En agosto de 1863, el diario estatal de Costa Rica publicó una necrológica lamentando la muerte de un capitán llamado «Guillermo» Le Lacheur, llena de elogios para este extranjero que le había hecho «gran bien a Costa Rica»
BBC News/Mundo
Se trataba de William Le Lacheur, un marino mercante de la Bailía de Guernsey, en el Canal de la Mancha, a quien algunos historiadores le atribuyen no sólo haber jugado un papel preponderante en el desarrollo del comercio del café, producto insigne de Costa Rica, sino haber contribuido directa e indirectamente a la estabilidad económica, política y social de la que ha gozado el país centroamericano.
Un columnista en el diario La Tribuna, en 1933, llegó a decir que «Costa Rica es deudora del capitán Le Lacheur», mientras que otro en La Nación, en 1951, se refirió al papel que tuvo en la defensa de la soberanía costarricense ante un conato de invasión a mediados del siglo XIX.
Aún los más escépticos historiadores coinciden en que este marino de una pequeñísima isla en el Canal de la Mancha estableció una actividad comercial en una incipiente nación centroamericana que se volvió fundamental para su progreso.
Pero, ¿por qué tan pocos han oído hablar de este comerciante y sus contribuciones a Costa Rica? ¿Qué se está haciendo para rescatar su memoria?
Vocación de marino
William (bautizado Guillaume) Le Lacheur, nació el 15 de octubre de 1802 en Guernsey, una de las tres islas anglonormandas en el Canal de la Mancha pertenecientes a la corona británica, pero que no son parte de Reino Unido.
Sus inicios fueron sencillos. Tras recibir una educación básica, Le Lacheur siguió los pasos de su familia dedicándose a la agricultura, pero bajo la influencia de su abuelo, que tenía un barco, aprendió náutica y pronto encontró su verdadera vocación en el mar.
El joven decidió arrendar su propia embarcación para transportar cargamento desde su natal Guernsey hasta la vecina Inglaterra y luego vio mayores oportunidades importando a ese país fruta del Mediterráneo con un barco más grande.
A finales de la década de 1830, formó su propia compañía mercante con una embarcación construida para ese propósito, The Monarch. Según le contó a la BBC la historiadora de Guernsey, Gillian Lefensty, el emprendedor marino zarpó hacia el Caribe atraído por las grandes perspectivas económicas de la exportación de azúcar y ron de las Antillas.
En ese viaje, no encontró un cargamento para llevar de vuelta a Inglaterra, así que decidió navegar por las costas de Sudamérica, bajando primero por Brasil hacia el Atlántico Sur, doblando por el Cabo de Hornos hasta recorrer hacia el norte los puertos del Pacífico del continente americano.
Hay diferentes versiones de cómo terminó en Costa Rica. Pudo ser por una feliz coincidencia, o porque estaba bien informado, o porque su velero necesitaba arreglos, o por una invitación. Lo cierto es que The Monarch atracó en 1841 en Puntarenas, donde Le Lacheur entró en contacto con los caficultores de ese país.
Costa Rica, «una república del café»
Costa Rica recién había logrado su independencia de España hacía un par de décadas y contaba con un pequeño comerció de café hacia cuatro destinos: San Francisco, en la costa oeste de Estados Unidos; Le Havre, en Francia; Hamburgo, en Alemania; y Londres, en Inglaterra.
Ese cultivo, según el historiador, autor y diplomático Armando Vargas Araya, es lo que le permitió al país centroamericano ser una nación viable. «El café formó la cultura, la identidad y la nacionalidad de Costa Rica», le explicó a BBC News Mundo.
En ese entonces no existía un camino desde el Valle Central, donde se producía el grano, hacia la costa Caribe del país y eso obligaba a llevar el café de exportación en carretas tiradas por bueyes hasta Puntarenas en el Pacífico. De allí zarpaban los barcos en el largo trayecto de casi 24.000 km, pasando por el peligroso Cabo de Hornos hasta Europa.
«La ruta hacia Londres era la más importante», señala Vargas Araya, pero en esas primeras etapas de la exportación, el café llegaba primero a Valparaíso, y de ahí se reexportaba a Londres como «café de Chile», pese a que en «Chile no produce café».
Los intermediarios en Valparaíso, en su mayoría ingleses, eran los que percibían la mayor parte de las ganancias. William Le Lacheur vio una oportunidad y convenció a los productores de café costarricenses de que le dieran un cargamento en consignación para llevarlo directamente hasta Londres.
