La traducción de poesía puede ser un acto absolutamente gozoso que, sin embargo, entraña un gran desafío y una cierta sensación de pérdida, concordaron las poetas Paula Abramo y Elisa Díaz Castelo.
En conversación con el también poeta Fabio Morábito, las escritoras disertaron sobre este ejercicio literario previo a la entrega del Premio Internacional de Traducción de Poesía del Italiano al Español M’illumino d’immenso.
«En mi experiencia, creo que traducir a veces puede ser más difícil que escribir, justamente porque, cuando uno escribe, está en este lugar sin fronteras, en absoluta libertad», expuso Abramo, traductora del portugués.
«Y cuando uno traduce, uno tiene esa libertad, pero está dentro de un cuarto, dentro de un espacio delimitado«, comparó.
En la velada en el Instituto Italiano de Cultura, se abordaron temas polémicos sobre la traducción, como la disyuntiva de buscar una fidelidad absoluta al texto original contra la libertad de quien transporta un texto a otra lengua.
«Pienso que ser libre es quizá la única manera de ser fiel«, expuso Díaz Castelo, quien traduce del inglés.
«A veces hay que alejarse de lo que dice el autor palabra por palabra para poder ser cercano a lo que está buscando», abundó.
En la conversación, Morábito soltó una provocación para las poetas: «¿Es la traducción un acto de amor?».
Díaz Castelo respondió con una analogía, al equiparar la lectura de un poema a tomarse un café con un autor, mientras que traducirlo es como vivir en su casa por varios días y compartir su baño, en completa intimidad.
«A veces uno está traduciendo una persona con la que no está de acuerdo. En esos momentos uno está haciendo un acto quizá no de amor, sino de cuidado, está cuidando un texto, está cuidando un mensaje«, opinó Abramo.
En su quinta edición, el premio fue para la venezolana Isabel Teresa García con sus traducciones de Franco Marcoaldi y Donata Berra.