Esta es la historia del misterioso DB Cooper y el secuestro aéreo que las autoridades estadounidenses no han podido resolver en 50 años.
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24 de noviembre de 1971. El vuelo 305 de Northwest Orient con destino a Seattle, Washington parecía transcurrir sin ningún contratiempo para la mayoría de sus pasajeros. Sin embargo, en el asiento 18C sucedía algo extraordinario: un hombre estaba secuestrando el avión y transmitiendo sus peticiones al FBI en completa calma. Durante las siguientes horas, las autoridades cumplieron con las exigencias del criminal para evitar una tragedia, sin saber que todo lo que hacían era parte de un elaborado plan orquestado por un hombre del que hoy, a 50 años del secuestro de la aeronave, no se conoce su paradero, ni identidad exacta. Solo se sabe el nombre falso que dio al registrarse para abordar la nave: DB Cooper.
Pero ¿quién fue este sujeto? ¿cómo consiguió lograr su mítica hazaña que se mantiene en los archivos del FBI como un caso sin resolver? y ¿qué fue de él después de escapar de la policía, el Buró Federal de Investigación y la propia naturaleza? Esto es todo lo que sabemos al respecto.
¿Quién fue D.B. Cooper?
De acuerdo con registros gubernamentales, D.B. Cooper (o Dan Cooper) era un hombre de unos 45 años que tomó un vuelo comercial en el Aeropuerto Internacional de Portland durante la víspera del Día de Acción de Gracias de 1971. Su look ejecutivo no pasó desapercibido entre quienes laboraban en el mostrador de la aerolínea Northwest Airlines: vestía traje oscuro con camisa blanca y corbata negra, una larga gabardina elegante y lentes oscuros.
Una vez que el avión inició su recorrido, el misterioso hombre dio una nota a la auxiliar de vuelo Florence Schaffner. Debido a su apariencia, la mujer creyó que estaba intentando coquetear con ella y guardó el papel sin revisarlo. Minutos después, el pasajero del 18C se le acercó y pidió que leyera lo que había escrito: “Tengo una bomba en mi maletín. La usaré si es necesario. Quiero que se siente junto a mí”. Schaffner cumplió la orden; Cooper abrió su maleta y le mostró una serie de cables unidos a grandes bloques rojos que parecían ser dinamita.
Guiada por el miedo, la azafata tomó nota de todo lo que decía el sujeto. El secuestrador le dio órdenes exactas de lo que buscaba. Quería que el avión aterrizara en el Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma; allí, recibiría $200 mil dólares en billetes sin marcar y cuatro paracaídas civiles (dos paracaídas de espalda y dos paracaídas de emergencia). El piloto recibió el mensaje y extendió las solicitudes a los comisarios en Washington. Ellos, a su vez, llamaron al FBI para lidiar con la situación.
DB Cooper: el hombre que secuestró un avión y desapareció para siempre
Después de una negociación que investigadores del Buró no dudaron en señalar como “tensa”, las peticiones de Cooper fueron cumplidas y se le autorizó a los pilotos aterrizar en una zona remota del Aeropuerto. Un empleado de Northwest Orient se acercó a la nave y entregó una maleta con los billetes –debidamente registrados previamente– y los paracaídas a otra sobrecargo. El FBI vigilaba desde lejos. Todo parecía estar a punto de terminar.
De pronto, los 36 pasajeros del vuelo 305 y Florence Schaffner descendieron del avión. El secuestrador, entonces, dio una última orden: los pilotos verificarían el reabastecimiento del vehículo y despegarían con rumbo a la Ciudad de México a una velocidad de 170 nudos y una altitud de 3 mil metros. Los oficiales comenzaron a sospechar lo peor. Nunca antes un caso de “piratería aérea” había terminado con el abandono de las únicas cuatro personas a bordo.
Ante la situación planteada, los pilotos ofrecieron una ruta alternativa que permitiera cumplir con los aparentes planes de Cooper sin dañar la nave. A las 20:13 horas, cuando el avión volaba sobre el suroeste de Washington, DB Cooper saltó de la aeronave. Los pilotos, al notar un cambio de presión en la cabina y descubrir que su secuestrador había abandonado la nave, avisaron a las autoridades y pidieron aterrizar cuanto antes. Antes de la medianoche, el Boeing 727-100 ya estaba en una pista del Aeropuerto de Reno siendo revisado por elementos del FBI.
Al interior del vehículo aéreo se encontraron varias huellas dactilares, la corbata negra con la que se había visto a Cooper, dos paracaídas y ocho colillas de cigarro. El dinero, el maletín con la bomba y los otros dos paracaídas habían desaparecido junto con el extraño secuestrador.