Por Víctor Beltri
No, no tenemos miedo
El Presidente dobló una apuesta inconcebible: es imposible demandar prudencia de quien no sólo es consciente, sino que está esperando las consecuencias de sus actos. El titular del Ejecutivo lleva cuatro años sembrando el odio —y la desconfianza— en contra de los periodistas que lo cuestionan: el último atentado no es nada más que la crónica de una cosecha anunciada.
No sabemos quién es el culpable, pero no es difícil encontrar un responsable. El responsable no es otro que quien ha dividido al país apostándole al rencor, el mismo que ha utilizado su tribuna —un día sí, y otro también— para azuzar a la población en contra de la prensa convencional en una vorágine que esta vez no fue fatal, pero que lo ha sido otras 47 veces en este sexenio. El Presidente no jaló el gatillo, pero ha engrasado el arma: quienes disparan contra cualquier ciudadano puedan confiar en la impunidad que —en los hechos— les ha conferido el primer mandatario.
Un mandatario que no merece el cariño que detenta. “Ustedes no sólo son buenos periodistas, son prudentes”, señaló desde 2019 a quienes cubren la fuente del Palacio Virreinal. Periodistas, sí, pero, sobre todo, ciudadanos comunes y corrientes que tan sólo cumplen con su trabajo. “Porque aquí les están viendo”, continuó, amenazante desde lo alto. “Y, si ustedes, se pasan… pues ya saben, ¿no? Lo que sucede… ¿no?”, preguntó. Lo que sucede lo sabemos ahora, mejor que nunca: lo que sucede es lo que ocurrió el jueves pasado.
El Presidente no sólo es responsable del atentado en contra de Ciro, sino también de todos y cada uno de los periodistas asesinados durante su sexenio; de las más de 130 mil víctimas de la violencia, y de los cientos de miles de fallecimientos producto del manejo politizado de la pandemia. El mandatario prometió hasta el cansancio, pero gobierna, con sus cómplices, como si la historia nacional fuera a terminar con ellos: como si no hubieran cometido los errores más graves de la historia moderna de nuestro país; como si su productor de telenovelas pudiera seguir jugando al Fouché tropical por siempre, y controlar la narrativa también en el futuro. Como si las tropelías y excesos de hoy no estuvieran quedando registradas, por los cuatro costados, para la posteridad.
El Presidente ha doblado la apuesta, al tiempo que lanza un desafío a quienes tenemos el privilegio de la opinión pública. El ataque a uno de los nuestros no puede sino refrendar nuestro compromiso con la verdad, así como el papel de los periodistas como últimos guardianes de la ciudadanía ante la demolición de las instituciones que entre todos hemos construido. La prensa es el último bastión: el país está en riesgo, y no puede haber nada más mezquino —ni más rastrero— que los comunicadores serviles que deciden mirar hacia otro lado, y seguir negando la terrible realidad que estamos viviendo, tan sólo por quedar bien con un líder mediocre.
La prensa jamás cederá ante el opresor: antes bien, deberá endurecerse. En este sentido, seguiremos revelando la verdad —y protegiéndola— aunque nuestro trabajo incomode al déspota en funciones. Aunque nos ponga en riesgo. La prensa es la voz de la gente, y ha llegado el momento de demostrar, en los hechos, por qué se nos considera el Cuarto Poder en cada gobierno: los periodistas tenemos claro nuestro compromiso, pero, sobre todo, no tenemos miedo en seguir defendiendo la verdad. Ningún miedo, en absoluto: escuchamos sus amenazas, pero seguiremos aquí, con evidencias.
Jamás nos someteremos a sus mordazas. Sin caer en provocaciones, seguiremos cuestionando; seguiremos informando: seguiremos opinando, seguiremos siendo los incómodos que defienden la verdad como valor supremo. Aunque el reyezuelo exija pleitesía, aunque pretenda silenciarnos desde su propia mediocridad: aunque nos amenace; aunque tenga todo el poder, los recursos y los medios.
Aceptamos la apuesta del Presidente, y seguiremos en lo nuestro, informando: de lo que pase, en el futuro, sabremos responder. Tengan por seguro que, al día siguiente, publicaremos la nota: aquí estamos, y no tenemos miedo. Para miedos, los de ustedes…