México de luto
El Alcalde de Uruapan, Michoacán denunció durante meses las amenazas; habló de los grupos del crimen organizado que operaban en su municipio; nadie escuchó, nadie actuó
Claudia Hernández
LA PRENSA
México amaneció de luto. El alcalde de Uruapan, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, fue asesinado a balazos durante las celebraciones del Día de Muertos. Su muerte no solo enluta a Michoacán, sino que simboliza el fracaso rotundo de la política de seguridad de Morena, que ha dejado a los municipios del país abandonados frente a la violencia.
Manzo no cayó por sorpresa. Durante meses denunció las amenazas que recibía. Pidió apoyo al gobernador, a los secretarios federales, y a la propia presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, en busca de protección. Habló de los grupos del crimen organizado que operaban en su municipio, de la falta de presencia del Estado, del miedo de sus ciudadanos.
Nadie escuchó. Nadie actuó. Y la historia terminó en tragedia.
La versión oficial del gobierno señala que “contaba con protección”, pero su asesinato en un evento público desmiente esa narrativa. ¿Dónde estaban los cuerpos de seguridad? ¿Dónde estaba la estrategia federal que tanto presume Morena? ¿De qué sirvió el aparato de seguridad nacional si no puede evitar que un alcalde sea ejecutado frente a su pueblo?
La respuesta es clara: en México ya no gobierna la autoridad, gobierna el miedo.
Y esa es la herencia de Morena.
Desde que este partido llegó al poder, la violencia se disparó a niveles históricos. Tan solo en 2024 se registraron más de 32 mil homicidios dolosos según cifras del propio Secretariado Ejecutivo. De ellos, cientos correspondieron a funcionarios municipales, policías y líderes locales asesinados en circunstancias similares a las de Carlos Manzo.
El caso de Uruapan es la confirmación de una verdad incómoda: Morena abandonó la seguridad pública para convertirla en discurso político. Se sustituyeron los operativos por conferencias, las estrategias por frases, y la fuerza del Estado por la retórica del perdón.
Mientras el gobierno presume abrazos, el crimen presume territorio.
Mientras la presidenta promete justicia, los ciudadanos entierran a sus autoridades.
Mientras Morena busca culpas ajenas, las familias mexicanas viven atrapadas entre la impunidad y el silencio.
Carlos Manzo fue un alcalde que no se rindió, que enfrentó al crimen con dignidad y sin respaldo institucional. Hoy su nombre se suma a la larga lista de servidores públicos caídos en el cumplimiento de su deber. Pero su asesinato debe marcar un punto de inflexión: o el Estado recupera su autoridad, o la violencia terminará por devorar lo poco que queda de paz en el país.
México está de luto, pero también cansado.
Cansado de promesas incumplidas, de discursos vacíos, de un gobierno que se dice transformador pero que no puede garantizar la vida de sus propios funcionarios.
Morena ofreció esperanza, y lo que entregó fue miedo.
