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domingo 5 de mayo de 2024

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Entre Marx y San Juan Crisóstomo.

Entre Marx y San Juan Crisóstomo.

Rubén Moreira Valdez

Los días posteriores a la crucifixión son fundamentales para el nacimiento de la religión católica. No es difícil imaginar la tensión de los apóstoles ante el hecho traumático de la muerte de su líder. La violencia romana era conocida; asesinar a quienes disentían de ellos era cosa común, y para el invasor la vida de los judíos era de poco valor. Después de todo, para el imperio, el pueblo de Israel era uno de muchos bajo su dominio. Por cierto, uno bastante pobre y orgulloso.

Las cosas mejoraron cuando Jesús venció a la muerte, hecho que confirmó su fe – recordemos las dudas de Tomás – y les permitió asumir en toda su inmensidad la Revelación definitiva y conocer la verdad suprema: hay un plan de Dios para la humanidad. La resurrección le da razón a la existencia humana; sin ella no tiene sentido nada. Sin embargo, es interesante descubrir y entender como este puñado de hombres y mujeres se multiplicó hasta convertirse en un movimiento que trascendió su espacio geográfico y llevó la buena nueva a todo el planeta.

El Paráclito es el motor que impulsa a la Iglesia encomendada a Pedro. Él es quien alienta la acción de los primeros padres, quien los acompaña en su obra misionera y en el primer concilio, evento fundamental para la prédica entre los gentiles. Solo con la presencia del Espíritu podemos comprender la fe de aquellos primeros cristianos y su entrega total al mensaje salvífico. El libro que conocemos como Hechos de los Apóstoles nos narra los días iniciales de aquella comunidad.

El sabio Antonio Usabiaga, ex párroco de Fátima, en Saltillo, solía preguntar en sus largas e interesantes prédicas: si Jesús entrara por esa puerta ¿nos reconocería como sus seguidores? Las primeras comunidades cristianas vivían, a decir de los textos neotestamentarios, de manera muy diferente a las de sus contemporáneos. Veamos: “Todos los creyentes estaban unidos y tenían todas las cosas en común. Vendían las posesiones y los bienes y los repartían entre todos, según las necesidades de cada uno”. Mientras a los romanos les encantaba lanzar al prójimo a los leones.

Walter Montenegro, en su famoso manual sobre las doctrinas político-económicas, al hablar del comunismo – aquella bella utopía de los siglos XIX y XX – nos recuerda su paralelismo con los días primeros de la Iglesia Católica. Hay que recordar que durante cientos de años en el seno de ella se dio una fuerte lucha por revivir los días iniciales de la fe, y los primeros pensadores mostraron una fuerte inclinación por una vida austera y comunitaria.

El mandato no dejaba dudas: “Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego ven y sígueme”. Así dice Jesús en el Evangelio de Lucas. Para san Juan Crisóstomo estaba clara la opción preferencial en favor de los que menos tienen e incluso alguna vez pronuncia una frase lapidaria: “Es imposible enriquecerse honradamente”. Claro que su postura le ganó la enemistad de los ricos del pueblo y, junto con ellos, de los gobernantes.

San Juan nació en Antioquía, hoy territorio de Turquía, y llegó a ser el poderoso obispo de Constantinopla. Desde su cátedra enfrentó al poder y terminó muerto en un lejano exilio. Crisóstomo, quiere decir “boca de oro”. El sobrenombre lo ganó por su elocuencia, y de ella dan cuenta un sinnúmero de homilías y escritos en los cuales igual enfrenta a herejes, que explica los Evangelios.

Benedicto XVI nos dice sobre el pensamiento de este Padre de la Iglesia: “…comprendió que no basta con dar limosna o ayudar a los pobres de vez en cuando, sino que es necesario crear una nueva estructura, un nuevo modelo de la sociedad; un modelo basado en la perspectiva del Nuevo Testamento. Es la nueva sociedad que se revela en la Iglesia naciente.”

La trágica muerte de San Juan es una muestra de lo inexacto de aquella frase que dice: “El pueblo unido jamás será vencido”. Alguna vez escuché decir a Jorge Castañeda que resulta más acertada la que reza: “Los ricos unidos, jamás serán vencidos”.

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