Aquel 23 de marzo de 1811, Monclova vio entrar a los héroes encadenados, a la cabeza iban Miguel Hidalgo e Ignacio Allende
Alberto Rojas Carrizales
LA PRENSA
Amarrados, semidesnudos, hambrientos, sedientos y severamente custodiados por las tropas de la Nueva España, así ingresó a Monclova el 23 de marzo de 1811 la cuerda de prisioneros insurgentes encabezada por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende quienes la noche del 15 de septiembre de 1810 habían iniciado la Guerra de Independencia.
Los historiadores consignan que a las 10:00 de la mañana los caudillos entraron a Villa Monclova de entonces 2 mil habitantes, fueron encerrados en el hospital que actualmente es el Museo Coahuila Texas, algunas señoras derramaron lágrimas al ver el cuadro, pero para el virrey Francisco Venegas era día de fiesta.
Con 2 mil habitantes en 1811 en Monclova, fue milimétrico el incremento de la población en los siguientes 130 años, porque en 1942 cuando inició AHMSA, vivían alrededor de 7 mil u 8 mil moradores, una estadística casi inamovible durante todo ese largo periodo de tiempo.
Al amanecer del 22 de marzo de 1811 salió de Acatita de Baján la caravana de prisioneros en la que iban los principales caudillos insurgentes con las manos atadas a la espalda, los pies uno con el otro y montados sobre mulas rumbo a Monclova donde entraron sin comer, ni tomar agua, siempre vejados por los soldados realistas.
¡MUERAN LOS INSURGENTES!
Dice la historia que cuando los prisioneros llegaron a Monclova después de un recorrido de 50 kilómetros, las calles estaban adornadas, había repiques de campanas, salvas de artillería y que cuando entró Ignacio Elizondo al frente de la columna de dragones, fue recibido al grito de “¡Viva el rey Fernando VII y mueran los insurgentes!”.
Los principales jefes del movimiento de independencia fueron llevados a una herrería bajo un frondoso nogal, ahí les fueron colocados grilletes por los soldados al servicio de la monarquía española.
Pero debido a sus ataduras, los caudillos tuvieron que ser cargados en sillas al hospital que fue habilitado como cárcel, ahí quedaron hacinados en estrechas habitaciones, semidesnudos, hambrientos y con sed de varios días, comenzaron su cautiverio para luego ser llevados a Chihuahua donde fueron asesinados.
El Colegio de Historiadores de Monclova dice que había una fragua conocida como “Tío Diego” y que ahí se detuvo el traidor Ignacio Elizondo con los presos para que les pusieran grilletes a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Mariano Abasolo, Ignacio Aldama y a Mariano Jiménez.
A Miguel Hidalgo y Costilla las esposas le fueron colocadas por el herrero Nicolás Mascorro que se las había puesto también al gobernador Pedro Aranda aliado de los iniciadores en la formación de un nuevo país, lo cual se logró hasta la consumación de la independencia en 1821.
UNA LUGAREÑA ALIMENTÓ A
HIDALGO CON HIGOS Y PAN
De acuerdo a la historia, tiempo después un personaje identificado como Benito Goríbar decía que conoció al herrero Nicolás Mascorro en 1828 y que refirió que lo obligaron a ponerle los grilletes a Miguel Hidalgo bajo un tupido nogal, el Cura ahí comió higos con pan y bebió leche que le obsequió una lugareña.
Ignacio Elizondo notificó a las altas autoridades locales de la prisión de todos los insurgentes y del tesoro de oro y plata que les habían quitado, repicaron las campanas de las iglesias, cañonazos de salva, y música una fiesta organizada por la monarquía.
Ignacio Elizondo había salido con los prisioneros desde Acatita de Baján, Castaño, (Castaños) donde los traicionó, emboscó y apresó, la marcha fue lenta y penosa llegaron a Castaños ya al anochecer, avanzaron hasta Monclova hasta ser internados en condiciones inhumanas en el hospital el cual convirtieron en cárcel (Hoy Museo Coahuila Texas).
Tras la consumación de la independencia, el herrero Nicolás Mascorro relataba que sentó al Cura Hidalgo en una silla y que ahí remachó los grilletes sintiendo cada martillazo como si le dieran en el alma, y que hubo que llevar al ilustre caudillo cargado en una silla hasta el hospital, ahí quedó encerrado y bien custodiado.
Terminada la operación de ponerle los grilletes a los principales caudillos siguieron su marcha por calle de La Garita hasta la plaza donde formaron varios grupos con los presos para repartirlos en las prisiones a unos los pusieron en la cárcel y a otros en la capilla de La Purísima.
MUSEO COAHUILA Y TEXAS
FUE LA PRISIÓN DE HIDALGO
A otros los prisioneros fueron instalados en el cuartel de la compañía policial conocido por La Guardia, y al resto los llevaron con Hidalgo y los jefes principales al hospital (Museo Coahuila Texas) el que convirtieron en prisión y nombraron como alcaide al cabo Antonio Campa de la compañía presidencial de Monclova.
Todos después fueron conducidos a Chihuahua, donde tras ser enjuiciados fueron fusilados y decapitados en distintas fechas, del antiguo hospital que fue convertido en cárcel para Hidalgo y sus tropas, hoy Museo Coahuila Texas, actualmente el ayuntamiento local tiene proyectos.
Se trabaja en la Sala de Hidalgo en el Museo Coahuila y Texas, el propósito es preservar y difundir la historia relacionada con la estancia del Padre de la Patria en Monclova, después de ser aprehendido el 21 de marzo de 1811 en la hacienda de Acatita de Baján y trasladado a esta ciudad.
La captura de los insurgentes inició a 50 kilómetros al sur de Monclova en Acatita de Baján, las fuerzas insurgentes comandadas por Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Mariano Abasolo y José Mariano Jiménez, esperaban ser recibidos amigablemente por Ignacio Elizondo, pero los traicionó y emboscó.
Narran los estudiosos de la historia que Ignacio Elizondo estaba resentido con Ignacio Allende porque no le había dado el nombramiento de teniente general, y fue convencido para que lo traicionara con la promesa de “copiosos frutos” que le hizo el presbítero Zambrano.
Elizondo organizó un baile en el que aprovechando la embriaguez de las tropas insurgentes se apoderó de armas, cañones, y aprehendió al gobernador Pedro Aranda y a 150 soldados; tomó precauciones para que no fueran informados los insurgentes del hecho, y mandó avisar a Jiménez que iría a su encuentro en Acatita de Baján.
Este mismo día, salieron de Saltillo Allende y los demás caudillos escoltados por más de mil hombres. iban en 14 coches y detrás de ellos, a larga distancia, 24 cañones de diferentes calibres, equipajes, 1500 pesos en dinero, barras de plata y la escolta que cubría la retaguardia.
Salió Ignacio Elizondo con 350 hombres y a las 9:00 de la mañana de ese día ven a la vanguardia de la caravana de 65 hombres a quienes dejan pasar y al estar en medio de la columna de Elizondo, son arrestados los caudillos, el resto es historia.