Raúl Vera defendió su decisión de concelebrar con una ministra anglicana en el Santuario de Guadalupe, negando que su actuación fuera un sacrilegio
Alonso Crisante
LA PRENSA
SALTILLO, COAHUILA.- El obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera López, reconoció haber cometido una falta de disciplina al concelebrar una misa en el Santuario de Guadalupe junto a Emilie Smith, ministra de la Iglesia Anglicana de Canadá, aunque afirmó que su acción no constituye un sacrilegio.
Durante la celebración, Smith, vestida con una estola, participó activamente en la plegaria eucarística e incluso elevó el cáliz con la Sangre de Cristo ya consagrada, actos que son exclusivos del sacerdote católico celebrante. Ante estas acciones, Vera López aseguró: “No es un sacrilegio, es una falta a la disciplina, una falta disciplinar… yo no iba a hacer un sacrilegio”.
El obispo emérito explicó que la gravedad principal del asunto reside en la violación de las normas internas de la Iglesia, aunque consideró que su acción “no es algo muy grave”. Asimismo, relató que el obispo de Saltillo, Hilario González, se comunicó con él para solicitarle explicaciones sobre el evento, aunque subrayó que el principal problema fue la transmisión de la misa en Facebook, que permitió que más personas se enteraran de la situación.
“No pedí permiso, porque yo sinceramente lo hice hace 8 años y no pasó nada. Ahora, al ya no ser obispo, estas cosas pueden generar polémica… Hablé con él y quedamos bien, le expliqué el contexto y nos entendimos”, comentó Vera López, quien calificó la conversación como cordial y sin conflicto.
El obispo defendió su decisión argumentando que Emilie Smith es una reconocida luchadora social, con experiencia pastoral en su iglesia, y destacó que su homilía fue ejemplar. “Lo principal es que nos sintamos hermanos; yo sinceramente con ella me siento un hermano”, señaló.
Cuando fue cuestionado sobre bases teológicas que justificaran la concelebración con la ministra anglicana, Vera López negó que existieran y aseguró que actuó bajo sentido común. Su explicación busca contextualizar un hecho que ha generado polémica entre fieles y expertos en Derecho Canónico, al involucrar a una mujer no ordenada en actos litúrgicos reservados al sacerdote.