Hace dos años Eduardo de la Cruz Rangel quedó tetrapléjico a raíz de una puñalada que le alcanzó la médula. Desde entonces empezó la lucha y contra todo pronóstico, el padre de familia logra milagrosos avances en su movilidad
Fabiola Sánchez
LA PRENSA
Los médicos dijeron que jamás volvería a moverse, su familia decidió no creerlo, dos años después de quedar tetrapléjico, Eduardo de la Cruz Ranquel “Lalo” ha desafiado lo imposible: puede sentarse, mover un brazo y hasta entablar un dialogo con su familia; no fue un tratamiento costoso ni tecnología de punta, fue el amor incondicional de su esposa Catalina y sus hijos lo que lo levantó.
La tragedia comenzó en septiembre del 2022, cuando “Lalo” fue atacado y recibió una puñalada en el cuello que le lesionó la médula espinal, el dictamen médico fue claro y demoledor: tetraplejia irreversible.
Sin embargo, apenas fue dado de alta, Catalina convirtió su casa en un improvisado centro de rehabilitación, sin conocimientos médicos, pero con fe, comenzó a trabajar con su esposo todos los días, utilizando almohadas, listones, tablas y sábanas como herramientas de terapia.
“Katy”, esposa de Eduardo explicó que, el proceso ha sido lento, agotador y lleno de retos, al principio hubo infecciones, úlceras y momentos en los que Lalo perdía la conciencia, también hubo llanto, miedo y desesperación, pero nunca rendición.
Catalina relató que, apoyada por sus hijos, mantuvo la rutina de ejercicios, documentando los avances con fotos y videos que comenzó a compartir en redes sociales para inspirar a otros en situaciones similares.
Gracias a esta visibilidad, especialistas y personas solidarias comenzaron a contactarlos, desde Mérida, una fisioterapeuta los asesora a distancia, desde Miami, alguien les donó un motor de asistencia para las piernas.
Aunque Lalo siguen sin acceso a rehabilitación profesional presencial, han creado un sistema funcional y esperanzador desde su propio hogar.
Reveló que, el día en que Lalo logró sentarse sin ayuda fue, para su familia, el equivalente a un milagro, después vino el movimiento del brazo, y luego la capacidad de sostener objetos con la mano.
“Para otros puede ser poco, pero para nosotros es una victoria inmensa”, dice Catalina, quien asegura que no buscan caridad, sino mostrar que con amor, paciencia y fe, sí se puede avanzar.
AMOR DE FAMILIA A TODA PRUEBA
Hoy Lalo sigue en silla de ruedas y requiere asistencia total, pero ha recuperado fuerza postural y, sobre todo, la voluntad de vivir, sonríe, convive con sus hijos, y comparte su historia como ejemplo de que incluso en los peores diagnósticos, hay margen para la esperanza cuando se lucha en familia.
Después de 22 años de vida matrimonial, la relación entre Lalo y Katy se ha fortalecido más allá de lo imaginable honrando esa promesa de amor que se hizo ante el altar “en la salud y en la enfermedad”.
“Este desafío nos unió aún más como pareja, nos hizo valorar cada instante y apoyarnos con una fuerza que no sabíamos que teníamos”, expresa Catalina con orgullo y emoción.
Sus tres hijos, Blanca Nayara de 21 años, Yeshua de 20, y Kayri de 18, también han sido pilares fundamentales para el avance que hasta el día de hoy Lalo ha tenido.
“Ellos han demostrado una madurez y responsabilidad ejemplares, ayudando en todo lo que pueden y siendo un soporte para su papá y para mí”, comenta Catalina, quien destaca el compromiso y amor que han mantenido intactos.
El amor y la unión familiar que existían antes de la tragedia se han convertido en el motor que impulsa día a día a esta familia.
“Nos hemos dado cuenta de que juntos somos invencibles, y aunque la vida nos puso esta prueba, nos ha enseñado a amarnos y apoyarnos más que nunca”, concluye Catalina, con esperanza y fe renovadas.
Catalina resume su historia con una frase que sostiene cada paso de su día: “Nosotros no estamos esperando un milagro… lo estamos construyendo todos los días, con amor.”