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Peggy Espinosa y los libros de Petra Ediciones

Peggy Espinosa y los libros de Petra Ediciones

A la editora Peggy Espinosa le han dicho muchas veces que los libros que hace son libros raros.

A ella le gustan así. Libros sorprendentes que son valiosos más allá del texto.

Así los disfrutaba desde que tenía 3 años, cuando en su casa le contaban cuentos y, recuerda, le interesaba más lo que había debajo, lo que no le contaban del Patito Feo o Dumbo.

«Lo que no estaba visible. Fui muy precoz en ese sentido. Lo que me gustaba del Patito Feo era la historia de la orfandad del patito y la adopción, y luego el rechazo. Siento que de alguna manera mi acercamiento a los libros sigue siendo un poco el mismo. Me sigue gustando lo que hay detrás o lo que te va revelando de otros misterios más de lo que se ve estéticamente, más allá de la superficie.

«Lo que busco de los autores, los lenguajes y las narrativas es eso, ir más allá de los guiones y las marcas», explica.

Poco a poco fue eligiendo, dentro de las posibilidades de su familia, los libros que le gustaba, desde los cuentos tradicionales, mitos y leyendas, pero también El libro de los porqués, libros que contenían grabados e ilustraciones.

Libros que tenían, como ahora los de Petra, la editorial que fundó hace más de 30 años en Guadalajara, algo especial y atípico.

Los inicios de Peggy Espinosa en el mundo de los libros

Peggy Espinosa estudió diseño en la Escuela de Bellas Artes, donde, después de pasar por varias disciplinas, se decidió por el Diseño Gráfico.

Era la década de los 70 y estaban pasando muchas cosas en el ambiente universitario de la Ciudad de México.

«Yo venía de Guadalajara, de un ambiente muy conservador, pues cuando llegué ahí empecé a estudiar materialismo histórico, dialéctica y había todo un movimiento con su autogobierno, con sus disputas contra el sistema. A mí me volteó de cabeza. Me dio otra visión del mundo: yo había crecido en escuelas de monjas conservadoras».

La ciudad en plena efervescencia cultural y creativa le abrió otras puertas. Conoció a grandes maestros del diseño y las artes y su curiosidad abrevó también de las visitas a los museos, al teatro, de la convivencia con artistas, un ambiente multidisciplinario y diverso.

Luego entró a la legendaria Imprenta Madero, entonces comandada por Vicente Rojo. Y ahí germinaría la semilla de los libros.

«Esa fue mi formación en el libro, porque yo no soy gente de letras. Hicimos catálogos del Museo de Arte Moderno, del Museo Nacional de Arte, carteles para la (Facultad de) Filosofía y Letras, libros de divulgación de la ciencia en un programa que tenía la Casa del Lago, libros de teatro, de fotografía», enumera.

«No me clavaba solo en letras, sabía que en el libro cabían muchos lenguajes, no sólo la literatura. ¿Cuál podía caber en ese libro que pudiera tener universos diferentes?».

Diseñando también las páginas de revistas como Colibrí Chispa, pensó en la necesidad de generar contenidos para el público infantil. Había colaborado también con Marta Acevedo en la creación de la colección Los libros del Rincón de la SEP, donde incorporó el trabajo de artistas gráficos y pintores.

El descubrimiento del oficio editorial

Su acercamiento con artistas de la lente como Héctor García o Graciela Iturbide la llevaron a fraguar la idea de hacer libros que pudieran trasladar a las páginas la experiencia estética del museo, y entonces se lo compartió a Vicente Rojo.

«Le dije ‘yo quiero hacer algo con los artistas que conozco, como tú, porque quiero que los niños puedan tener su propio museo; hay muchos niños en México que no van a poder ir a museos de arte moderno en su vida, entonces el libro puede ser su museo, van a tener sus piezas que ellos van a crear’. Algo pasa. El inconsciente colectivo se te abre y tienes otro entendimiento de las cosas».

La editora tenía la total certeza de que esos libros podían abrir los sentidos de sus lectores, proporcionarles otra experiencia estética.

«Tener una fotografía en blanco y negro aquí impresa es muy diferente que tenerla virtual. La proximidad es muy importante para el aprendizaje de muchas cosas emocionales, porque te vincula más la emoción que otra cosa. Las otras son emociones más líquidas. Estas son emociones más del estómago», reflexiona Espinosa.

«Me gustan los libros donde hay narrativas mixtas, yuxtapuestas porque te llevan a otro lado. Sobre todo a los primeros lectores, a los que todavía no tienen esas experiencias aunque son fundamentales», dice.

