Por Federico Reyes Heroles
Sublevación
¿Cuál es la meta, de verdad puede tener buen fin? Cómo se imaginan la otra ribera, cómo amaneceríamos después del triunfo. ¿Puede haberlo? Algo no cuadra en la narrativa si íbamos tan mal porque, con la transformación profunda, estamos aún peor. ¿Por qué no hay resultados?
Cuánto puede pesar la actitud de una sola persona en el ánimo de una nación. Pelear y pelear todos los días. Pelear con el pasado inmediato y remoto, con el “neoliberalismo” y con los conquistadores. En ese afán, reclamar a España. Pelear con el presente denostando a empresarios e inversionistas que, por supuesto, heridos, se alejan. Pelear con el futuro encarnado en la ciencia, la tecnología, las energías limpias. Pelear con las mujeres y con los niños a través de las estancias infantiles. Pelear con los enfermos, en lugar de tener empatía y buscar soluciones, como sería el abasto de medicamentos. Pelear con programas sociales sin miramientos, haciendo que inocentes paguen por generalizaciones insostenibles. Pelear con las estructuras burocráticas ofendiendo al servicio público de buena fe, que sí lo hay.
Pelear con los medios, como si ellos fueran los responsables de las heridas en el ánimo nacional. Ayer le tocó a The Financial Times, ¿de verdad se piensa que así va a cambiar su posición? Pelear con los profesionales del periodismo, incluso con los que fueron sus simpatizantes. Pelear con los economistas, así como profesión y género, con sus escuelas, con las universidades. Pelear con los ecologistas, porque se oponen a su tren. Pelear con los técnicos, nacionales e internacionales, que no ven viabilidad en Santa Lucía ni necesidad de Dos Bocas ni pertinencia al Tren Maya. Pelear con los fierros y el concreto de NAICM e inundarlo. Pelear durante ya casi dos años con un avión, aunque de pasada se ofenda a otros mandatarios.
Pelear y debilitar a las instituciones independientes como lo fue la CNDH, como lo es el INE, el Inai, la Cofece, la Conapred y muchas más. Pelear con los partidos políticos, que son sus interlocutores obligados, incluso con Morena. Pelear con las encuestas. Pelear con los gobernadores y ofenderlos. Pelear contra los fideicomisos, así, en abstracto, para obtener dinero y gastarlo a discreción. Pelear con el ahorro en forma de afore o de fondos, como el de Gastos Catastróficos, el cual también atendía a enfermos de cáncer y otras enfermedades graves. Pelear con los enfermos, prometiéndoles que los recursos les llegarán directamente.
Pelear con una enfermedad, el covid-19, negando su magnitud. Pelear con el cubrebocas, el cual no hace más que ayudar en la tragedia. Pelear con el personal de salud, negándoles por meses apoyos y reconocimiento a la valía de su lucha. Pelear con los intelectuales y sus publicaciones. Pelear en abstracto con las ideas, pelear, dividir a los mexicanos entre conservadores y liberales, fifís y demás. Pelear con la diplomacia y sus cánones, haciendo el ridículo frente al mundo en la ONU. Pelear consigo mismo porque no sólo golpeó la figura de México, sino también la propia. Pelear y retar a los ciudadanos para que lo corran y después burlarse de ellos. Pelear contra sus antecesores y exponer a la SCJN a un episodio terrible. Pelear y dividir, de ahí el resquemor de lo que podría estar pasando por su imaginación.
Resquemor, desasosiego, inquietud, ansiedad. Y todavía no van dos años, pero las consecuencias de la sublevación ya están aquí: la degradación del lenguaje mediante la cual la figura presidencial es vejada a diario, denostaciones que van y vienen, ciudadanos enfrentados, gritándose, lanzándose empellones, mexicanos impidiendo que el transporte presidencial circule. Exabruptos, cada vez más frecuentes, y una orgía de insultos en las redes sociales.
La sublevación es interna y nos está enfermando. Él se irá, pero nosotros tendremos que convivir. A tomar distancia de una sublevación interna que no tiene fin, y blindarnos del bombardeo de odio.