Don Wenceslao Muñoz cumple 83 años en su tradicional visita de fe
Por Iván Villarreal
La Prensa de Coahuila
A sus 83 años, don Wenceslao Muñoz Fraga camina con paso firme rumbo a la capilla de San Judas Tadeo, como lo ha hecho durante años. Solo, sin sus padres ni sus ocho hermanos —todos ya fallecidos—, llega para cumplir su promesa al santo de las causas difíciles, a quien atribuye los milagros más grandes de su vida.
“San Judas me curó de una enfermedad que me quitaba la piel y hasta me dejó sin cabello”, recuerda con voz pausada, mientras acomoda su sombrero y agradece la salud que hoy lo acompaña. “Yo le rezo todas las noches, el rosario no me falta. Doy gracias cuando me voy a acostar y cuando me levanto”.
Cada año, el día de su cumpleaños, don Wenceslao hace el mismo recorrido: llega caminando a la capilla para agradecer. “Hoy completo 83 años”, dice con orgullo y con una sonrisa serena. “Nunca me casé, no tuve hijos, pero Dios y San Judas siempre me han acompañado. Ellos son mi familia”.
Entre sus recuerdos, menciona también un favor especial que lo marcó. “Debía mucho dinero por un terreno que me iban a quitar, pero gracias a él (San Judas), al final no se le hizo a la persona. Yo cambié mi promesa y le cumplí. Desde entonces no dejo de venir cada año”, cuenta mientras mira hacia el altar del santo.
La fe de don Wenceslao no se mide en palabras, sino en constancia. Permanece todo el día en la capilla, rezando, conversando con otros fieles y agradeciendo por seguir con vida. “Yo por mi parte estoy muy agradecido con él. Me ha sacado de muchos problemas, incluso de la pensión”, comenta entre risas, como quien ya conoce los altibajos de la vida pero también los milagros que la sostienen.
Su testimonio es solo uno de tantos que acompañan las celebraciones de San Judas Tadeo en Monclova, donde la devoción se refleja en cada paso, en cada vela encendida y en cada historia de fe.
“Mientras Dios me preste vida, aquí voy a seguir viniendo”, asegura don Wenceslao antes de incorporarse nuevamente al rezo.