Por Yuriria Sierra
¿Prohibido prohibir?
Desde el domingo, México es territorio libre de humo de cigarro. Y no sólo del humo, también de la imagen de este producto en cualquier lugar concurrido, público o privado.
“Prohibido prohibir” ha sido una frase utilizada por Andrés Manuel López Obrador en varios momentos de su gobierno y por varias causas. Y ésta, como su máxima expresión sobre el entendimiento que tiene de las libertades, porque hasta evitó hacer obligatorio el uso de cubrebocas en los momentos más álgidos de la pandemia. Sin embargo, es justo “prohibido prohibir” una expresión que resume como pocas la hipocresía con la que se configuran leyes y reglamentos.
Lo sabrá ya: desde el domingo pasado todo México es territorio libre de humo de cigarro. Y no sólo del humo, también de la imagen de este producto en cualquier lugar concurrido, público o privado.
“El artículo 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos consagra el derecho humano de toda persona a la protección de la salud y a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar, y establece que en todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez…”, dice lo publicado en el Diario Oficial de la Federación para marcar la entrada en vigor de la Ley General de Control de Tabaco impulsada por la Secretaría de Salud. “Prohibido prohibir”, sentencia el Presidente cada que puede, pero en esta ocasión han eliminado del espectro cotidiano no sólo un hábito que apela, en lo absoluto, al libre albedrío y desarrollo de la personalidad; también han acorralado a un negocio lícito que desde el domingo debe operar en una extraña sombra. Su venta será legal, nada más que no se vea.
Nada de cigarros en la vía pública o espacios con tránsito de personas. Los restaurantes, establecimientos que hace unos años debieron adecuar terrazas, tuvieron que suprimir esos metros cuadrados de sus clientes fumadores. Las tiendas de abarrotes y conveniencia, tendrán que ocultar esos productos y comercializarlos sólo a través de una lista. Un mercado legal, operando casi en la ilegalidad, en lo oscuro, donde no incomoden. Dicen las autoridades, que todo es en beneficio de la salud de los más jóvenes. Aunque históricamente el prohibicionismo jamás ha dado resultado cuando se busca evitar alguna acción.
Y bajo esta idea es que la Cuarta Transformación prometió en 2018 un debate riguroso sobre la legalización de la mariguana. Ahora entendemos por qué el tema es asunto congelado: han colocado a la industria del tabaco en terreno ambiguo. Tal como lo hicieron previamente con la publicidad de la “comida chatarra”. ¿Cuál será la afectación a nivel económico de una medida como ésta? Desde nivel macro hasta los mini emprendimientos que ya no podrán comercializar cigarros ni en el puesto de periódicos ni en las playas. La cosa está en ver qué tanto incide esto en el hábito de la población, ¿los fumadores dejarán de serlo porque ya no los exhiben en el Oxxo? O una mejor pregunta: ¿Los servicios de salud mejorarán a partir de una ley prohibicionista? Porque si ésa es la base para ponerla en marcha, imaginamos que el gobierno tiene planeada una ruta detallada de cómo escalarán los servicios de médicos gracias a estos nuevos lineamientos. De lo contrario, queda como una medida casi punitiva (o para habilitar la corrupción vía las mordidas) que no resuelve absolutamente nada, pero que condena, nuevamente, a varios sectores productivos que sí generan crecimiento económico y empleos en el país.
