En el box hay infinidad de historias de triunfos y fracasos. Pero posiblemente, tal como lo dijo alguna vez el periodista y escritor Damon Runyon (QEPD), la más emotiva es la de James Braddock (QEPD).
“En toda la historia del boxeo no hay ninguna historia de interés humano que se compare con la vida de James J. Braddock“, dijo Damon Runyon, conocido por cuentos humorísticos con personajes sobre jugadores y el mundo teatral de Broadway, y quien fue el que bautizó a James Braddock como Cinderella man (Ceniciento) en alusión precisamente a que su historia de vida y atleta parecía un increíble cuento de hadas, imposible de hacerse realidad en la época de la Gran Depresión en 1929 en Estados Unidos.
James Braddock había debutado profesionalmente a los 21 años en 1926 y tenía un futuro prometedor, pero tras perder en la contienda por el título de los semipesados ante Tommy Lougrhan (QEPD), combinado con la Crisis del 29 que azotó a Estados Unidos perdió gran parte de la fortuna que había ganado, por lo cual se vio obligado a aceptar peleas contra rivales poco reconocidos y a vivir en condiciones de pobreza extrema junto a su familia, hasta que le llegó una segunda oportunidad en 1934, y tras ganar 3 combates tuvo la oportunidad de enfrentar al campeón y despiadado Max Baer, quien ya había matado a dos boxeadores en el ring por su demoledor golpe de derecha, y además se distinguía por su personalidad arrogante y provocativa.
Contra todo pronóstico, James Braddock vence en 15 rounds por decisión unánime al salvaje Max Baer, ante 72 mil aficionados en el Madison Square Garden de Long Island City, Nueva York. James Braddock, el boxeador que había sido menospreciado y al que se consideró que sería un escalón para Max Baer, se convirtió en campeón de peso completo y en un ejemplo de vida justo cuando los estadounidenses requerían de la inspiración para superar uno de los peores momentos en su historia.
Las razones de Russell Crowe
Pero en el inicio del siglo 21 la vida y trayectoria del campeón del mundo de peso completo, James Braddock, apodado El Bulldog del Bergen, ya se había extraviado en el mar del tiempo, y era necesario rescatar y revivir su ejemplo a las nuevas generaciones, no sólo de boxeadores sino a los fans del box y los que no lo fueran.
En 2005, Russell Crowe, quien ya había tenido un éxito taquillero en 2000 con El Gladiador; encarnó a James Braddock en Cinderella man (El luchador, en hispanoamérica), película dirigida por Ron Howard, quien a su vez también ya había trabajado con Russell Crowe en 2001 en A beautiful mind (Una mente maravillosa).
Russell Crowe comentó que de inmediato conectó con el personaje.
“Desde que leí el guión no pude dejar de pensar en este personaje de carne y hueso. La historia era fascinante y me caló hasta la médula. Nunca vi a Jim como al boxeador, pero sí como al gran luchador que usó sus puños para escapar de la miseria en que lo sumergió la Gran Depresión. Lo que me atrajo no fue en sí la figura legendaria del púgil, sino su honestidad, sus valores éticos y morales”, dijo Russell Crowe en una entrevista para El País de España.
Russell Crowe, quien ya se había sometido a un régimen alimenticio y entrenamiento en la cinta de El Gladiador, hizo lo mismo para Cinderella man, pero ahora bajo las órdenes del mítico Angelo Dundee (QEPD), quien fuera entrenador de Muhammad Ali (QEPD), y que en la cinta de Cinderella Man aparece en su esquina como uno de sus asistentes.
“Durante todo un año me dediqué a repasar minuciosamente los videos originales de sus peleas y entrenamientos. Para ponerme en forma físicamente me puse en manos de Angelo Dundee, que fue entrenador de campeones mundiales como Muhammad Ali. Trabajé muy duro y sin pausas. Pasaba hasta 12 horas al día con sólo los guantes y mi sudor. Pero logré perder peso y ganar esta musculatura”, comentó.
Sin embargo, Russell Crowe confesó que realmente no era un fan del box.
“Únicamente cuando hay algún púgil carismático. Cuando era pequeño estaba obsesionado con Muhammad Ali, Sugar Ray Leonard y Óscar de la Hoya eran también un espectáculo. Pero, fundamentalmente, creo que el boxeo es un deporte estúpido. Resulta tan absurdo ver a dos individuos encerrados en un cuadrilátero, sin poder escaparse, vestidos con aquellos ridículos pantaloncitos, unas cómicas botitas y enormes guantes. Y si mientras recibes una paliza te desconcentras, estás perdido. En cualquier caso, para ser boxeador se necesita mucho coraje. No tienes espacio para huir, te miran y te critican millones de personas apasionadas y, al final, uno de los dos púgiles sufrirá la vergüenza del fracaso. Se necesita mucha autoestima para afrontar la derrota y la humillación ante toda esa gente”, dijo Russell Crowe.