Ante una coyuntura que permite loar cada vertiente de Octavio Paz, sea como ensayista, sea como diplomático, para David Huerta el punto central de la vida del Nobel de Literatura mexicano es que era, fundamental y cardinalmente, un poeta.
«Y se hizo poeta aquí donde estamos ahora», remarcó en entrevista en el Colegio de San Ildefonso.
«Ya había dado sus primeros pasos, probablemente, en la casa de Mixcoac de su abuelo, Ireneo Paz. Pero aquí se hizo», insistiría Huerta desde el recién abierto Memorial Octavio Paz y Marie José Tramini, donde las cenizas de la pareja fueron depositadas este jueves, en el 108 aniversario del natalicio del autor de El laberinto de la soledad.
Paralelo a las gestiones que hicieran posible esto, un esfuerzo interinstitucional entre autoridades federales, locales, culturales y académicas, se reactivó también la Cátedra Extraordinaria Octavio Paz. Misma que, bajo la dirección de Huerta, también poeta, comenzó este viernes sus primeras actividades, «de bulto, o en persona», dijo, en el marco del retorno de Paz a la otrora sede de la Escuela Nacional Preparatoria.
Y es que, según definió Eduardo Vázquez Martín, coordinador ejecutivo de San Ildefonso, no se trataba sólo de «traer unas reliquias en el sentido casi religioso y rendirles culto», sino rendirlo a la obra, a la reflexión y al pensamiento crítico.
«Y lo que tendremos en estos días, entre presentaciones de libros, mesas redondas, diálogos, lecturas e intervenciones artísticas, será eso: convocar al espíritu creativo de la poesía y del pensamiento crítico que significa Paz, a través de múltiples voces», apuntaría el ex Secretario de Cultura local y también poeta, como Huerta.
El apretado programa -que de repartirse «más holgadamente, cabría en 10 días», a decir de Huerta-, arrancó con la mesa inaugural «Octavio Paz en el siglo 21», con la participación de Christopher Domínguez Michael, biógrafo de Paz y quien propusiera que sus restos se depositaran en San Ildefonso; Guadalupe Nettel y el propio Huerta, en torno a la vigencia y pertinencia de su obra y de su legado en estos tiempos.
Algo en lo que el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019 se dijo profundamente interesado, en especial por todo lo que puede desprenderse para la literatura mexicana, para el pensamiento, el debate político y para la depuración de las condiciones de nuestra convivencia.
«Paz vivió toda su vida preocupado por lo que pasaba en el País, y ésa es una parte de su legado que no podemos olvidar. Debemos seguir preocupados por lo que pasa, como parte del legado que hemos recibido de Paz y de los miembros de su generación, entre ellos mi padre (Efraín Huerta), que también estudió en San Ildefonso y que fue su amigo íntimo.
«Entonces, (Paz) significa muchísimo, significa mucho en torno al destino de este País, de la cultura de este País, de la literatura y de la poesía, tan desdeñada siempre, maltratada, relegada, pero tan absolutamente fundamental y esencial para un país como el nuestro», exaltó Huerta.
ENTRE MIXCOAC Y LA LUNA
Este fin de semana, las actividades continúan con, entre algunas otras cosas, la conferencia «Octavio Paz en Mixcoac», dictada por el poeta y filósofo Salvador Gallardo Cabrera, este sábado a las 17:00 horas, en el Patio de Pasantes, acerca de dicho barrio como «un eje del tiempo, vital y poético de Paz», adelantó Huerta.
Horas antes, al mediodía, una lectura de poesía titulada «El poeta entre los poetas» congregará a figuras como Adolfo Castañón -parte de quienes acompañaron en 1990 a Paz en su viaje a Estocolmo, Suecia, para recibir el Nobel-, Tanya Huntington, Hernán Bravo Varela, Ernesto Lumbreras y Malva Flores, quien además presentará el domingo su libro sobre Paz y Carlos Fuentes, Estrella de dos puntas.
Aunado a algunas cosas extramuros o en línea, los organizadores también han tomado en cuenta al público infantil, con actividades como «Un gato cruza el puente de la Luna», sábado y domingo a las 11:30 en el Salón de Talleres.