Cuando nació su primer hijo, dejó de trabajar en la Imprenta Madero, aunque no dejaba de ir y colaborar en proyectos.

Nace en Guadalajara Petra Ediciones

Al paso de un tiempo, Peggy Espinosa dejó la Ciudad de México y regresó a Guadalajara. Estando en su ciudad natal, comenzar no sería fácil, pero tras vencer reticencias, logró concretar Petra Ediciones, un sello que suma ya 33 años y muchos premios.

Los primeros libros de literatura infantil editados por Petra le gustaban, pero no lo suficiente; sentía que no se distinguían por esa particularidad que ella siempre buscaba. Y estaba el entorno editorial, que no la trataba muy bien; el ambiente hostil de los inicios incluso la hizo llorar algunas veces.

Todavía recuerda el encargo de un libro donde la imprenta que haría el trabajo no tenía ni corrector de estilo y, acostumbrada a la formación rigurosa en la Imprenta Madero, para ella fue una sorpresa; tampoco faltaron las descalificaciones a su conocimiento del oficio, hubo quien le dijo: ‘pues tú serás la famosísima alumna de Vicente Rojo, pero aquí en Guadalajara y en esta imprenta se hace lo que yo digo y no nos quieras venir a decir cómo hacer bien las cosas’.

Así que decidió comenzar su propia editorial y así nació Petra Ediciones.

«Realmente Petra me salvó. Ahí sí podía experimentar, pensando en los contenidos, resolver editorialmente las cosas. En Petra yo me iba a otro lado».

Así, con sus ahorros y luego con algunos recursos públicos nacieron libros como La lotería fotográfica mexicanaAnimales en el aire de papelSombras Escenario múltiple, un libro de Vicente Rojo, y Una cabeza de caballo sobre la escultura de Sebastián.

Todos parten de una experimentación con el libro, sobre todo con su forma, pero también con el arte, el diseño, la ilustración e incluso los métodos de impresión.

Petra Ediciones: una editorial multipremiada

La calidad editorial del sello fundado por Peggy Espinosa acumula reconocimientos, como el premio a la Trayectoria Editorial, promovido por la Feria del Libro Independiente de México en 2021; el galardón al Mérito Editorial FIL 2015, el Premio Juan Pablos al Mérito Editorial 2017, el Bolonia BO 2014, entre otros.

Sus libros Cada quien su casa, de Chiara Carrer, y Migrando, de Mariana Chiesa, fueron seleccionados por d’Pictus, 100 Outstanding Picturebooks como los mejores libros para niños del Banco del Libro de Venezuela.

«Cuando me dieron el premio Juan Pablos, yo creo que causó polémica con gente de la academia, porque bueno, la idea de una editorial, sobre todo para premiar, tiene otras estructuras. Yo soy un Don Quijote por este trabajo.

«Soy muy atípica. Una editorial en Guadalajara, aparte de literatura infantil y aparte de libros raros. Les interesaba mi modelo de negocio. Ya para entonces algunos editores decían que mis libros eran muy raros y se preguntaban cómo he podido con Petra, finalmente con una gran presencia, más internacional que nacional».

La editora también se lo ha preguntado, ¿cómo ha podido costear los libros con los que sueña, los viajes a ferias? «Para mí es un enigma. Es que cuando la vida te lleva, te lleva y te pone, porque si no eres tú va a poner a otro. Y claro, soy muy afortunada porque finalmente yo soy la cara, pero hay mucha gente detrás de este proyecto».

Con más de tres décadas de trabajo ya está acostumbrada a que le digan que sus libros son raros, complicados, intelectuales o para snobs porque no siguen la estructura tradicional para los libros infantiles: texto e ilustración.

Pero Peggy Espinosa solo busca que sus libros sean una exploración completa.

La incursión de Peggy Espinosa con un maestro de las artes gráficas

Peggy Espinosa recuerda que entrar a la icónica Imprenta Madero no fue fácil. Cuando fue a pedirle trabajo a Vicente Rojo, el artista le preguntó qué quería hacer.

«Se me vino así como epifanía. Quiero hacer libros, le dije, libros para niños y la verdad es que nunca en la vida me había planteado hacerlo. En ese momento todo me hizo sentido».

Después de un tiempo se abrió una vacante y de todos los aspirantes la eligieron a ella. Muchísima gente conocía a Vicente Rojo, recuerda; escritores, pintores, amistades le pedían trabajo para familiares o amigos.

«Quién sabe qué vería en mí», dice.

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