Estudioso de los sistemas electorales y los mecanismos de democracia directa, como la revocación de mandato, David Altman advierte ciertos riesgos y distorsiones en estos ejercicios, aunque destaca la importancia de revitalizar un sistema democrático.
Altman, uruguayo de nacimiento, es autor del libro “Ciudadanía en expansión. Orígenes y funcionamiento de la democracia directa contemporánea”, editado por Siglo XXI y el INE, que empezó a circular en México.
Director del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile, habla en entrevista de ingobernabilidad, inestabilidad, desinformación, manipulación, distorsión, temas ligados en ocasiones a ejercicios como la revocación de mandato.
-Señalas que los ejercicios de democracia directa pueden funcionar como “correctores” de la democracia, pero algunos críticos consideran que podrían poner en riesgo la gobernabilidad de un país y causar cierta inestabilidad.
El mundo de la democracia directa es un popurrí de instituciones variadas; algunas de ellas podrían generar algún tipo de riesgo y algunas podrían ser capciosamente utilizadas, pero en general sea a través de iniciativas populares o referéndums para derogar las leyes en aquellos donde existe, de hecho las democracias representativas tienen mucho menos riesgo y saben que dentro de las reglas del juego está esto, y paradójicamente estos mecanismos abren la puerta a la cooperación política.
Y aquí puedo señalar varios países. Quizá el patrón de oro de la democracia directa, Suiza, no se caracteriza por ser un país muy riesgoso; en nuestro continente Uruguay mismo tampoco se caracteriza por ser un país muy riesgoso o inclusive la mitad de los estados de la unión estadounidense tampoco son estados muy riesgosos: Washington State, New Mexico, California.
O sea, tienen sus problemas, todas las democracias los tienen, y es parte de la idea de la democracia, tener problemas, pero también parte de la idea, solucionarlos. Y estos recursos ayudan a canalizar y a solucionar muchos de estos problemas.
Muy distinto es cuando las autoridades políticas usan el recurso de convocar a las urnas a la ciudadanía, con fines tácticos o estratégicos para avanzar una agenda política particular. De hecho, te diría que en los lugares en donde mejor se usa la democracia directa, la lógica plebiscitaria, está explícitamente fuera del ámbito de acción de las élites. Es decir, un Presidente, para poner un caso que conozco muy bien de Uruguay, no puede un día llamar a la ciudadanía, a convocarla, para que dirima cierta materia o decida sobre cierta cosa. Eso está explícitamente prohibido.
Son los ciudadanos los que a través de procesos conocidos por todos activan estos mecanismos de democracia directa.
-¿Cómo se distorsionan estos ejercicios con informaciones falsas y cómo se puede controlar eso, o qué se puede saber de este fenómeno, la distorsión?
Las elecciones regulares de autoridades también están plagadas de “fake news” y de uso estratégico de la información y la manipulación. Esto lo vimos en la campaña de Estados Unidos de América, el uso perverso de los medios de comunicación que Donald Trump hizo en su momento, es decir, la patología. El uso de información es un tema clave a la hora de entender el funcionamiento democrático, pero no solamente de la democracia directa, sino de la democracia en general, sea para elegir autoridades como para tomar decisiones directas.
El referéndum de Pinochet (1988), que fue hecho en un régimen dictatorial; Brexit (2016) y la paz en Colombia (2016) fueron casos plebiscitarios, es decir, ahí fue la autoridad la que unilateralmente decidió llamar a la ciudadanía para dirimir ciertos problemas.
Y acá vienen quizá dos usos distintos. El caso colombiano fue para darle una hiperlegitimidad a una decisión política recién tomada por el Presidente (Juan Manuel) Santos. Le salió muy mal. El Brexit fue utilizado como un fusible para superar un quiebre en la coalición gobernante interna, es decir, el problema ahí fue, no que se llamó a la ciudadanía para una cuestión de legitimidad, fue para solucionar un problema del Partido Conservador inglés que se llama a la ciudadanía. Pero en ninguno de estos dos casos fue la ciudadanía la que pidió o demandó el voto directo.
-¿Ves peligros de retrocesos dentro de estas innovaciones democráticas, peligro de algún tipo?
Bueno, acá depende de lo que tú llamas retroceso y lo que llamemos avance y retroceso, ¿verdad? Hay veces que las decisiones que tomamos los ciudadanos nos podrán parecer poco justas, nos podrán parecer que son retrocesos de hecho, por ejemplo, sectores muy conservadores en Europa del Este hace pocos años pasaron reformas constitucionales vía democracia directa en donde explícitamente se incluye en la Constitución que el matrimonio es entre un hombre y una mujer.
Las constituciones hasta ese momento permitían, dejaban en la ambigüedad qué era el matrimonio. Y ahora explícitamente, sectores ultraconservadores logran incluir eso. ¿Eso es un retroceso? Bueno, para las personas que quieren casarse y son del mismo sexo, posiblemente sea un claro retroceso en la legislación; para las personas más conservadoras, religiosas o tradicionalistas posiblemente sea un gran avance. Entonces, el punto, el marco de referencia del progreso o retroceso, varía para cada cual.
-En México estamos por tener el próximo domingo un ejercicio de revocación de mandato, en medio de un ambiente en donde se denuncian vicios como la intromisión del Gobierno y del partido mayoritario, pero también es un hecho que es una convocatoria amplia a todos los ciudadanos. ¿Qué nos puedes decir sobre este ejercicio?
Yo lo veo mucho menos como un referéndum revocatorio, si hablamos técnicamente de lo que es la revocación, porque me parece raro una revocatoria que la propia autoridad que puede ser revocada sea el “buque insignia”, eso es muy raro en la literatura, ¿verdad?, en la experiencia mundial.
Lo veo mucho más como un plebiscito confirmatorio. Esto ha ocurrido, por ejemplo, en Bolivia en 2008, ocurrió un ejercicio muy parecido en donde el Presidente Evo Morales, con el Congreso boliviano, particularmente el Senado, convoca a la ciudadanía a un “juego de gallito”, como se podría decir en la teoría de juegos, y le salió razonablemente bien, o sea, fue reconfirmado, pero también a los jefes departamentales en Bolivia, que no viene al caso.
Lo que creo es que técnicamente, lo que estamos viendo el próximo domingo en México, no es lo que se vio en California el año pasado, no es lo que se vio con Schwarzenegger también en California hace unos años atrás. Acá es un caso raro, porque si bien hay recolección de firmas, estas firmas fueron básicamente recolectadas por el aparato oficialista, y esto es una especie distinta.
-¿Y cómo ves que la oposición llame a no votar?
Bueno, esto viene de la mano, esencialmente, de quitarle el piso a los quórum necesarios, también esto forma parte de un corolario del diseño institucional.
Lo mismo pasó en Hungría el domingo pasado con el voto sobre las preguntas (en un referéndum sobre diferentes regulaciones de género e identidad sexual), donde la oposición llamó a no votar, de forma que no se llegara a los mínimos necesarios de participación. Quitarle el apoyo legal a la medida y simplemente quedaba como algo en la anécdota, pero quitarle todo poder vinculante a la decisión.