«Es un verso de Paz. ¿Qué te dice eso?, ¿qué es lo que ves cuando lees o cuando escuchas esa frase? Ése es el juego, y va a ser muy bonito», expresó Huerta, tan emocionado como al hablar de la presentación, domingo a las 13:30 horas, de Barandal, Nueva época, publicación oficial de la Cátedra que dirige y que retoma el nombre de la primera revista donde participó Paz aún como estudiante en San Ildefonso.
«Estamos muy contentos con la revista, salió dignísima, está preciosa. Y nos da mucho gusto», comparte el poeta, coeditor de la misma junto con Jorge Gutiérrez Reyna.
‘NUNCA SERÁ SUFICIENTE’
El esfuerzo de la Cátedra, gestada con un pie en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y otro en la Coordinación de Difusión Cultural y San Ildefonso como sede, no se limita a estas tres jornadas de intensa actividad.
«La Cátedra no es responsable de una ceremonia y de una serie de actividades de inauguración, sino que será un espacio académico, de reflexión y de convocatoria para un diálogo amplio», refirió Vázquez Martín, resaltando las posibilidades del nuevo Memorial como su cuartel.
Un dedicado rincón que surgió como alternativa a la proyección original de depositar las cenizas de Paz y Tramini debajo de la fuente escultórica que Vicente Rojo diseñó en el Patio de Pasantes -última obra del artista plástico-, con 38 piezas triangulares en espiral ascendente que surgen de un espejo de agua.
«En algún momento, el propio Vicente dijo: ‘No está bien, es un cuerpo vivo que trasmina humedades. No es una manera acorde con nuestra civilización, con nuestra cultura de conservar los restos’. Y pronto se empezó a pensar que eran dos procesos paralelos y complementarios, pero que tenían que tener su propia lógica, una más acorde con nuestra tradición; es decir, había que construir un nicho», recordó Vázquez Martín.
«Sí, el Memorial resguarda las cenizas, pero tenía que ser algo más. Una biblioteca, un sitio para la consulta, un espacio laico donde sí se honra la memoria del poeta y su musa, pero también es un lugar para sentarse a leer y a conversar. Es una sala de lectura, de diálogos y de reflexiones».
«Es un espacio de estudio, un acervo en formación. Y vamos a trabajar con mucho ahínco, con mucho entusiasmo, como universitarios que somos», compromete, por su parte, Huerta, delante de un alto librero con numerosos volúmenes de Vuelta, revista que Paz editó, entre otras publicaciones, y de una hilera de equipos de cómputo desde dónde se puede consultar Bosque digital, plataforma que concentra materiales audiovisuales.
De frente a Huerta, ostentoso en significado y valor tras una vitrina, el diploma del Nobel de Literatura de la Svenska Akademien, que Paz recibió de manos del Rey Carlos Gustavo de Suecia. Del lado derecho, el poeta junto a Marie Jo, en el retrato blanco y negro que les hiciera Rogelio Cuéllar, y los restos de ambos ahora detrás de esa espiral de 32 círculos en madera tzalam que ideó Rojo.
«Fíjate nada más. Seguramente (Paz) haría un comentario sobre la vanidad de las cosas humanas. Yo no lo sé», estima Huerta, quien prefiere ceder la voz a aquel soneto de Francisco de Quevedo que tanto gustaba al autor: «Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día / y podrá desatar esta alma mía, / (…) su cuerpo dejará, no su cuidado; / serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado».
Y ante especulaciones sobre el proceder de un Paz en «momentos como éste, marcados por el cambio», Huerta es enfático en cuanto a que lo mejor es atenerse a lo que dicen sus libros; buscar lo que es vigente y lo que puede trasladarse a nuestro momento y nuestra circunstancia.
«Probablemente no es tan difícil, probablemente si leemos Posdata, El ogro filantrópico, El laberinto de la soledad, extraigamos de ahí las frases, las observaciones -agudas siempre, penetrantes- de Paz sobre nuestro País, y a partir de ahí pensar lo que nos toca pensar a nosotros. Él ya hizo su trabajo con una gran generosidad y con una enorme lucidez».
¿Hace falta mucho Paz?
Nunca será suficiente.
