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jueves 26 de diciembre de 2024

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La nueva paternidad y el gran reseteo de la masculinidad

La nueva paternidad y el gran reseteo de la masculinidad

La paternidad es una de las principales formas sociales mediante las cuales se exterioriza la identidad masculina y es un hecho que hoy las estructuras de esa identidad están cambiando profundamente.

Cuando un hombre se convierte en padre se marca un hito transformador hacia un destino a veces incierto; se amplifica la responsabilidad vital y, al mismo tiempo, se abre una ventana hacia la trascendencia que no tiene comparación, una posibilidad de que al menos un porcentaje pequeño de tu cariño, tus ideas, tu perspectiva y tus valores queden en la tierra cuando te vayas.

Hay padres de todo tipo. Algunos presentes y otros ausentes, hay padres amorosos y otros distantes, los hay estructurados y laxos. Por cada ser humano en la tierra hay una imagen de padre y una oportunidad de cambio.

La paternidad es una de las principales formas sociales mediante las cuales se exterioriza la identidad masculina y es un hecho que hoy las estructuras de esa identidad están cambiando profundamente.

Desde hace algunos años vemos que las nuevas generaciones de padres muestran mucho mayor interés en intervenir activamente en el proceso del embarazo, la crianza y educación de los hijos, a partir de la cercanía emocional, afectiva y física.

La nueva paternidad tiene el potencial de ser mucho más sensible, presente, abierta y orientada al crecimiento. De muchas formas, es un acto de rebeldía para todos aquéllos que están dispuestos a defenderla, pues implica caminar una nueva ruta, a veces completamente desconocida, en la que todas las estructuras se ven obligadas a responder: la familia con sus tradiciones, las empresas con sus prestaciones, el gobierno con sus políticas y la sociedad en general con sus opiniones.

Cambiar una práctica de paternidad tradicional a una moderna significa transformar el paradigma mental que todos cargamos después de años de aprender modelos de una masculinidad que en muchas cosas ha resultado ser tóxica. Puede ser que podamos rescatar uno que otro beneficio de la paternidad tradicional basada en un orden de género hegemónico, pero es momento de una actualización a gran escala.

Hoy se está poniendo a prueba el antiguo modelo de “proveedor, protector, autoritario y mayormente ausente”, por uno en donde el hombre activamente busca conectar, generar equilibrio y sintonizar los afectos con su familia, lo cual también va marcado por ciertas conductas muy positivas para generar un espacio más justo en el hogar, con tareas compartidas sin consideración de la identidad de género y con énfasis en el bienestar colectivo. 

Estamos viviendo un proceso de deconstrucción que parte de la idea de que podemos cambiar la realidad si cambiamos la forma en que la definimos y la expresamos. Tenemos que crear un nuevo lenguaje en torno a lo que significa ser padre y completarlo en su intricada danza con la nueva maternidad».

El futuro positivo y consciente de la humanidad depende de la calidad con la que podamos criar a las nuevas generaciones, y eso está completamente en nuestras manos. A cada uno le corresponde actualizarse.

Para lograrlo, por desgracia, hay un gran obstáculo, porque si bien nuestra imagen de paternidad está evolucionando, nuestra visión del trabajador ideal permanece inmutable a pesar de los impactos al status quo: Las empresas siguen valorando a los empleados que se encuentran completamente dedicados al trabajo, sin obligaciones ni compromisos externos. Entonces, ¿cómo pueden coexistir estos ideales cambiantes con la forma en la que se valora el trabajo?

Estamos rodeados de barreras que impiden el florecimiento de la nueva paternidad, algunas de ellas son:

  1. La imagen del trabajador ideal, donde los hombres sienten que deben cumplir con las expectativas de trabajar incansablemente para ser los mejores empleados y proveedores.
  2. La internalización cultural de las normas tradicionales de género, donde los hombres perciben que cuidar no es un trabajo de hombres o que las mujeres por alguna razón lo hacen mejor.
  3. La falta de políticas públicas contundentes que acerquen el nuevo rol paterno que obligue a las empresas a generar espacios justos y equitativos para todos.

Afortunadamente hay algunas empresas que están intentando mejorar sus políticas y existen iniciativas de reforma a la Ley Federal del Trabajo para lograr mayor equidad en los días de licencia de paternidad. Aun así, la realidad es que nos estamos quedando cortos en el avance.

Los nuevos padres tienen tres alternativas ante el contexto actual: uno, conformarse a las normas tradicionales y seguir cómodamente protegidos por el orden hegemónico. Dos, resignarse a las normas e intentar hacer algunos cambios privados para estar más en contacto con la familia o, finalmente, convertirse en activistas rebeldes que alzan la voz desafiando las normas del trabajador ideal y defendiendo una mejor forma de hacer sociedad desde la paternidad consciente.

Necesitamos más rebeldes, pero para ello nos tenemos que obligar a romper el círculo de confort en el que vivimos. Los padres muchas veces tienen miedo de enfrentar la paternidad y usan a las empresas o al trabajo como excusas para no ejercer de padres. No es fácil que asumamos este rol.

Es clave fomentar una cultura laboral que permita a los padres formar parte de los cambios en las rutinas familiares. Las organizaciones deben enfatizar que es legítimo que los hombres decidan ser padres presentes y cuidadores, mediante la creación de oportunidades equilibradas entre el trabajo y la familia para todos.

Tenemos que garantizar que las políticas de flexibilidad en el lugar de trabajo se apliquen a todos y que sean universalmente atractivas para desestigmatizar el uso por parte de los hombres. También debemos capacitar a los líderes sobre la importancia del equilibrio entre el trabajo y la familia y acompañarlos a generar compromisos para cambiar la cultura laboral y quitarle fuerza a la norma tradicional del trabajador ideal.

Mirémoslo de esta forma, somos los padres (y madres) de la nueva humanidad. Lo que hacemos hoy suma o resta a la prosperidad y perspectiva que tendrán nuestros descendientes. ¿Qué valores queremos que trasciendan? ¿Qué tipo de consciencias queremos crear?

Estoy seguro de que, en lo profundo, valoramos más el afecto, la cercanía y la presencia, por lo que tenemos la obligación moral de comportarnos a la altura de las circunstancias y seguir abogando por la transformación de la mentalidad colectiva a través de formas más evolucionadas de vivir nuestras familias en comunión con el trabajo. Evolucionar la paternidad es una decisión que debemos tomar.  

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