Lola Álvarez Bravo (1903-1993) se revela en el Museo de Arte Carrillo Gil como una fotógrafa cuya tenacidad, arrojo y humor la convirtieron en autora de una vasta obra que abarcó lo mismo el periodismo que el retrato o la propaganda -política y comercial-, así como la experimentación artística.
La otra Lola: Documentación, persuasión y experimentación fotográfica, 1930-1955 es el título de la exposición que, bajo la curaduría de la investigadora Deborah Dorotinsky, se presenta en el recinto de San Ángel, con alrededor de 250 imágenes de la artista, entre ellas unas 200 que publicó, sin crédito, en revistas institucionales como El Maestro Rural, de la Secretaría de Educación Pública (SEP); México de Hoy, órgano informativo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), o Memorias, de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, de 1954 a 1955.
Era costumbre en la época publicar fotografías sin el crédito correspondiente, por lo que reconocer a Lola Álvarez Bravo como la autora de las imágenes fue una labor que reclamó una década de trabajo a Dorotinsky, estudiosa de la historia de la fotografía, sobre todo el periodo moderno del siglo 20.
La labor incluyó una investigación en el Center for Creative Photography (CCP), de la Universidad de Arizona, el cual resguarda el archivo de la creadora jalisciense, maestra en la Academia de San Carlos, colaboradora de pintores como Diego Rivera, Frida Kahlo y Rufino Tamayo, y esposa del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, de quien conservó su apellido tras divorciarse en 1934.
Fue una época en la que los fotoperiodistas comenzaban a organizarse como gremio para abogar por mejores condiciones laborales y la publicación de sus créditos, pero no lo lograban del todo, señala en entrevista la experta del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
«La enorme mayoría de las fotografías (de Lola) que no tienen autoría están identificadas con negativos en el acervo del CCP», revela la doctora en Historia del Arte, quien también reconoció otras en una colección privada.
«Es una parte de su producción visual que no conocíamos», enfatiza Dorotinsky al ponderar la acuciosa obra que desarrolló Álvarez Bravo, también destacada paisajista, como revela esta exposición.
«La obra impresa que dejó, la que ella consideraba artística, la realizó al mismo tiempo que estaba haciendo su trabajo pagado, su ‘chamba’, como le llamaba. Y en el mismo rollo (de la chamba) venían las fotografías de cosas que le llamaban la atención, como le platicó al fallecido crítico Olivier Debroise. Le contó que iba caminando y que cuando veía algo que le gustaba decía: ‘¡Esto es para mí!’, y tomaba la foto», relata la investigadora.
Las «obsesiones» fotográficas de Lola, como las manos de los trabajadores en su labor, las gradas del Centro Escolar Revolución, el arte popular o los hombres que duermen la siesta en la calle, tienen cabida en esta muestra que se inaugura este sábado en Avenida Revolución 1608, en San Ángel.