“La pandemia nos ha ganado en todo”, dice, con un poco de humor ante la complejidad, la viróloga Susana López Charretón (Ciudad de México, 1957).
A lo que en este caso se refiere la investigadora del Instituto de Biotecnología (Ibt) de la UNAM es a esa carrera entre la masiva dispersión de un virus como el SARS-CoV-2 y los esfuerzos de los científicos por entenderlo y frenarlo, siendo no pocas veces aventajados por la contingencia.
Para la también integrante de El Colegio Nacional, esto ocurrió con un inmunoensayo para caracterizar la respuesta inmune de personas contagiadas de Covid-19; una prueba para descubrir cuántos individuos habían desarrollado anticuerpos al haber estado expuestos al virus incluso sin saberlo -cuadros asintomáticos o no diagnosticados-.
“El objetivo del trabajo inicial fue montar un sistema de diagnóstico justo para saber quién ya se había infectado. En ese entonces era muy importante tener ensayos para saber quiénes ya tenían anticuerpos contra el virus“, cuenta en entrevista telefónica la científica sobre la investigación iniciada hacia junio de 2020, con apoyo de la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (Sectei).
Evaluar la presencia del virus en la población mexicana en esos primeros meses de incertidumbre respecto a lo que esta pandemia podía llegar a representar. Todo esto a través de una encuesta serológica, es decir, analizando muestras de sueros de pacientes proveidas por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Y es entonces cuando la velocidad con que escaló la situación fue dejando atrás a los investigadores.
“Mucha gente hemos hecho muchos proyectos, pero esto (la pandemia) ha avanzado más rápido de lo que nos imaginamos. Y entonces el método, en realidad, ya no era tan necesario”, comparte López Charretón.
“Los tiempos nos ganaron, porque además empezó a haber vacunas, y las vacunas hacen lo mismo que si te infectaras: empiezas a tener anticuerpos, y ya no podemos distinguir quiénes se infectaron o quienes se vacunaron. Al menos no simplemente por el suero”.
Esto no quiere decir que no continuaran con el proyecto. Con el apoyo de científicos como Florian Krammer, de Mount Sinai; Rebecca DuBois, de la Universidad de California Santa Cruz, o Cecilia Jiménez y su grupo de la Facultad de Medicina de la UNAM, consiguieron desarrollar un ensayo que, efectivamente, detecta la presencia de dichos anticuerpos en el suero de una persona.
“Sí tenemos ese sistema, y sí sabemos cómo podemos identificar si alguien ya tuvo SARS-CoV-2“, remarca la viróloga.
Sin embargo, ante los numerosos contagios que no hicieron sino incrementarse exponencialmente contra todo pronóstico, y con el posterior arribo de las vacunas, el inmunoensayo dejó de ser una prioridad. Los anticuerpos, por una u otra causa, ya estaban ahí.
Lo que hicieron entonces fue redefinir la ruta, elaborar un estudio más delicado a partir de la colección de sueros con que ahora contaban de personas que se enfermaron antes de vacunarse -lo cual supieron por su ensayo- o que no se habían enfermado cuando se vacunaron. Y a partir de esto, comparar el efecto de la vacunación en infectados y no infectados.
“Aquí lo que encontramos fue que cuando tú tienes una inmunidad híbrida, es decir, te infectaste y luego te vacunaste, tienes una respuesta mejor que cuando sólo te vacunas. La infección induce una respuesta mucho más poderosa; las vacunas todavía no imitan una infección. Claro que no queremos decirle a nadie que se infecte, porque el riesgo es muy alto”, previene la investigadora del Ibt.
“Comparamos cómo se ven esos anticuerpos contra las variantes, y encontramos que hay diferencias cuando la gente tiene esta inmunidad híbrida que cuando tienen nada más las vacunas”, continúa. “Como que la inmunidad que te confiere el haber estado infectado es más alta y de mayor amplitud, digamos; ve mejor a algunas variantes“.
¿Cuáles variantes?, de nuevo López Charretón refiere las zancadas que ha dado la pandemia. “Cuando hicimos este estudio, lo hicimos contra Alfa, Gamma y Delta. Todavía no había Ómicron“, relata sobre esas primeras variantes (REFORMA 20/06/2022).
“Es que no hay manera”, agrega la investigadora del Ibt. “Tú estás haciendo tu estudio que te toma meses, y de pronto ya hay una variante; entonces tu estudio ya se hizo viejo”.
