Una escultura monumental de Pedro Reyes (México, 1972), comisionada por la ciudad de San Antonio, Texas, ocupa un sitio sobre el icónico Paseo del Río (River Walk).
Se trata de una figura femenina tallada de basalto volcánico, llevado desde las faldas del Popocatépetl, a la que nombró Citlali («estrella», en náhuatl), y aparece sentada, sosteniendo con la mano una figura abstracta de cinco puntas que pudiera ser una punta de lanza o flecha, o bien una concha de mar fosilizada o una estrella.
«La escultura pública, en general, es un deporte extremo, un territorio plagado de peligros, pero también siento que uno debe de atreverse y entrarle a seguir haciéndola».
Pedro Reyes Escultor y arquitecto
Según el artista, la escultura representa «la tierra, la astronomía, la madre naturaleza y las primeras civilizaciones» desde hace 11 mil años hasta la fundación de San Antonio, en 1718.
Una comisión no exenta de riesgos, como hoy día entraña toda escultura pública, según Reyes, pero que el artista aceptó asumir.
«Hay una especie de cancelación del tratamiento del cuerpo y de la figura», dice en entrevista.
«La escultura pública, en general, es un deporte extremo, es un territorio plagado de peligros, pero también siento que uno debe de atreverse y entrarle a seguir haciéndola porque no podemos quejarnos si no vamos a proponer nada».
Pero no es el único reto.
Pugna por evitar ‘cancelación’ de escultura pública
Reyes reconoce una gran resistencia a los monumentos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, explicable porque en buena medida muchos de los nacionalismos eran «imperialistas, colonialistas, supremacistas», así como un gran número de monumentos en Estados Unidos y Europa fueron erigidos a personajes hoy identificados como «opresores».
El escultor y arquitecto plantea que, si bien hay monumentos con esa connotación, en México hay una escuela de escultura pública que desde la Revolución ha tenido una vocación descolonizadora, e incluso desde el siglo 19 se hicieron esculturas de los antiguos tlatoanis.
«Creo que es importante que no quede cancelada la posibilidad de la escultura pública, es decir, apostarle a la posibilidad de que sí existen todavía los temas y tratamientos correctos para responder al espacio público.
«El hecho de que haya habido monumentos erigidos a Cristóbal Colón o a los confederados, personas que hoy históricamente consideramos tóxicas, no cancela que uno pueda seguir haciendo escultura pública«, defiende.
En este «deporte extremo», que en San Antonio halló buen puerto, Reyes se topó en México con Tlali, la cuestionada escultura de la cabeza de una mujer indígena que proyectó por encargo del Gobierno de la Ciudad de México para sustituir el Colón que fue retirado del Paseo de la Reforma el 10 de octubre de 2020, un espacio que posteriormente fue renombrado por colectivas feministas como la Glorieta de las Mujeres que Luchan.
Ningún eco hay de esa escultura cancelada en la texana Citlali, asegura; una comisión anterior que se vio postergada de 2020 a 2022 en parte por la pandemia.
Describe como una labor titánica el trabajo que involucró esculpir esta obra: requirió 80 toneladas de piedra de las faldas del Popocatépetl, trabajadas en el taller de Reyes en Chimalhuacán y trasladadas por tierra hasta San Antonio.
Optó por la piedra para asegurar su permanencia sin estar sujeta a mantenimiento.
La escultura, de casi 5 metros de altura, develada oficialmente este martes pero instalada desde marzo pasado, comparte espacio en el paseo con murales de Carlos Mérida y Juan O’Gorman, creados para la HemisFair ’68 para conmemorar los 250 años de la fundación de San Antonio.
Reyes dotó a la figura sentada de una ambigüedad deliberada; no es posible resolver qué actitud muestra, sin embargo, su monumentalidad contrasta con la posición de la mano que sostiene el objeto, un recordatorio de nuestro «minúsculo tamaño».
Una de sus prioridades como autor de arte público es la «legibilidad» de su obra, que no requiera de una educación previa para ser entendida.
Defiende Pedro Reyes dignificación del espacios público
En defensa de la escultura pública, Reyes aduce que es como una especie de museo abierto las 24 horas del día y además gratuito.
Aunque se ha hecho mucha obra urbana mala, Reyes cree que sólo se puede dignificar el espacio si hay disposición para trabajar con el gobierno de una ciudad o una comunidad para «crear algo de valor estético y de valor político pertinente».
«Si no ocupamos el espacio público con arte de calidad, ese espacio público va a terminar siendo ocupado por publicidad o por contaminación visual de otra índole», opina el artista que se reconoce en la gran tradición escultórica mexicana y se dice aburrido del arte conceptual, que juzga agotado.
«Tenemos demasiada herencia (escultórica) como para no darle continuidad», añade Reyes, quien admira el trabajo de Rosa Castillo, Francisco Zúñiga o Geles Cabrera.
No sólo es necesario que el artista haga su trabajo bien, sino también que «las entidades que comisionan un proyecto hagan un buen trabajo».