Keysi de 9 años tiene como mascotas a tres pitones y una boa de más de dos metros. Lo que empezó como un reto para superar miedos se convirtió en una pasión familiar
Fabiola Sánchez
LA PRENSA
Mientras que la mayoría de las personas les tienen pánico a las serpientes, la pequeña Keysi Yuryeth Almaguer, de nueve años, las ama, tanto así que son sus queridas mascotas tres pitones y una boa de más de dos metros, quienes son sus fieles compañeros de juego.
Hace tres años, Alex Uriel Almaguer Faire decidió que su hija debía enfrentar y superar sus miedos, así, le regaló su primera serpiente, sin embargo, lo que parecía un reto se convirtió en una pasión familiar, hoy cuentan con cuatro reptiles, traídos desde Estados Unidos y tiendas especializadas en Monterrey.
Alex afirma con convicción que estas serpientes no representan peligro alguno: “No tienen veneno y solo muerden para alimentarse, son dóciles y se acostumbran al contacto humano.”
Resaltó el padre de Keysi que, a pesar de ello, mantiene precauciones extremas, retirándolas de la cama de su hija antes de dormir para evitar cualquier riesgo.
Detalló que, la atención que requieren es intensa y constante, viven en terrarios con temperatura y humedad reguladas, tienen espacios para bañarse y se alimentan de ratas africanas congeladas, lo que implica un gasto semanal de hasta 700 pesos.
La familia ha enfrentado momentos de tensión, como cuando una pitón se escapó y permaneció oculta en la casa durante más de un mes, reapareciendo en plena madrugada.
Comentó que, su hija también acostumbra a llevar a sus serpientes a plazas, ferias y lugares públicos, donde generan reacciones de atracción, asombro y miedo.
Para Keysi y su primo, estos reptiles son más que animales: son lecciones vivas de respeto, superación y responsabilidad, su relación ha cambiado el miedo por curiosidad y cariño, demostrando que la convivencia con especies temidas es posible y enriquecedora.
Actualmente, Keysi sueña con una anaconda de hasta seis metros, por lo que su padre evalúa cuidadosamente si podrá cumplir este deseo, consciente de que cuidar un ejemplar así demanda mayor responsabilidad y cuidado.
Lo que para muchos es motivo de alarma, para esta familia es una forma única de amor y aprendizaje, que rompe estigmas y abre la puerta a la convivencia con la naturaleza en su forma más sorprendente.