En los camposantos de Monclova y la Región, recuerdan con nostalgia, ternura y amor a los niños que vivieron instantes en esta tierra
Fabiola Sánchez
LA PRENSA
Entre la memoria y el olvido, el panteón Guadalupe volvió a llenarse este 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, de escenas cargadas de emoción y nostalgia, las tumbas de los pequeños “angelitos” mostraron un contraste que toca el alma: unas cubiertas de flores, globos y juguetes, y otras, tristes y olvidadas, cubiertas por el polvo, con cruces oxidadas y sin una sola flor que las acompañe.
Desde las primeras horas de la mañana, decenas de familias se acercaron con devoción a recordar a sus hijos, con manos temblorosas, limpiaron las lápidas, cambiaron flores marchitas y colocaron nuevos juguetes o veladoras encendidas.
“Aunque solo los tuve un instante, viven en mi corazón todos los días”, dijo una madre mientras colocaba unos globos en una pequeña tumba.
Sin embargo, no todas las historias fueron de reencuentro y recuerdo, en amplias zonas del panteón, el silencio y el abandono se hicieron presentes, tumbas sin nombre, cruces caídas y montículos de tierra dan testimonio del paso de los años y del olvido, algunos sepulcros, ya sin rastro de quienes descansan allí, parecen haber sido tragados por el tiempo, sin una oración ni una flor que los reivindique.
El contraste entre unas y otras conmueve, mientras unas familias se mantienen firmes en la tradición de visitar y honrar a sus pequeños, otras parecen haber sido vencidas por la distancia o las dificultades.