Viene de la República Dominicana, lugar tropical que la ha marcado para lanzar una línea de joyería que, en poco tiempo, ha conquistado a las mujeres del planeta. Hermosa, sofisticada y con mundo, Mónica Varela sabe encantar con piezas que, según ella, no han sido creadas antes por nadie más.
Todo empezó desde pequeña, en Santo Domingo, cuando, de regreso del colegio, vio cómo unos cables de la luz estaban tirados en la calle, los recogió y empezó a jugar con ellos, descubriendo que, a partir de algo tan sencillo como esos filamentos de colores, se podían crear cosas muy bellas.
Y allí comenzó a vender anillos y collares a sus amiguitas.
Hija de un reconocido pintor uruguayo y de una chef de ascendencia italiana, absorbió primero toda la cultura del Caribe para luego complementar su formación en Italia, luego en el Savanah College de Georgia y más tarde trabajando en París en los talleres de Van Cleef & Arpels.
Sin embargo, sus raíces la marcan porque en estas colecciones deslumbrantes y femeninas, que ahora llegan a El Palacio de Hierro, hay un homenaje al larimar, una piedra originaria de su tierra que favorece la comunicación, y según leyendas antiguas, es el elíxir de Atlantis. Además, gusta mucho del ámbar, el cual tiene propiedades contra el dolor, y la piedra de luna, que sirve para la fertilidad.
Es tal su pasión por estas piedras mágicas, que busca exaltarlas siempre, por lo que las monta para que sean parte central de las piezas, además de que no se cubran por ningún lado, ni en la parte frontal ni en la posterior.
También ha investigado los trabajos de Rob Kesseler, cuyas semillas vistas en un microscopio se pueden contemplar con texturas, fibras y el color, hecho que la ha inspirado a crear una esfera con múltiples facetas, que se ha vendido mucho por toda la belleza que encierra.
“Siempre quise irme a estudiar al extranjero y volver para traer los conocimientos que adquirí para elevar nuestras piedras y que las dominicanas se sientan orgullosas de llevar nuestros tesoros puestos”, comenta Mónica, feliz de llegar a México.
También promueve en sus talleres el empleo local, ya que trabaja con una gran familia con artesanos locales, llevando los colores de su tierra a todo el mundo que sabe apreciar la belleza de ese país caribeño.