Pese a ello, la viróloga destaca que si bien toda esta investigación ha sido hecha en torno a los anticuerpos, esto tan sólo es un tipo de inmunidad -denominada humoral- inducida por las vacunas y la propia infección. También existe la inmunidad celular, donde se producen los linfocitos -o células- T.
“Los anticuerpos, digamos que son moléculas o proteínas que se pegan al virus y no lo dejan entrar a la célula; le tapan la llave para entrar, se le pegan y lo neutralizan. Y las células T, de memoria y asesinas, lo que hacen es que reconocen a las células que ya se infectaron con el virus y las matan”, ilustra la científica.
“Puede ser que los virus estén escapando a los anticuerpos a veces; Ómicron tiene regiones en las que ya el anticuerpo no lo reconoce tan bien. Pero las células T ven otras cosas”, prosigue.
Una defensa gracias a la cual no resulta tan preocupante que la vacunación pueda perder efectividad. Aunque, resalta López Charretón, es cierto que ya se están elaborando nuevas vacunas con la proteína Spike específica de Ómicron.
“Pero eso también sería una carrera de locos. Porque de aquí a que ya estén las pruebas de la vacuna con Ómicron, por ejemplo, ya vamos a tener otra variante”, señala, aprovechando la oportunidad para desmentir la presunta aparición de una nueva variante denominada “Centaurus”.
“La protección va a seguir funcionando por las células T“, insiste. “Yo creo que hay que seguir confiando en las vacunas que tenemos ahorita”.
La necesidad de apoyar a los países sin vacunas
Si bien las vacunas han logrado aminorar la mortalidad por la pandemia, para la virólogaSusana López Charretón es insostenible confiar solo en los refuerzos.
A decir de la experta, quizá se transite a una situación similar a la de la influenza, con una vacuna anual.
“Pero no sabemos; llevamos dos años en esto, y lo que podemos ver es que no podemos seguir poniendo refuerzos, porque es una cosa de nunca acabar. Y también es un poco egoísta, porque lo que sí es cierto es que muchas personas no tienen acceso a vacunas“, lamenta la científica, poniendo como ejemplo el caso de África, continente con menos de la mitad de su población inmunizada.
“Eso de que ya vamos por la quinta dosis me parece totalmente absurdo. Yo creo que mejor todos esos recursos los podríamos utilizar para que se vacunaran las personas que no han tenido acceso“, opina. “Pero la vida no es tan fácil; no vas a convencer a los países ricos de que compartan sus vacunas”.
Oscuro escenario, pues al no ampliar la cobertura de vacunación contra SARS-CoV-2 hasta el más alejado rincón tan sólo propiciará que el virus continúe circulando, y en cada nueva infección se sumen otras variantes con la capacidad de eludir la respuesta inmune.
De ahí que López Charretón inste a no bajar la guardia, manteniendo lo aprendido: uso de cubrebocas; ventilación de espacios cerrados; no salir de casa sí se tienen síntomas de la infección. Y, sobre todo, proteger principalmente a quienes aún no reciben ninguna dosis de la vacuna.
Se necesita más inversión e investigadores
Pese a lo escurridizo del virus, López Charretón comparte que seguirán trabajando en el seguimiento de variantes en el País mediante la secuenciación de muestras.
Labor realizada desde el Consorcio Mexicano de Vigilancia Genómica (CoViGen-Mex), que a los investigadores les gustaría dirigir hacia otros virus circulantes.
“Saber, por ejemplo, qué tipos de influenza llegan al País es una cosa que es muy importante. Estamos pensando a ver si ahora transformamos el CoViGen-Mex hacia una cosa más amplia”, adelanta.
“Es un músculo importantísimo, pero va a necesitar mucha energía; tenemos que conseguir apoyo. Digamos que todo este esfuerzo cuesta muy caro: en reactivos, en materiales, en personal”, añade. “Entonces, estamos explorándolo. Yo sí quisiera que se mantuviera, porque es una metodología que la OMS ha estado impulsando muchísimo: el poder seguir cualquier virus que ande circulando para ver por dónde anda y qué tanto varía”.
López Charretón tampoco es omisa en cuanto a cómo el último par de años de contingencia ha evidenciado la necesidad de contar con muchas más capacidades humanas; la falta de investigadores, compara, se puede notar en la cantidad de artículos publicados en otras partes del mundo contra los de México, que son contados.
“No puede ser que estemos ante estos problemas, que van a ser cada vez más frecuentes, y haya tan poca inversión en investigación en todas las áreas, no sólo en ésta. Hay muchos problemas que necesitamos atacar con mucha fuerza humana y económica“, apunta.