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Por fuera: las alabanzas a Dios, la esperanza, la promesa de una recuperación con terapias y el poder de la oración. Por dentro: los horrores màs inimaginables en un recinto que se presenta como un centro femenil de rehabilitación contra las drogas, manejado por quien se hace pasar como Pastor evangélico.
El Centro de Rehabilitación Femenil, Fe, Esperanza y Amor, es el lugar donde se invoca la presencia de Dios, “pero al cruzar la puerta se vuelve un infierno”; ex internas rompen el silencio y exponen los tratos a los que fueron sometidas durante su periodo de rehabilitación.
Abusos sexuales, tráfico de drogas, trata de blancas, crueles maltratos físicos y psicológicos, es a lo que son sometidas mujeres internadas en el Centro de Rehabilitación, el cual es dirigido por el supuesto Pastor Valentín “B”.
En una investigación de LA PRENSA DE COAHUILA, se obtuvieron testimonios de mujeres víctimas de los delitos anteriormente mencionados, en que expusieron los tratos inhumanos que recibieron.
El lugar está ubicado sobre la calle Viesca, número 2409 de la colonia Oscar Flores Tapia, aledaño al sitio se sitúan pocos domicilios habitados y es escaso el transitar de vehículos y personas por la calle, lo que evita tener más testigos de los aberrantes hechos que ahí se registran.
Los nombres de testimonios de las mujeres quienes vivieron ese infierno durante su periodo de rehabilitación, se mantiene en anonimato por su protección y seguridad, ante lo delicado del tema.
Las víctimas expusieron que, en el interior del Centro de Rehabilitación y Templo evangélico, hay armas y drogas, las cuales son exportadas a la capital del Estado y las internas son utilizadas como “mulas”, para el tráfico.
Las mujeres viven amenazadas e intimidadas, por Valentín Bustos, quien se encarga de recaudar fotografías de las familias e información de la rutina diaria de ellos, para luego exigirles guardar silencio ante los delitos que se registran, de lo contrario atentara contra la familia.
“El mismo pastor les daba la droga a sus incondicionales, mota y cristal, era lo que se consumía en su oficina, las armas él las tiene bien guardadas, pero si las sacan a relucir entre ellos”, lo relató en su testimonio una de las víctimas.
ORDENA GOLPIZAS A OTRAS INTERNAS
Alondra, Fernanda y Jaqueline, son las mujeres en rehabilitación quienes tienen el control de las internas y obedecen las órdenes del “Pastor”, quien les da la orden de agredir a sus compañeras.
Como si lo anterior fuera poco, las victimas relataron que durante las noches las obligan a dormir en ropa interior y por la madrugada hay ocasiones que las levantan, les dan la indicación de ponerse de pie, mirando hacia la pared y son exhibidas a hombres quienes van en busca de placer sexual.
“Cuando eso pasaba, escuchábamos que cuando ellos escogían a una de nosotras, el pastor les decía; son mil quinientos pesos, o es tanto, dependiendo de a quien se llevaran, pero casi siempre escogían a las más jovencitas”.
Revelaron las victimas que, en el sitio además del pastor, hay tres hombres más, entre los cuales esta su hijo y los guardias a quien identifica uno de ellos como Manuel, este último también abusó sexualmente de las mujeres.
“El pastor está loco, es un enfermo sexual, el siempre veía todo por las cámaras y nunca hacía nada para evitarlo, no hay privacidad de nada hasta en los baños están las cámaras, según él dice que están apagadas, pero es algo que no creemos”, señaló una de las víctimas.
EL DIA A DÌA EN EL ANEXO
Otra de las ex internas, expuso que la rutina diaria en el interior de Centro de Rehabilitación, inicia desde las 5 de la mañana con pesados ejercicios por una hora, a las 6 de la mañana les instruyen realizar la limpieza general del lugar y hasta el mediodía es la hora de comida.
Manifestó que, la alimentación es solamente dos veces al día y la comida consiste en sopas y tacos de frijoles, pero para las fotografías que enviaba a los familiares de ellas, ponen sobre la mesa platillos dignos que posteriormente son retirados y sólo consumidos por el pastor y sus cercanos.
Señaló que, son sometidas a fuertes castigos si durante su jornada realizan una mala acción o desobedecen una orden. “Nos dejan de pie volteando hacia la pared hasta por dos semanas, sin darnos alimento y no les importa si hacen sus necesidades o si hay quien esté en su periodo de menstruación”, relató la testigo.
Dieron a conocer que hay alrededor de cuatro menores de edad internadas y son ellas también victimas de maltratos psicológicos y físicos, por parte de las mismas internas allegadas al pastor.
“Lo que vives en un anexo, se queda en el anexo, entendieron niñas”, esta es una de las frases que Valentín “B”, les reitera a las internas, con tono amenazante.
Resaltaron las ex internas que, el único momento de adoración e invocación a Dios, es cuando el encargado lo indica para hacer transmisiones en la página de Facebook y es la esposa de él quien habla de la palabra de Dios a las mujeres.
“La Pastora es muy noble, ella también es víctima de sus amenazas, le habla muy feo frente a todas, cuando ella quiere leernos la biblia, él le dice que para qué, si somos unas cricosas, marihuanas”.
Y ENCIMA LES COBRAN
Las humillaciones y maltratos psicológicos, es lo menos grave que ellas enfrentaron durante su etapa de rehabilitación, la cual era costeada con gran sacrificio por sus familiares, quienes semanalmente cubrían una cuota de mil doscientos pesos.
Informaron que, este recurso económico era solicitado para cubrir los gastos de atención médica y psicológica, beneficios que nunca se tuvieron, debido a que la especialista en psicología, renunció al darse por enterada del indignante trato que les daban a las internas.
Expusieron que, un hombre quien se presentó como médico era quien les hacía los exámenes de Papanicolaou hasta tres veces al mes, por órdenes del pastor, quien siempre les echó en cara, que tenían una enfermedad de transmisión sexual.
Todo lo anteriormente relatado, impuso a que una menor de edad escapara en la primera oportunidad que tuvo de salir al patio del anexo, pero desafortunadamente las internas fueron agredidas fiscalmente acusándolas de ser cómplices.
Las agresiones físicas eran constantes castigos que aplicaban a quienes hacía algo que no les pareciera correcto a las líderes y los golpes eran fuertes al grado de llegar hacer sangrar a las víctimas.