En un acto de absoluta confianza, los agricultores le entregaron unos 5.000 bultos de café para que los llevara en la larga travesía de unos 100 días, esperando que los pudiera vender y regresara muchos meses después con el dinero de la compra. Y así sucedió.
«Con esto, él selló su honradez y una buena relación con los productores de café de la época», comentó a BBC News Mundo el ingeniero Sergio Vargas Calderón, un administrador de la Universidad de Costa Rica y estudioso del tema. «Marcó el inicio de la comercialización del café de Costa Rica a gran escala».
A partir de 1843 empieza el comercio regular entre Londres y Puntarenas, lo que el embajador Vargas Araya llama el «Coffee Trade», que «inserta a Costa Rica en el comercio del café y le permite obtener ingresos regulares procedentes del exterior».
Si bien Le Lacheur no fue el único exportador, su comercio directo con Londres «fue determinante en el desarrollo de Costa Rica como república del café», enfatiza Varga Araya, lo que, según su tesis, «modeló» la estabilidad, tolerancia y democracia históricas del país.
Ese comercio produjo un enorme cambio en el país, con un aumento extraordinario en el número de caficultores y un primer período de prosperidad general, señala Sergio Vargas, de la Universidad de Costa Rica. «El valor de la propiedad aumentó, así como el nivel de vida de los habitantes. Las administraciones se interesaron en nuevos aspectos de la vida económica y social».
Con el dinero del café se construyeron carreteras. Un impuesto por saco exportado permitió su mantenimiento y también se promovieron modificaciones de la estructura agraria, agrega el profesor.
Ideología, biblias y fútbol
La empresa de Le Lacheur alcanzó a tener casi 20 embarcaciones -muchas con nombres hispanos como Herradura, Barranca, Esperanza o Costa Rica- en las que ondeaba la bandera costarricense en el asta principal. Realizaron 242 travesías y transportaron más de un millón y medio de bultos de café en un comercio que continuó hasta 1886, mucho después de la muerte del capitán.
Pero ese comercio no fue en una sola dirección. Los barcos que regresaban a Costa Rica estaban cargados con «los bienes de la revolución industrial», dice el embajador Vargas Araya. Llegaron herramientas, instrumentos para la agricultura, vidrios para las casas, muebles y textiles. Todos estos fueron transformando la producción, las costumbres, la moda y los gustos costarricenses.
Los hijos de los cafetaleros fueron encomendados al capitán Le Lacheur para que estudiaran en instituciones británicas, siguiendo carreras prácticas en comercio, finanzas, administración y agricultura, disciplinas que luego aplicaron en su país.
Según Vargas Araya, con ellos también llegaron las ideas del utilitarismo -reflejadas en la reforma educativa del siglo XIX que alcanzó a todas las clases sociales- y el cooperativismo, que se extendió entre los medianos propietarios de los cafetales.
Como fiel evangélico, Le Lacheur llevó biblias en español para difundir la doctrina protestante entre una población que él consideraba que estaba excluida de los textos religiosos por el legado cerrado del catolicismo. Igualmente, donó una estructura metálica para la construcción de la primera capilla evangélica en San José, El Buen Pastor, que fue reconstruida en 1937 y sigue en pie.
Más que una imposición de culto, Armando Vargas Araya considera que eso sentó las bases de la tolerancia religiosa que se practica hoy en día en Costa Rica.
«Tuvo un impacto cultural absoluto», indica el embajador, que se extendió a la introducción del fútbol, cuyo primer partido en esa tierra lo jugó un equipo de estudiantes que se habían formado en universidades de Reino Unido, de donde trajeron los uniformes, los botines y el balón. Se llamaban «Los inglesitos».
En defensa del territorio
Entre 1855 y 1857, Centroamérica fue objeto de una invasión encabezada por el filibustero William Walker, que se había hecho elegir presidente de Nicaragua. Costa Rica lideró política y militarmente la alianza formada por los demás países centroamericanos para repeler a los invasores.
El conflicto tiene un contexto mayor que giraba en torno a la posible construcción de un canal interoceánico. «Había dos intereses contrapuestos», explica el historiador Iván Molina, de la Universidad de Costa Rica. «El de EE.UU., que apoyaba a Nicaragua, y el de los británicos, que apoyaban a Costa Rica».
Siendo así, Reino Unido les entregó 500 rifles minié (entonces una importante arma de infantería) y otros equipos de combate que fueron transportados en los barcos de Le Lacheur para los soldados costarricenses para la Batalla de Santa Rosa, el 20 de marzo de 1856.
