Refrescando con sabor a Monclova 68 años
Más de cinco generaciones han vivido la experiencia inigualable de los yukis que trajo en 1957 una pareja originaria de San Luis Potosí. Doña Rosario Muñoz -quien sobrevive a su esposo- cuenta la historia
Por Wendy Riojas
LA PRENSA
Durante 68 años, La Cabaña, ubicada en la calle Abasolo de la Zona Centro, ha continuado brindando sabor y frescura a los monclovenses. Hasta ahora, más de cinco generaciones han vivido la experiencia de disfrutar un delicioso yuki en el corazón de Monclova.
La tradición inició en 1957, cuando una joven pareja originaria de San Luis Potosí llegó a Monclova con sueños y mucho esfuerzo. Rosario Muñoz Hernández y su esposo Agustín Chávez Ortega fundaron lo que se convertiría en un punto de referencia para generaciones de monclovenses.
Doña Rosario recuerda: “Aquí era una tapia. Mi esposo pasaba por aquí en bicicleta y le gustaba el punto. Iba y me decía: ‘Mira, pa’ poner un puestecito’, y le dije: ‘Pues habla con el señor’. Y le rentó bien barato”.
Y agrega: “Empezamos con un cuartito que construyeron entre mi esposo y mis cuñados. Allí vendíamos yukis con un raspador”, comenta doña Rosario, quien hoy, a sus casi 88 años, sigue presente en el negocio.
Con el tiempo, lograron comprar y ampliar el local, manteniendo siempre la receta original. “Íbamos a Monterrey por las esencias. Vendíamos tanto que se formaban filas”, comparte con orgullo doña Rosario.
Recuerda que su esposo, quien originalmente se dedicaba a la elaboración de dulces típicos como calabaza, camote y leche quemada, fue quien desarrolló la receta y los sabores únicos de los yukis, que pronto se volvieron populares.
LLEGAN DE SAN LUIS POTOSÍ
Doña Rosario señala que son originarios de San Luis Potosí. Sin embargo, su suegra y un hijo emigraron a Monterrey, Nuevo León, donde se dedicaron a vender dulces de leche. Ahí, les recomendaron llegar a Monclova.
“Allá le dijeron que se vendía mucho el dulce de leche en Monclova, y se vino para acá. Al año llegó un hijo de Estados Unidos a Matehuala y le dijo a mi esposo: ‘Vamos a ver a mi mamá’, y se vino, y después regresó por mí”.
Sin embargo, el clima fue lo primero que resintió: “Yo quería volar cuando llegué a Monclova, sentía un calor tremendo, pero hicimos el negocio y nos fue bien. Ya tengo mis clientes; unos que ya se fueron y otros que todavía viven y vienen y me saludan”.
Incluso refiere que algunos clientes la saludan, la abrazan y le dicen: “Recuerdo cuando veníamos de la escuela, llegábamos por los yukis”, o bien: “Venía con la novia”, generando recuerdos entrañables.
DEJA UN GRAN LEGADO
Ella señala que su hijo, Agustín Chávez Góngora, es quien actualmente lleva el negocio, trabajando por las tardes después de su jornada en el IMSS. Él ha modernizado algunos aspectos del lugar, incorporando nuevos productos como nachos, elotes y la popular “rusa”, sin perder la esencia familiar que lo distingue.
A pesar de la competencia, La Cabaña se ha mantenido como el lugar preferido de muchos. “No es igual a la de nosotros. Es el mismo sabor que hacía mi esposo y ahora hace mi hijo”, afirma doña Rosario, quien insiste en seguir atendiendo a sus clientes, aunque su familia le pide descansar.
“El día que me muevan de aquí, me muero. Aquí estoy impresa”, expresa con emoción. Y aunque ya no vive en el local como en los primeros años, sigue siendo la figura entrañable que generaciones de clientes saludan con cariño y gratitud.
“Estoy muy agradecida con todos. Siempre vienen y me felicitan. Si no me ven, preguntan por mí. Aquí tengo a mis amigas, mis amigos. Aquí sigo”.
Doña Rosario cumple 88 años el próximo 8 de septiembre, con una historia de vida marcada por el trabajo, la familia y el cariño de toda una comunidad.
Actualmente, doña Rosario tiene un hijo, quien le dio la dicha de ser abuela de tres mujeres y un hombre. A su vez, ellos le han dado seis bisnietos —tres mujeres y tres hombres—, a quienes ve con emoción.