Por Jorge Fernández Menéndez
Ahora vino el jefe del Comando Norte
No es una simple coincidencia de agendas, todos los mandos de seguridad importantes de Estados Unidos han visitado en las últimas semanas México. La historia comenzó cuando, en marzo pasado, el jefe del Comando Norte de la Defensa estadunidense, el general Glen D. VanHerck, hizo dos declaraciones muy importantes para entender el diagnóstico que tienen los militares estadunidenses de nuestro país.
Durante una rueda de prensa con periodistas que cubren el Pentágono, sostuvo que “las drogas, la migración, el tráfico humano, todos son síntomas de organizaciones criminales transnacionales que a menudo operan en áreas no gobernadas, entre un 30 a 35 por ciento, de México”. Ese mismo día ante el muy influyente Comité de Servicios Armados del Senado de Estados Unidos declaró que “hay dos importantes organizaciones criminales transnacionales: el Cártel de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación”. Agregó que “tenemos un imperativo de seguridad nacional dada la inestabilidad que crean estas organizaciones, las tragedias que provocan y las oportunidades que generan para que actores malignos, como China y Rusia, puedan tener acceso e influencia directamente en nuestra frontera sur”.
Desde entonces se han reiterado las declaraciones similares de muchos otros funcionarios estadunidenses y la idea se repite en los medios de ese país. En el último mes hemos recibido la visita de los directores de la CIA; de la vicepresidenta Kamala Harris; junto con ella de numerosos funcionarios de seguridad y migración de su gobierno; inmediatamente después llegó el jefe del Homeland Security, Alejandro Mayorkas, y luego el propio Mayorkas acompañó a la vicepresidenta Harris a una visita a la frontera, a El Paso. Y ayer estuvo en México nada menos que el propio jefe del Comando Norte, el general VanHerck, para reunirse con el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, y el de Marina, el almirante José Rafael Ojeda: la agenda, se dijo, fue sobre temas de seguridad y migración. Pero cuesta imaginar que VanHerck haya presentado un diagnóstico diferente al que exhibió en marzo ante el comité del Senado.
Hay que entender, como ya hemos dicho en otras oportunidades, que las relaciones entre las Fuerzas Armadas de México y Estados Unidos suelen correr por carriles diferentes a las diplomáticas. Para Estados Unidos, México es parte de su seguridad interior, por eso tanto nuestro país como Canadá forman parte de lo que se denomina el Comando Norte de la Secretaría de Defensa. Todo el resto de América, incluyendo el Caribe, es parte del Comando Sur, una de las otras siete áreas de seguridad exterior de la Unión Americana. Ser considerado parte del Comando Norte implica un tipo de relación y de compromisos distintos, superiores, entre las Fuerzas Armadas de esos tres países por la sencilla razón de que Washington considera lo que pueda suceder en sus fronteras, en este caso en México, como temas de su seguridad interior y nacional.
El diagnóstico del jefe del Comando Norte no está alejado de la realidad. Hay territorios en nuestro país que sólo formalmente están bajo control de las autoridades. Zonas completas de Michoacán, Guerrero, Chiapas, Colima, Jalisco, Zacatecas, Guanajuato, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, entre otros, son territorio de alta presencia e incluso hegemonía criminal.
La operación de ésos y otros grupos criminales son considerados un factor de riesgo interno en la Unión Americana, por su propio accionar y por la posibilidad de ser utilizados o manipulados por potencias externas. Les importa su seguridad interior, que los cárteles sean el conducto para ataques contra su territorio. Y cuando ello involucra masacres en pasos fronterizos como la de Reynosa y el involucramiento cada vez mayor del crimen organizado en la migración ilegal, esos desafíos no pasan desapercibidos. Sumémosle a ello los 80 mil muertos al año por sobredosis de opiaceos, muchos de los cuales son traficados por cárteles mexicanos. La estrategia de seguridad que está siguiendo México, la de abrazos y no balazos que reiteró el presidente López Obrador esta misma semana, ignora o subestima esa preocupación y lo que ella implica en la relación bilateral.