Rubén Moreira Valdez
Igual en un país bananero que en uno con ínfulas imperiales, es fácil que un grupo de tipos que llegan al poder decidan cambiar la memoria histórica. La idea no es actual; hay un montón de ejemplos de esta tentación que parece inofensiva, pero cuyos efectos pueden ser muy profundos.
Desde Octaviano hasta Hitler abundan los teóricos del falseo. Supongo que para los romanos de los primeros días del imperio era incómodo reconocerse como descendientes de una partida de gandallas y bárbaros que, después de asentarse a orillas del Tíber, se quedaron con todo el Mediterráneo y tenían prácticas tan poco presumibles como echar a los leones a los cristianos. Es por ello que se inventaron descender de los héroes troyanos en desgracia. ¿Y qué decir de Mussolini o Hitler? El segundo de ellos se soñaba ario, rubio y de buen porte; y en su locura llevó al Holocausto a millones de personas.
Por nuestros rumbos sucede algo parecido. Un grupo de criollitos con apellido ibérico ha decidido remar contra la ciencia e inventarse una historia propia. En los medios aparecen envueltos en un conveniente nacionalismo y echan piruetas para halagar a su mesías: un descendiente de cántabros, que habla el castellano y se viste como occidental. Es conmovedor y empalagoso escuchar en la radio los argumentos falaces de un sujeto barbado, que presume estudios en escuelas del “imperio” y posee por apellido el nombre de la población que vio nacer a la mística del Carmelo Descalzo. Menuda tarea para un palero: justificar los disparates que un expresidente escribió sin rigor académico.
Evidencias de sacrificio humano y canibalismo en restos óseos: el caso del Entierro 14 de Tlatelolco, Ciudad de México, es un libro de Carmen María Pijoan del cual extraigo algunas líneas: “El canibalismo determinado por este análisis no parece apoyar la idea de que se debiera a la falta de proteína de origen animal en la dieta de los mexicas, en cuyo caso hubiera habido un mayor aprovechamiento del cuerpo… Los individuos que integran la muestra son en su mayoría jóvenes y sanos… Los individuos quizá provenían de la región del Golfo, puesto que gran número de ellos tenía los dientes pintados de negro, una costumbre de esa parte de Mesoamérica”.
El libro se imprimió durante el mandato de López Obrador en los talleres del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Es una obra científica que analiza un entierro cuyo hallazgo se realizó entre 1960 y 1964. A las 150 personas, cuyos esqueletos fueron encontrados, las asesinaron a mediados del siglo XV durante el gobierno de Tlacatéotl, señor de Tlatelolco.
La historia es la historia y debe asumirse como lo ya sucedido, y no es válido torcerla para beneficio personal. En fin, ahora entiendo por qué el autor de Grandeza pretendió detener una pandemia con un “detente”.