Por Vianey Esquinca
La politización superó al maestro
Ocho años después de la desaparición de los 43 de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, el caso sigue siendo usado para fines políticos. La víctima número 44 de esa terrible noche en Iguala es la verdad; nadie quiere encontrarla o reconocerla.
En el 2014, la entonces oposición encabezada por Andrés Manuel López Obrador vio en esa tragedia la oportunidad perfecta para golpear al gobierno de Enrique Peña Nieto, quien nunca pudo recuperarse de la muy bien orquestada campaña en contra de su gobierno.
Las poderosas frases: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “No estamos todos, nos faltan 43”, “Fue el Estado”, “Ayotzi vive, la lucha sigue y sigue”, “No están solos”, marcaron el caso Ayotzinapa y representaron los gritos de guerra de protestas, manifestaciones y demandas, no sólo de los familiares de las víctimas sino de la sociedad.
Ante esto, Peña Nieto no pudo articular una estrategia de contrataque. Defendió hasta el último momento la verdad histórica, sin entender que lo jurídico era lo que menos importaba. Cometió el error, además, de pedir en varias ocasiones superar esa tragedia: “este momento de la historia de México, de pena y de tragedia y de dolor no puede dejarnos atrapados, no podemos quedarnos ahí”, “hagamos un esfuerzo colectivo para que vayamos hacia adelante y podamos realmente superar este momento de dolor”. Darle la vuelta a la página es algo que jamás permitiría la oposición y dio pie al “ni perdón ni olvido”.
Pero bien dicen que “los carniceros de hoy serán las reses de mañana” y hoy el gobierno del presidente López Obrador está viviendo en carne propia una sopa de su propio chocolate: la politización, nuevamente, del caso Ayotzinapa, solo que recargado y acompañado de violencia.
En la semana que pasó se registraron manifestaciones en la Secretaría de Relaciones Exteriores, en la Embajada de Israel –país donde se encuentra Tomás Zerón–, en la Fiscalía General de la República y en el Campo Militar 1. En este último punto fue donde la situación se descontroló, pues se lanzaron bombas molotov, piedras y cohetones provocando una decena de heridos. Los manifestantes tuvieron que ser replegados con chorros de agua.
Para quienes han encabezado las protestas, la nueva y recargada verdad histórica que presentó el subsecretario Alejandro Encinas el 18 de agosto, no fue lo suficientemente verdadera. El punto es que jamás lo será.
No importa que les hayan entregado la cabeza del exprocurador Jesús Murillo Karam, que hayan detenido al general retirado José Rodríguez y a otros 3 militares, para los padres de familia nunca será suficiente, pedirán que declare Peña Nieto, que traigan a Zerón, que den pruebas de que sus hijos murieron pues para ellos, no importa lo que haya dicho Encinas, el paradero de los estudiantes no está esclarecido.
El mandatario mexicano debe sentirse traicionado de tener que padecer lo que él mismo provocó y en su conferencia del viernes señaló: “Creo que hay intereses que lo que buscan es enfrentarnos, desacreditar al gobierno, porque los integrantes de Ayotzinapa, los padres de los jóvenes han estado informados de todo lo que estamos haciendo, se está aclarando lo que sucedió, castigando a los responsables sin impunidad. Sin embargo, están queriendo enrarecer la situación, porque siempre hay gente que no quiere que se resuelvan los problemas, porque viven del conflicto”.
Por supuesto que hay intereses que quieren desacreditar a su gobierno, si alguien sabe de eso es él. Tal vez en lo único que debería sentirse sorprendido el tabasqueño es que, en esta ocasión, las protestas superaron al maestro.