«Esos rifles minié fueron la diferencia… les dieron una ventaja inicial contra los invasores que no querían creer que fueran costarricenses los que los detuvieron y marcaron la raya contra la expansión esclavista», asegura el embajador Vargas Araya.
Posteriormente, según el historiador y diplomático, en los barcos que esperaban ser cargados de café en Puntarenas, Le Lacheur ayudó a acercar tropas hacia Rivas, Nicaragua, para que llegaran descansadas para otra importante batalla el 11 de abril de 1856.
Iván Molina no cree que esas acciones tuvieran un papel decisivo en el conflicto. Pero Sergio Vargas Calderón dice que, aunque pudo haber sido principalmente un gesto simbólico, Le Lacheur «sin pedir nada a cambio, quiso ayudar a Costa Rica, demostrando lo que representaba para él el país y su relación con este».
Olvido histórico
William Le Lacheur murió en 1863, pero su hijo continuó con las exportaciones de café hasta 1886. Con la llegada de los barcos de vapor, más robustos y rápidos, la familia se retiró del comercio.
La hija de William, Louisa Maria, se casó con Benjamin Abbot Lyon, un inglés que fundó la Casa Lyon (después Banco Lyon) en Costa Rica. Sus hijos y nietos mantuvieron lazos estrechos con Costa Rica, alternando su residencia con Inglaterra. La más joven generación descendiente de los Lyon-Le Lacheur fue criada y vive hoy día en el país centroamericano.
Una de las diferencias de Le Lacheur con los otros comerciantes de café extranjeros fueron los estrechos vínculos que creó en lo que llegó a llamar «el país que amo» y las relaciones con las élites cafeteras.
El capitán y sus veleros fueron conmemorados en los timbres y billetes nacionales de Costa Rica. Sin embargo, es muy poco lo que el público en general sabe de su legado a lado y lado del Atlántico.
«Es impresionante cómo esto no se conoce en las escuelas», le dijo a BBC News Mundo George Lyon. «William Le Lacheur es poco conocido porque los políticos no ganan nada dándole créditos a un foráneo», expresó.
«Somos muy desmemoriados», dice el historiador y autor Armando Vargas Araya, señalando que, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial, los ojos de Costa Rica han estado puestos en todo sentido sobre Estados Unidos, olvidándose de las estrechas relaciones que tuvieron con las islas británicas.
Por su parte, el ingeniero Sergio Vargas Calderón apuntó: «Nunca se le ha realizado un reconocimiento como se merece y la historia lo pide».
Recuperación de la memoria
Pero las cosas parecen estar cambiando.
En la isla de Guernsey -donde hay casas con nombres en español que aluden a la conexión costarricense- hay un renovado interés por el legado de este mercante marino.
El historiador Steve Foote, cuyo tatarabuelo fue tripulante en varios viajes de los barcos de Le Lacheur a Costa Rica, ha establecido una correspondencia con Armando Vargas Araya con la intención de escribir un recuento histórico.
En 2015, una descendiente de un capitán de la flota Le Lacheur le pidió a la artista local Frances Lemmon que visitara los lugares relacionados con el empresario en Costa Rica para que pintara unos cuadros y escuchara a los caficultores hablar de él.
Ahora, en el Museo de Guernsey hay una exposición dedicada a William Le Lacheur y las autoridades han podido identificar la parroquia donde nació, donde colocarán una placa en su memoria.
«Me encantaría que nuestros estudiantes aprendieran sobre cómo un personaje de Guernsey, hace mucho tiempo, dejó su huella en un pueblo al otro lado del mundo», expresó Jonathan Le Tocq, ministro de Relaciones Exteriores de Guernsey.
Le Tocq habló con la BBC durante una reciente ceremonia, auspiciada por la Embajada de Costa Rica en Reino Unido y el Instituto del Café de Costa Rica (ICAFE), en la que se develó la copia de una placa que se colocará en el puerto londinense de St. Katherine’s Dock, para marcar el sitio donde descargaban los barcos de Le Lacheur y conmermorar el comercio del café que él ayudó a transformar.
«Esta placa es el inicio de un acto de justicia de Costa Rica hacia uno de sus principales benefactores, que por su influencia logró que Costa Rica pasara de ser la más remota y empobrecida colonia del Imperio Español a una nación viable», expresó Armando Vargas Araya, quien también asistió a la ceremonia.