No hay hasta el momento estudios concretos sobre la toxicidad en las personas. No obstante, los efectos dañinos que se han detectado en ciertos animales acrecientan los temores respecto a sus consecuencias para la salud humana.
La contaminación microplástica es cada vez mayor, no solo en los océanos, las montañas y en el aire, sino también en el cuerpo humano. «Hace 10 años no imaginábamos que pudiera haber tantos microplásticos invisibles a simple vista y que estuvieran por todas partes, a nuestro alrededor», asegura el investigador francés Jean-Francois Ghiglione, del Laboratorio de Oceanografía Microbiana de Francia.
Son cada vez más los estudios científicos entorno a este problema que detectan plásticos en órganos humanos. Aunque los expertos no concebían la idea de que eso ocurriera, ahora hay pruebas de hallazgos en «los pulmones, el bazo, los riñones e incluso la placenta», dijo recientemente Ghiglione en un diálogo con la agencia AFP.
En abril, una investigación realizada por la Escuela de Medicina Hull York y la Universidad de Hull (Reino Unido), detectó por primera vez restos de estos contaminantes en lo más profundo de los pulmones de personas vivas sometidas a cirugía. «Sabemos que hay microplásticos en el aire, sabemos que nos rodean. La sorpresa para nosotros fue la profundidad a la que llegaron en los pulmones y el tamaño de esas partículas», comentó a la agencia francesa Laura Sadofsky, profesora titular de Medicina Respiratoria en la Escuela de Hull York y autora principal del estudio.
Un mes antes, otro equipo de científicos halló por primera vez restos de microplásticos en la sangre del 80 % de las 22 personas incluidas en su investigación. Los restos hallados en la mitad de los participantes se correspondían con plásticos PET, utilizados para la elaboración de botellas, entre otros usos, mientras que un tercio contenía poliestireno, usado para la producción de bolsas de plástico.
¿Peligro real o potencial?
Pese a los hallazgos, la comunidad científica coincide en que aún es pronto para sacar conclusiones respecto a la real peligrosidad de los microplásticos en el ser humano, ya que todavía hay muchas preguntas en el aire: ¿Se retienen las partículas en el cuerpo? ¿Son transportadas a ciertos órganos? ¿Estos niveles son lo suficientemente altos como para desencadenar enfermedades?
«Si le pregunta a un científico si hay un efecto negativo, él o ella dirá: ‘no lo sé’. Es potencialmente un gran problema, pero no tenemos la evidencia científica para confirmar de forma fehaciente cuáles son los efectos, si los hay», explica a AFP, Bart Koelmans, profesor de Ecología Acuática y Calidad del Agua en la Universidad de Wageningen (Países Bajos).
No hay hasta el momento estudios concretos sobre la toxicidad en el hombre. No obstante, los daños que se han encontrado en ciertos animales acrecientan los temores respecto a sus consecuencias para la salud humana. «Pequeños microplásticos invisibles a simple vista tienen efectos nocivos en todos los animales que hemos estudiado en el medio marino o en tierra», subraya al respecto Ghiglione. La variedad de sustancias químicas que componen los plásticos —como tintes, estabilizadores y retardantes— pueden llegar a afectar el crecimiento, el metabolismo, la presión arterial e incluso la reproducción, detalla.
En cuanto a la salud humana, tan solo existen hipótesis sobre la aparición de ciertos síndromes debilitantes. Por otro lado, no se descarta que, si bien su presencia en el cuerpo se ha identificado hace poco, nuestra especie haya estado ingiriendo y respirando plásticos durante años. De cualquier modo, Ghiglione hace un llamado a afrontar este problema con «precaución», insistiendo en reducir la fabricación de empaques, botellas y otros productos de plástico, así como su consumo.