Por Yuriria Sierra
El Tercer Informe
“Aprovecho para recapitular: récord histórico en remesas, récord histórico en inversión extranjera, récord histórico e incremento al salario mínimo, récord histórico en no devaluación del peso, récord histórico en no incremento de deuda, récord histórico en aumento del índice de la bolsa de valores, récord histórico en las reservas del Banco de México…”.
Éxito tras éxito el de esta administración. Ésta es la mirada de Andrés Manuel López Obrador, la evaluación de su trabajo y que expuso ayer en su Tercer Informe de Gobierno. Si bien es cierto que el peso ha aguantado las sacudidas provocadas por la pandemia, en materia económica hay asuntos que se observan como motivo de celebración cuando tendrían que ser, justamente, todo lo contrario.
Llamó la atención que ayer el Presidente enumerara las que considera grandes hazañas. Es inentendible que condiciones como la migración y sus consecuencias sean vistas por este gobierno como un éxito. Mexicanos que tienen que abandonar sus hogares y a sus familias para buscar oportunidades que no encuentran aquí, que históricamente les han prometido, pero que nunca llegan. Qué importante es aclarar que el aumento de las remesas no es un logro de este gobierno ni de ningún otro, son flujos de dinero que no tienen nada que ver con las decisiones que toma un gobierno o tal vez sí, pero al contrario, porque si llegan más remesas es porque la gente está mucho más afectada económicamente de este lado y tiene que buscar oportunidades fuera de nuestras fronteras. Las remesas sí tienen que ocupar un lugar en los informes, pero no como un logro, porque justo hablan de la debilidad de las economías y de la dinámica social que proporcionan, una limitadísima en materia de desarrollo.
Andrés Manuel López Obrador se jacta de haber materializado programas sociales, pero el gran reto para quien sea su sucesor será hacerlos sostenibles, ¿de dónde saldrá tanto dinero? Presumir que el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles será inaugurado, incluso antes de lo estimado para el aeropuerto de Texcoco, dedicar los primeros minutos de su informe al sector energético y subrayar el avance de los megaproyectos como la Refinería de Dos Bocas o el Tren Maya, habla más de las obsesiones que de las ganas de cimentar un proyecto de transformación.
El de ayer era uno de los mensajes más importantes, no sólo porque marca el inicio de la segunda mitad de su mandato, que, aunque éste en el calendario comienza hasta el próximo 1º de diciembre, sí fue una rendición de cuentas marcada en la Constitución, que el Presidente rindió bajo un esquema que seguramente no le gusta: lejos del aplauso masivo, porque la pandemia otra vez limitó los eventos multitudinarios, pero para ello se encargó de rodearse de su círculo cercano como asistente y de un enorme cuadro de Benito Juárez como testigo.
“Estoy seguro de que la gente va a votar a finales de marzo para que mi gobierno continúe hasta 2024 (…) Hasta podría dejar la Presidencia en este momento sin sentirme mal con mí consciencia…”, frases expresadas en la parte final de este mensaje, uno que no expuso nada nuevo, sólo subrayó que la única visión del país que se permite es la que habita en Palacio Nacional.
