Yuriria Sierra
Los grandes polarizadores
Divide y vencerás, reza una máxima atribuida a Julio César. Y pocas cosas tan lamentables, pero efectivas, cuando se trata de contaminar un entorno, como la toxicidad que se genera al crear bandos: los buenos y malos, los amigos y los enemigos. Ésta ha sido la estrategia que desde hace años ha utilizado Andrés Manuel López Obrador. En su narrativa no hay espacio para las medias tintas. Desde que inició su mandato, no hemos tenido un sólo día en que la concordia y el llamado al diálogo haya sido una prioridad. Siempre, no importa lo que esté sucediendo en el país, el discurso maniqueo ocupa protagonismo.
Y con la puesta en marcha de las corcholatas, mientras algunos se entretienen en redes sociales y aprovechan a su estilo sus respectivas trincheras, el secretario de Gobernación ha decidido seguir la línea presidencial. Del #QueSigaLópez al #SomosIgualLosLópez, porque en los últimos días ha emprendido una batalla contra los gobernadores de oposición. Adán Augusto López dejó el despacho en Bucareli para transitar por el país. Pero no pensemos mal, no hay pre-precampaña, ajá. Sin embargo, mientras México atraviesa sus varias crisis, las nacionales y las focalizadas, el funcionario se ha dedicado a denostar a quienes hasta hace unas semanas parecía respetar, no por postura ideológica, pero sí por ser parte del Estado en activo. Gobernadores, sean del partido que sean, son tomadores de decisiones que inciden en la ruta que se traza desde Palacio Nacional. Samuel García y el encargado de la política interna anunciaron, hace un par de meses, el proyecto del acueducto El Cuchillo, que ayudará a retrasar los efectos de la crisis de agua que viven ya en Nuevo León, pero en los últimos días, ambos personajes se han enfrascado en declaraciones, que más bien han sido incitadas por el tabasqueño.
“Nosotros somos mucho más inteligentes que ellos, y quienes se precian de ser inteligentes pueden hacer las cosas con menor esfuerzo, mejor y de mejor manera…”, expresó hace un par de días respecto a los habitantes del norte del país. La cereza de un cúmulo de expresiones que encontraron respuesta de parte del gobernador García. Y lo mismo arremetió contra el neolonés, que contra Enrique Alfaro, de Jalisco; Maru Campos, de Chihuahua, y Diego Sinhue Rodríguez, de Guanajuato. Para el secretario de Gobernación, son ejemplo de ingratitud. Los ha llamado hipócritas, pero, en lo general, ha dirigido su reclamo ante la negativa de los legisladores de sus respectivos partidos, PAN y Movimiento Ciudadano, a respaldar la presencia del Ejército en las calles hasta 2024. Reforma que, finalmente pasó, pero que es factor de reproche desde la Segob, como si el voto ejercido por las bancadas hiciera responsables absolutos a los gobernadores de la inseguridad que impera en sus estados.
Cuando esta semana narramos la terrible masacre dentro de un bar en Irapuato, ¿la Federación excluye su responsabilidad sólo porque el mandatario estatal es de la oposición que no apoyó su reforma militarista?
¿Qué gana el país con esa narrativa de polarización? Tal vez la pregunta correcta y la que da sentido a todo, es pensar qué gana el secretario de Gobernación sumándose a ese discurso de división. Será que ha reconocido su potencial en la carrera de las corcholatas y, ante la falta de activos que otros competidores tienen, ha optado por seguir su ADN, ése que lo hace actuar como el otro López…