Por Yuriria Sierra
PosCLAN
Y los presidentes regresaron a su cotidianidad. En Estados Unidos, a Joe Biden le esperaba la polémica por los documentos hallados en las que fueran sus oficinas mientras fungió como vicepresidente en la era Obama. Justin Trudeau siguió con su agenda, ayer ésta lo llevó a cerrar un trato comercial con Japón. Y en México, de inicio, las mañaneras y la dinámica del Presidente se reanudaron. Este jueves, Andrés Manuel López Obrador definió así el encuentro con sus pares: “Fue una reunión muy productiva y fraterna, en el marco de la política de la buena vecindad. Entonces, hay elementos muy favorables, nuestra economía está muy estable, entre otras cosas por esa buena relación…”. Quien se tomó más tiempo y detalló fue el canciller: “La cumbre y las reuniones bilaterales han sido un éxito para México y para Norteamérica. Apenas hace unos años que empezó el gobierno estaba el juicio si Norteamérica tenía un futuro común. La tesis de que el camino es fortalecer Norteamérica, no sólo con el tratado, sino con el entendimiento, las iniciativas en conjunto, han rendido frutos…”, expresó Marcelo Ebrard.
Y es que durante los tres días, también en las horas previas y en las que siguieron, nos quedó claro que el encuentro fue un compromiso bien cumplido que, desde luego, dejó muchísimo para el análisis, pero, en realidad y en lo inmediato, demostró la fuerza de esta administración en temas de política exterior. Francamente, no hay nada que reprochar a la organización, incluso fueron gestos significativos que ambos presidentes aceptaran aterrizar en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, porque pudieron decir que no a la solicitud hecha desde Palacio Nacional. Y esto fue apenas un ejemplo del poder de negociación de la comitiva mexicana encargada de atender esta cumbre.
Además, tanto en los encuentros como los eventos protocolarios registrados frente a la prensa, no hubo momento alguno que mostrara desorden, ni siquiera ese encuentro con medios de comunicación en que a los invitados les faltó tiempo para responder a las preguntas de los reporteros y el Presidente de México se extendió como si estuviera en su mañanera. La agenda siguió tal como fue planeada y no hubo momentos incómodos ni de tensión, ni siquiera cuando los presidentes o sus comitivas tomaron la voz, ni en la bilateral con Canadá, donde ya teníamos una advertencia del primer ministro por lo declarado en una entrevista televisiva días antes de su llegada en nuestro país.
La X Cumbre de Líderes de América del Norte fue un éxito si la medimos en términos de la organización y el efecto inmediato que generó. Éstas no son reuniones en las que se improvisan acuerdos, más bien son encuentros en los que se pone de manifiesto la disposición y el interés por retroalimentar y mantener sana una relación tan importante para cada país: “Hubo un gran espacio para que los líderes conversaran, para que las delegaciones también hablaran. Yo creo que se refleja en los acuerdos a los que llegamos en materia económica, en materia migratoria, en materia de cambio climático, de pueblos originarios (…) Eso es lo que hay entre los tres países: hay una visión común, hay una visión de futuro, hay una visión que hemos ido actualizando…”, me precisó Roberto Velasco en entrevista en el último día de esta cumbre. Y lo que vimos, dice mucho de lo que se habrá hablado en los momentos en que sólo los presidentes estuvieron presentes. Se sobreentiende así el momento que vive la relación trilateral y eso definitivamente no habría sido posible sin el arduo trabajo realizado desde la SRE con Marcelo Ebrard al frente y con un equipo incansable comandado por Roberto Velasco al frente de la Unidad para América del Norte. México se demostró como buen anfitrión y con capacidad para negociar, incluso durante los momentos más tensos entre nuestros tres países. Porque hay quienes sí entienden que esta vecindad viene de antes y va mucho más allá de las agendas meramente sexenales.