Por Yuriria Sierra
Déjá vu de la patada
“México es un país futbolero. Eso lo sabemos todos y lo saben en todo el mundo. Cuánto se sufrió para alcanzar la calificación que llevara al Tri a Brasil. Y en esta pasión —así la viven muchos— no hay sesgos ni diferencias. Caben todos, no importan dónde vivan, a lo que se dediquen, quiénes sean o por quién voten. El futbol es un punto de encuentro que ha fabricado a su alrededor —de forma involuntaria— algo que me gusta llamar “el sueño mexicano”. Y es que siempre este deporte ha sido tan sintomático, tan metafórico con respecto a la realidad de un país que quiere, que aspira y que sueña con alcanzar la gloria. Un país que sueña con alzar la copa que los haga campeones mundiales de futbol; un país que sane las heridas de un pasado que tanto daño le hizo, aun así sea regresando a la herida original. Siempre el futbol —y la política— nos ha puesto en el “ya merito”. El sueño de creer que esta vez sí se podrá”.
Lo anterior lo escribí en mayo de 2014. Era “otro” México: en aquellos días, el oficialismo y la oposición discutían por el debate de las leyes secundarias de la reforma energética, la que se impulsó a partir del Pacto por México. El tema llegaría al Congreso en los mismos días en que la Selección Nacional jugaba en el Mundial que se realizó en Brasil. Sabemos qué ocurrió con aquella discusión, se anotó entonces como uno de los logros más relevantes de lo que iba del sexenio de Enrique Peña Nieto. Y el Tri, llegó a octavos de final, perdió ante Países Bajos. Cuatro años después, en Rusia, el equipo mexicano repitió la historia, hizo maletas luego de un cuarto partido ante Brasil. En ese momento, nuestro país vivía un momento democrático histórico, pero apenas un día después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, la Selección Nacional repitió por séptima vez consecutiva su actuación en justas mundialistas: no llegó al quinto partido.
Dos años después el futbol mexicano le dio a su afición, ésa que tanto lo sigue y celebra, una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio. Histórico. Con ese antecedente, la esperanza por Qatar tuvo un nuevo aliento.
Este 2022 se volvió a constatar: “México es un país futbolero. Eso lo sabemos todos y lo saben en todo el mundo (…) Y en esta pasión —así la viven muchos— no hay sesgos ni diferencias. Caben todos, no importa dónde vivan, a lo que se dediquen, quiénes sean o por quién voten…”. La esperanza muere al último, le gana a toda lógica y pronóstico basado en evidencia. Analistas deportivos explicaban previo al encuentro con Arabia Saudita sus argumentos del por qué esta selección no tenía posibilidades mientras portaban una playera o corbata verde, en apoyo a ese equipo que nunca decepciona en su intención de tenernos a todos de un mismo lado. Así de grande es el poder del futbol en nuestro país. Su participación en Qatar no la llevó a jugar un cuarto partido, lo que no sucedía desde 1978. Un retroceso dicen los expertos, una decepción: tanto apoyo y tan pocos pobres resultados. “Felicidades a la Selección, en particular por el juego de hoy que nos dio momentos de alegría y esperanza…”, escribió el presidente López Obrador en Twitter tras el resultado del que fue el juego de la descalificación. Y otra vez: conformarse sólo a alimentar la esperanza…