Aunque los esfuerzos están encaminados en avanzar en la transición energética y reducir el uso de combustibles fósiles, la dependencia de éstos podría continuar hasta en un 66 por ciento para 2050.
Lo anterior, según el Annual Energy Paper 2022 realizado por JP Morgan, en el que las prácticas de descarbonización se ven detenidas por sectores en los que su uso sigue siendo intensivo.
«La participación de los combustibles fósiles en la energía primaria mundial está disminuyendo a un ritmo un poco más rápido, principalmente como resultado de grandes inversiones en energía eólica y solar utilizada para la generación de electricidad. Los precios de mercado para adquirir energía eólica y la energía solar se desplomaron en la última década, como consecuencia de las ganancias de escala y productividad.
«Aun así, la dependencia del combustible fósil en el mundo desarrollado y en desarrollo sigue siendo alta (70 por ciento incluso en Europa, que tiene una mayor penetración de renovables). La Agencia Internacional de Energía (AIE) proyecta que el mundo aún puede depender en un 66 por ciento de los combustibles fósiles en 2050», refiere el informe.
Según el documento, la transición energética difiere marcadamente de las transiciones en tecnología, salud y otros sectores; la descarbonización de la electricidad está en marcha, pero la descarbonización de la producción industrial, el transporte y la calefacción se retrasa mucho más en países en que reducen la producción de combustibles fósiles bajo el supuesto de que las energías renovables pueden reemplazarlos y se enfrentan a importantes riesgos económicos y geopolíticos.
«Primero, los ‘costos nivelados’ que comparan la energía eólica y solar con los combustibles fósiles son barómetros engañosos del ritmo de cambio. Las estimaciones de costos nivelados rara vez incluyen los costos reales que requiere la alta penetración de la red renovable: inversión en transmisión para crear áreas de cobertura renovable más grandes, energía térmica de respaldo requerida para momentos en que la generación renovable es baja, y costos de capital y mantenimiento de baterías a gran escala.
«En segundo lugar, los beneficios de la descarbonización de la red están limitados por la baja electrificación del uso de energía industrial, la calefacción y transporte», refiere el documento.
Además, considera que existe una brecha importante entre los países desarrollados y los que están en desarrollo, lo que implica que las acciones no sea unificadas.
«Durante los últimos 25 años, el mundo desarrollado cambió gran parte de su producción intensiva de carbono de acero, cemento, amoníaco y plásticos al mundo en desarrollo. Si bien se prevé que el mundo desarrollado continúe reduciendo su energía, se prevé que el consumo de energía del mundo en desarrollo siga aumentando y como un recordatorio, el carbón sigue siendo ampliamente utilizado en muchos países en desarrollo.
«El mundo se vuelve más eficiente energéticamente cada año, pero los niveles de emisiones siguen aumentando. Las ideas de descarbonización se basan en el reemplazo de combustibles fósiles en lugar de reducir el consumo de combustibles fósiles por año per cápita o por unidad de rendimiento», apuntó el estudio.