Carlos M. Urzúa
Este noviembre el presidente López Obrador cumplió 69 años, mientras que Joe Biden, el presidente estadounidense, cumplió ni más ni menos que 80. El líder chino Xi Jinping tiene también, como López Obrador, 69 años, mientras que el presidente ruso Vladimir Putin tiene uno más, 70. Finalmente, a sus 77 años Lula acaba de ganar por tercera ocasión la presidencia de Brasil.
López Obrador y Biden son ya, definitivamente, los presidentes más longevos que han tenido sus respectivos países. Pero a Jinping y a Putin les falta un trecho para poder vencer las marcas de Zhu De (90) en la República Popular China y de Vasily Shilgin (78) en Rusia. Por otro lado, Lula pronto se unirá al grupo de López Obrador y Biden, pues el año que entra empatará el récord como el presidente más longevo de Brasil establecido por Michel Temer (78).
Los datos anteriores quizás alienten a algunos de los que ya no nos cocemos en el primer hervor, pero de seguro desalientan, y con toda razón, a la mayoría de los ciudadanos del mundo. Tal desesperanza es más que justificada debido a varias razones.
Para empezar, los viejos conforman grupos, de manera natural, con otros viejos. Por ejemplo, resulta que las tres «corcholatas» elegidas por el presidente de México para disputar, a nombre de Morena, las elecciones en el año 2024 son todo lo que se quiera, menos jóvenes. Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard ya cruzaron la barrera de los 60 años, mientras que Adán Augusto López está a punto de hacerlo.
Para continuar, a medida que los seres humanos envejecen, la pérdida de las capacidades físicas y cognitivas se va dando irremediablemente; día tras día, hasta cruzar un umbral donde ya no hay retorno alguno. Para no pocos rusos, por ejemplo, Putin ya cruzó ese umbral. Otro ejemplo de ello, menos especulativo, lo ofrece el caso de Ronald Reagan, quien fue presidente de los Estados Unidos de 1981 a 1989. Su desempeño como gobernante fue cuesta abajo a lo largo del tiempo, hasta que dejó el poder a los 77 años. Poco tiempo después la enfermedad de Alzheimer hizo presa de él.
Y para finalizar, la senectud de los políticos va típicamente aparejada de una visión de Estado anquilosada y de un escaso conocimiento de lo que sus sociedades realmente demandan. Alrededor de nueve de cada diez mexicanos tienen en este momento menos de sesenta años, por lo que, salvo por algunas meritorias excepciones, muchos de los políticos que detentan altos puestos en el gobierno federal no tienen ni la más remota idea de los avances sociales y tecnológicos que constituyen el pan de cada día para el resto de los mexicanos.
Los adultos mayores muchas veces gobiernan para sus contrapartes, los otros viejos. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en el caso de nuestro país. El año que entra, en el 2023, el gobierno federal gastará más de 335 mil millones de pesos en el caso de la pensión universal para los adultos que tienen sesenta y cinco años o más.
Tal monto contrasta con el casi nulo apoyo que recibirá el programa de Escuelas de Tiempo Completo, el cual antes llegaba a beneficiar a más de 3.6 millones de niños en situación de pobreza.