
Hace apenas algunas semanas, el débil sistema de salud de la Franja de Gaza estaba luchando con un aumento desbocado de casos de coronavirus. Las autoridades despejaron los quirófanos de los hospitales, suspendieron la atención no esencial y reasignaron a los médicos a los pacientes que tenían dificultades para respirar. Entonces, las bombas empezaron a caer.