros en situación de abandono, aquella niña que adoptaba cachorros sin dueño o les conseguía hogar, hoy es funcionaria municipal en defensa de los animales en Ciudad Frontera.
En su infancia cuando encontraba un perrito lastimado, lo llevaba a casa y con los escasos medios que tenía a su alcance lo curaba, ella explica que si el animalito tenía una patita quebrada, le colocaba una tablita y lo vendaba, así el sufrimiento animal se convirtió en un estilo de vida.
Tuilzie, recuerda con ternura que en uno de los momentos difíciles de su infancia mientras lloraba, un perrito rescatado se le acercó como si quisiera consolarla, “ahí entendí que ellos también sienten, y empecé a respetarlos aún más”.
La actual coordinadora de Protección Animal en Ciudad Frontera, asegura que nunca le ha mordido un perro sin importar el estado en que se encuentren, explica que se acerca a ellos y les dice así; “‘ven mi amor, te queremos ayudar y entienden”.
Afirma la animalista que agua fresca con suero hidratante coloca al exterior de su casa a perros del barrio que deambulan sedientos y hambrientos por las calles, también los vecinos contribuyen.
En su coche ella carga alimento para perros con el propósito de que en caso de ver en la calle alguno en estado de indefensión, proveerles comida, procurando los cuidados de higiene evitando la presencia de garrapatas y pulgas y no tener así problemas con los vecinos.
En el catálogo de casos de crueldad animal donde la estadística es alcista, señaló que la gente le envía videos de perros llorando porque los dueños a golpes intentan ahuyentarlos y lanzarlos a la calle luego que parieron hasta ocho cachorros.
Cuenta ella de una burrita bebé que aseguraron en abril como Protección Animal tras obtener información vía redes que tenía un día y medio encerrada en una traila expuesta bajo los inclementes rayos solares.
“La colocamos en la sombra estaba deshidratada y sin alimentación, necesitaba leche no pastura porque era lactante, al dueño se le aplicó una sanción económica, esa persona incurrió en contradicciones porque dijo que la burrita fue un regalo, y luego que la había comprado”, relató.
Señaló que a la burrita le consiguieron un hogar en caballerizas, dando posteriormente continuidad a su estado visitándola, añade que cuando acuden al sitio se nota feliz en su nuevo hogar, igual el caso de un caballo rescatado que quedó atorado en un pasillo de 50 centímetros entre dos muros, después que fue robado.
En estos tiempos, lamentó, “es muy difícil la adopción, la gente expone muchos argumentos, más aún cuando se trata de perros criollos, pero es muy importante aclarar que estos son bastante leales y protectores a diferencia de los de raza”.
Con más de 150 esterilizaciones y castraciones en lo que va del año, la defensora de la población animal, dijo en una charla radiofónica con la periodista Gloria Jaramillo, que es importante frenar la sobrepoblación canina porque una sola perrita puede parir hasta 30 cachorros en un año, y entonces el abandono comienza ahí”.
Informó que la esterilización es a bajo costo a razón de 300 pesos, y se llevan las jornadas a colonias populares con un módulo itinerante, añade que han visitado recientemente lugares donde mucha gente les dice: ‘el perrito no es mío, pero le doy de comer y no quiero que tenga más perritos”.
Pero no todas las historias de rescate de perros tienen final feliz, hay cicatrices emocionales por los casos de crueldad extrema que ha presenciado, uno de los más recientes fue el de Muñeca, una perrita tirada recién parida, expuesta al sol con sus siete cachorros.
Dice que cuando llegó, dos ya habían muerto, pero Muñeca fue rescatada, luego diagnosticada con cáncer, intervenida y ahora recibe quimioterapia, también recuerda con dolor el caso de Blanquita, una perrita golpeada con bates y palos junto a sus crías por personas en estado inconveniente.
Aseguró que los cachorros quedaron traumatizados, uno de ellos, Palomo, tardó tres años en permitir que un humano lo acariciara, para ella, el maltrato animal va más allá de las agresiones físicas como tenerlos amarrados, sin sombra, sin espacio, y peor aún en este calor infernal.
En su labor también organiza cirugías en el quirófano de un veterinario para retirarles tumores y mejorarles la calidad de vida, para ella la falta de empatía es lo más difícil, “no generalizo, pero mucha gente ya no quiere adoptar, otros hacen perfiles falsos para obtener perritos y usarlos con fines desagradables o simplemente los tiran después”.
Cuenta que hay casos documentados ante el Ministerio Público, como el ocurrido el 25 de abril en la colonia Borja, cuando una mujer, de manera intencional, atropelló a un cachorro salchicha, otra agresión sucedió en bulevar Porfirio Díaz, donde un sujeto arrastró con su vehículo a un perro amarrado del cuello.
“Eso es maltrato y también es un crimen”, afirma tajante y a pesar de todo esto, Tuilzie sigue su lucha por los que no pueden hablar, ha salvado incontables vidas, pero cada acto de crueldad hacia los animales es una herida emocional para el ser humano que ha creado leyes aplicando severas sanciones a los infractores.