Por Vianey Esquinca
Para no perder la costumbre
El presidente Andrés Manuel López Obrador es una persona de hábitos y costumbres, así nos lo recordó en la invitación que hizo a todos sus simpatizantes para acudir al Zócalo capitalino el 1º de diciembre y presenciar uno más de sus recurrentes informes: “Vamos a congregarnos, para no perder la costumbre, en el Zócalo democrático de la Ciudad de México. Nos vemos el 1º de diciembre a las 5 de la tarde”, fue lo que tuiteó.
Y sí, el mandatario vaya que es una persona de costumbres, por ejemplo, nos tiene acostumbrados a que viva en eterna campaña. En el mismo video que posteó junto con su invitación señala: “empecé así (el video) amigos, amigas, les habla Andrés Manuel López Obrador, porque así era como convocábamos antes por teléfono cuando estábamos en la oposición y quise recordarlo”.
Los usos y costumbres del Presidente señalan que las alertas sanitarias aplican para todo el mundo, menos para México. Así, cuando una nueva variante del coronavirus, que los científicos han llamado Ómicron, amenaza y en varios países ya está presente una cuarta ola, en México convoca a un evento masivo porque para él es más importante que lo vean y lo escuchen, que un poquito de prudencia.
Ya agarró de costumbre de que, cuando una ley no le conviene o no le gusta, la cambia y si no puede, porque implica pasar por el Congreso, emite “acuerdos presidenciales” para que, de un plumazo, se salte las licitaciones, tener que rendir cuentas, transparentar contratos, y esos molestos trámites que fueron creados con el objeto de, precisamente, evitar opacidad y corrupción.
Lo ha intentado o hecho en varias ocasiones a lo largo de estos tres años de su gobierno, su último intento fue publicar un acuerdo para que sus obras de infraestructura sean consideradas de seguridad nacional.
Pero los ciudadanos no son los únicos que padecen los “tradiciones” del Presidente, su propia gente sabe que, para no perder la costumbre, su jefe les puede hace sentir la protección de su amor o el golpe de su desprecio. Los que están bajo su manto protector saben que pueden hacer y deshacer mientras el Ejecutivo voltea hacia otro lado, pero los que caen del paraíso terrenal tienen que sufrir humillaciones, indiferencia y ataques, si no pregúntenle lo mismo a Carlos Urzúa, Irma Eréndira Sandoval, Julio Scherer, Gabriel García y, más recientemente, Arturo Herrera y Santiago Nieto. La costumbre de la casa es que la abyección y el servilismo pesa más sobre cualquier otra cosa.
Para no perder la costumbre, el Presidente seguirá tratando de ocultar la realidad con verdades a medias o mentiras completas. Aunque la inflación está disparada, para él siempre hubo tiempos peores, aunque los indicadores hablen de una caída en la economía él seguirá diciendo que creceremos hasta el 6% este año, así sus pronósticos de crecimiento hayan fallado una y otra vez. Ya no puede ni siquiera defender que el peso se mantiene fuerte, entonces les echa la culpa a factores externos y, si alguien se queja de que están saliendo los capitales del país, él simplemente dice que, como nunca antes, están llegando muchas remesas de nuestros paisanos, aunque eso no sea ningún logro de su administración.
Para no perder la costumbre, el mandatario siempre le echará la culpa al pasado, a los anteriores gobiernos. Después de tres años, y que varias áreas de gobierno como salud y seguridad están fuera de control, él verá la viga en el ojo ajeno.
A estas alturas, seguramente la gente ya se acostumbró, aunque no debe resignarse, a que este gobierno es de una sola persona, con ideas fijas y radicales, que no hay otra manera más que la suya.