Por Pablo Hiriart
El plan de AMLO, Fernández y Díaz-Canel
La estrategia para combatir la inflación a la que convocó López Obrador a sus colegas de Cuba, Argentina, Brasil y Colombia, bien podría llamarse ‘el plan de los conversos’
Toda la vida aferrados a dogmas socialistas y de pronto descubrieron que el bueno no era Carlos Marx sino Adam Smith.
Lástima que haya sido demasiado tarde.
La estrategia para combatir la inflación a la que convocó el presidente López Obrador a sus colegas de Cuba, Argentina, Brasil y Colombia, bien podría llamarse “el plan de los conversos”.
El plan de AMLO, expuesto a sus colegas el pasado jueves 2 de marzo, consiste en “fomentar intercambios comerciales y eliminar los aranceles para combatir la carestía y disminuir los precios de bienes esenciales” como los alimentos (El País 2-3-23).
Haberlo dicho antes.
Estos personajes, hoy presidentes, combatieron el libre comercio durante casi toda su carrera, promovieron el autoconsumo para “proteger a los campesinos” y a “la industria”, entre otros dogmas antieconómicos.
Fronteras cerradas a los productos extranjeros hicieron florecer el contrabando, la ineficiencia, la escasez y la carestía.
A eso le llamaban ser revolucionarios.
Trataron de vendepatrias a los gobiernos de la región que comenzaron a abrir las fronteras al comercio.
En México hubo alarma cuando el presidente De la Madrid planteó el ingreso del país al GATT.
La paranoia llegó a las movilizaciones callejeras cuando el presidente Salinas abrió las negociaciones con Estados Unidos y Canadá para crear una amplia zona de libre comercio bajo el tratado conocido como NAFTA o TLCAN.
Eso era vender a la patria. Entregarnos a Estados Unidos, sacrificar la industria nacional en beneficio del imperio. México sería una colonia del país de las barras y las estrellas.
Su lucha, en México, era llegar al poder para rescatar la soberanía.
El camino correcto era el de Cuba: Estado propietario que producía comida para todos (sin decir que era subsidiada por Rusia).
O en todo caso, el que había trazado el general Juan Domingo Perón: “Cada argentino debe producir, al menos, lo que consume”.
Ya en el poder, esos presidentes han sido un rotundo fracaso. Hoy Argentina, con gobierno peronista, tiene 102 por ciento de inflación anual.
Cuba, 125 por ciento de inflación, si es que damos por válidas las estadísticas de ese país.
En México estamos en el borde del 10 por ciento anual de inflación, y ésta no se ha disparado gracias a otra medida que en su momento (abril de 1994) tomó un gobierno al que satanizan de “neoliberal”: la autonomía del Banco de México.
Ha sido el Banco de México el que, en ejercicio de su autonomía, ha ajustado tasas de interés, no imprime billetes para crear bonanzas artificiales y, muy importante, no ha cedido a la pretensión del gobierno de entregarle los remanentes y reservas para gastos estrafalarios como el Tren Maya.
Después de haber combatido el libre comercio, AMLO propone al cubano y al argentino que sería buena idea bajar aranceles o de plano quitarlos, para comerciar.
Desde su tumba, uno de los padres del liberalismo económico, Adam Smith, debe observar con una sonrisa irónica esta conversión de los estatistas radicales.
En La riqueza de las naciones, Adam Smith plantea algo así como que cada país se aboque a producir aquello que le resulte más accesible y menos costoso para así comerciar con el exterior y todos salgan beneficiados.
Su libro lo escribió en el siglo 18, antes incluso de la Revolución francesa, y nuestros presidentes le comienzan a dar la razón apenas ahora, ya avanzado el siglo 21.
Tal vez cuando AMLO y Díaz-Canel cumplan 120 años de edad conversen, aquí o en el más allá, y sugieran abrir el sector energético a la iniciativa privada para aliviar la bancarrota de sus respectivos países.
Pero no seamos tan optimistas con este plan.
Va a pasar lo mismo que con la vacuna Patria en México.
Y lo que ocurrió con la vacuna contra el Covid que iban a coproducir México y Argentina para vacunar a toda América Latina.
Es decir, nada.
Contra la ineptitud no hay defensa. Están negados para gobernar. Lo suyo es destruir.