En esta «crisis civilizatoria, una época inhóspita y convulsa«, tal cual la define la bióloga Julia Carabias, las decisiones que se tomen hoy día comprometerán -lo están haciendo ya- las condiciones de habitabilidad del planeta para las próximas generaciones.
Así lo advierte el especialista en gestión ambiental urbana Vicente Ugalde, editor invitado al último número de la revista Otros Diálogos, de El Colegio de México (Colmex), que lleva por título «Emergencia ambiental: El planeta dice basta».
«Hoy tenemos, así como sociedad y como generación, que ponernos de acuerdo en distribuir las cargas necesarias para garantizar la habitabilidad del planeta a las futuras generaciones», remarca en entrevista el profesor investigador del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales del Colmex.
«Independientemente de que a lo mejor no van a poder todos asumir cargas de mucho tamaño, pero sí será necesario que todo mundo asuma su parte. Porque no hay opción», continúa el también secretario general de dicha institución. «No se puede postergar más la toma de acciones».
Y es que esta situación se ha colado hasta la propia mesa, como escribe Brenda Urbano en Hay una crisis ambiental en mi sopa, un análisis de la complejidad de los factores que confluyen al elegir lo que comemos en función de la preocupación por el bienestar del planeta y por el respeto hacia las otras especies.
Como el propio Ugalde recuerda al lector en su colaboración Vacío ético y responsabilidad ante el medio ambiente, todos los días se resuelven dilemas éticos, que algunos filósofos se han estado preguntando por su relación con el hecho de que el ser humano hoy en día sea capaz de afectar de forma irreversible al planeta y de comprometer el futuro. Lo individual tiene un gran peso.
«Pero también como sociedad y como generación en lo colectivo hay que presionar para que se tomen decisiones para que hoy se asuman cargas y se pueda, digamos, garantizar esa transmisión del patrimonio planeta que hemos recibido también de nuestros padres y abuelos», refrenda el académico.
¿Deberíamos usar el voto como arma a favor del ambiente?
Es muy importante que en esos momentos electorales, pero no solamente en ellos, la ciudadanía le recuerde a los tomadores de decisiones que es necesario que se asuman decisiones que reflejen esa preocupación por el medio ambiente.
A decir suyo, es muy fácil ver los montos que se destinan, por ejemplo, a «una burocracia encargada de lo ambiental»; pero cuesta poder identificar que haya un destino presupuestal específico a acciones de protección ambiental, de cambio tecnológico para disminuir emisiones o para controlar la aplicación de las leyes ambientales.
«Es decir, la acción de los gobiernos sigue siendo tímida ante la preocupación ambiental, y corresponde a los ciudadanos y a los electores exigir que esto no suceda», reitera Ugalde. «Es importante en ese momento (electoral), pero yo pensaría que se tiene que hacer todo el tiempo».
Una perspectiva histórica sobre la preocupación ambiental, el incierto futuro del litio, la coyuntura internacional de la crisis, y hasta una selección de ecopoesía, también integran el número 20, correspondiente a julio-septiembre, de Otros Diálogos, publicación trimestral electrónica.
«Devoramos los bosques / devoramos la tierra y el agua / y morimos por ello / nos alejamos de nosotros mismos», se lee en A los insectos, de W. S. Merwin.
Haciendo referencia, igual que en su texto, al último libro del filósofo francés Bruno Latour, Ugalde apunta la incapacidad que ha tenido la ecología para colocarse como un tema central en la discusión política. Esto, acaso en parte, por conducirse en forma de lecciones, sermones y reproches.
A pregunta expresa sobre si eso mismo ha obstaculizado la toma de acciones puntuales en México, el investigador responde que en el País la atención de las autoridades públicas para resolver problemas es un recurso escaso, la mayor parte del tiempo acaparado por otras situaciones, como la desigualdad, por ejemplo.
Esto además de que la expresión política de la ecología en el País no ha sido afortunada.
«Hay un partido político que, digámoslo así, ha hecho suya la etiqueta de ecología, y todos conocemos cuál ha sido el comportamiento electoral y parlamentario de este partido. Y eso yo creo que no ha fortalecido la causa ecológica, no ha sido en su beneficio», expresa.
Aunado a esto, Ugalde reconoce que ha sido difícil para la ecología adoptar un lenguaje que, sin renunciar a las exigencias técnicas propias de la descripción de la contaminación atmosférica, por ejemplo, le permita transmitir la urgencia de la crisis ambiental al mayor número de personas.
«Y ahí también hay un asunto importante que se tiene que atender», subraya. «Es decir, esa capacidad para llevar al mayor número de ciudadanos un mensaje que, sin ser alarmista per sé, sí pueda comunicar el tamaño de la urgencia que estamos atravesando hoy en día».
Y la violencia en contra de ambientalistas tampoco parece ser el mejor aliciente
Desde luego que no hay tampoco un ambiente favorable para quienes en campo, en los sitios donde pasan las cosas, asuman responsabilidades y emprendan en su vida cotidiana la defensa de la biodiversidad o de zonas con valor ambiental.
Eso también es terrible, y es una realidad en la que está inmerso México.
«Emergencia ambiental: El planeta dice basta», edición de Otros Diálogos en la que colaboran Patricia Espinosa, Julia Carabias y Patrice Melé, entre otras plumas, se puede leer sin costo a través del sitio https://otrosdialogos.colmex.mx.