Después de cuatro años de trabajo diario (tres en la escritura del guión y uno en la preproducción), al menos de 10 horas los siete días a la semana, el Covid-19 llevó a Luis Estrada a confinarse en su hogar.
Fumador empedernido desde muy joven, el realizador de La Ley de Herodes, Un Mundo Maravilloso, El Infierno y La Dictadura Perfecta se asume a sus 58 años como parte de la población en riesgo, y en aras de mantenerse limpio de lo que llama la «peste maldita», puso freno.
Entre julio y agosto, iba a iniciar la filmación de su quinta película sobre la visión que tiene del poder y la vida social y económica del País, titulada, tentativamente, ¡Que Viva México!
Ahora, cuenta, lo mantiene motivado la esperanza de cristalizar el que denomina su proyecto cinematográfico más ambicioso en términos creativos, de producción y en reparto.
«No soy demasiado optimista frente al estado actual de las cosas. Ésa es la verdad. Tenía todo listo, ya había empezado unas pruebas de maquillaje, había empezado a trabajar con los actores y la aparición de la peste paró todo en seco, a pesar de que todos mis actores estaban muy entusiastas y emocionados con el proyecto», platica.
Coescrita con Jaime Sampietro (como sus anteriores cintas), la trama es en esencia un relato coral de 80 personajes que se espera sean interpretados por una larga lista de estrellas y «cómplices» del realizador de Bandidos y Ámbar.
Damián Alcázar y Joaquín Cosío (quienes harían tres personajes distintos cada uno), María Rojo, Salvador Sánchez, Poncho Herrera, entre muchos otros, fueron convocados.
No todo es la 4T
Estrada no proporciona datos específicos de la historia que tiene entre manos, pero advierte sobre quiénes va.
«Otra vez, intento no dejar a ningún títere con cabeza. Es una película que se quiere ensañar con tres instituciones esenciales en los mexicanos: la familia, la religión y el poder político. O sea, Dios, patria y hogar.
«Contra las tres, pretendo hacer un retrato muy descarnado y divertido de lo que es mi visión del País en el que estamos viviendo, que, gracias a la intolerancia, nos está llevando a lugares donde no deberíamos de ir. Creo que México no se limita sólo a lo que pasa alrededor de la 4T, todos los problemas que toqué en mis anteriores cuatro películas siguen vivitos y coleando».
Toda proporción guardada, precisa, su relato es una reflexión con humor negro sobre la idiosincrasia del mexicano, como lo que el Nobel Octavio Paz hizo en El Laberinto de la Soledad.
Sociedad inquisitoria
Pero no sólo los políticos corruptos, los narcotraficantes y los líderes del crimen organizado son el enemigo a vencer para tratar de subsanar en algo las condiciones de los mexicanos.
Desde la perspectiva del cineasta, están las redes sociales, que se han vuelto el arma para que se descalifique a alguien en público o, hasta se le «asesine» socialmente.
«La sociedad se está volviendo censora, todo este de las redes sociales, de la hipercorrección política en la que te tienes que cuidar muy bien de lo que dices, de lo que piensas, de la manera en la que lo planteas… porque está esta especie de Santa Inquisición que todo lo quiere obstaculizar, porque no coincide con su visión o punto de vista.
«Es un nuevo monstruo que también se está dando y que todos los días le estamos viendo la cara. Si por algún mal cálculo se te ocurre hacer un chiste que le incomode a algún sector, pues vas a ser, metafóricamente, quemado vivo», observa.
Opina que mientras hay quienes bendicen las redes sociales en una alegato de libertad de expresión, él ve como amenaza.
«Por eso no me gustan. Yo no tengo. No le veo nada de benditas eso es una nueva amenaza para la libertad de expresión en el arte y el pensamiento».
La película que no es
Como dice en El Infierno «El Padrino» (encarnado por Salvador Sánchez): «En México no se hace lo que uno quiere, sino lo que uno puede».
«Así estoy ahora, viendo si podré sacar adelante esta película. No soy al único al que le pasó y me temo que será a partir de la vacuna, porque todos los protocolos que hay que seguir para un rodaje sin riesgo de contagio son complicados y encarecen de manera desproporcionada la producción».
Imposible, insiste, rodar secuencias con decenas de personajes en convivencia cercana y con locaciones llenas de extras.
«Si a eso le sumas que las compañías aseguradoras no quieren tomar los proyectos interrumpidos por la pandemia, pues entonces no hay manera. Y lo más preocupante es si en estas circunstancias puedes obtener los resultados de calidad y excelencia artística que buscas», remata Estrada.
«El motor de ésta y mis anteriores cuatro películas es el enojo, la frustación, el desencanto por cómo estos problemas se han enquistado en nuestras vidas y nos han afectado a todos». Luis Estrada, cineasta.
«Pareciera que estamos condenados a seguir deslizándonos por este tobogán de deterioro de la vida social, política y cultural». Luis Estrada, cineasta