– PINTURAS RUPESTRES & TUMBA VIDAURRI – Parte 2
Por: Willem Veltman
La semana pasada, en Parte 1, relatamos las generalidades de La Mesa de Catujanes, y cómo la hacienda encima de La Mesa había llegado a ser propiedad de la familia del gobernador Santiago Vidaurri. Y se platicó del grupo de aficionados Monclovenses que en 20 abril 2002 visitó la Mesa, con el fin de conocer la hacienda de los Milmo Vidaurri, la tumba de don Santiago Vidaurri, y las pinturas rupestres dejados ahí por los indios Catujanes.
~ continuación de Parte 1 ~
Después de descargar hieleras, tiendas de campaña, y sleeping bags en la hacienda, el grupo se dirigió hacía el extremo sur de la meseta, un risco a medio kilómetro al oeste del inicio de la pista de aterrizaje, y desde el cual se alcanza observar el pueblo de Candela en la distancia. En este risco, agarrándonos de raíces y protrusiones de roca, tuvimos que bajar unos pocos metros para poder llegar a un abrigo, de aprox. 30 mts. de ancho en el costado de la meseta, con una profundidad de 6-7 mts, creando así un espacio “techado” con mucha sombra, donde los indios Catujanes llenaron la pared con sus pinturas rupestres, de colores negro, rojo oxido y café. La calidad de las pinturas se ha mantenida en excelentes condiciones, gracias a la protección del techo del mismo abrigo. Era un lugar mágico, y ahí pasamos más de una hora, contemplando las imágenes, tomándolas fotos, y disfrutando la vista de ahí hacia el valle al sur, con el pueblo de Candela en la distancia.
Salimos del abrigo, trepamos los 5-6 metros hacia el risco, y emprendimos la caminata de media hora de regreso a la hacienda. La familia Milmo Hickman nos había dado permiso entrar al interior de la hacienda, y visitar la sala de estar y las habitaciones, todo bajo la vigilancia del jefe de vaqueros Chuy; el mobiliario se encuentra en estado original, con sus camas antiguas, y la cocina con sus utensilios antiguos, lista para encender la leña en las estufas.
Dato curioso: en la hacienda durante la visita del año anterior, en 2001, los vaqueros contaban todavía con el uso de dos camionetas JEEP, modelo 1970 aproximadamente. Uno se pone a pensar: considerando lo complicado del acceso a La Mesa, ¿cómo llegaron estas camionetas ahí arriba? ¡Los vaqueros nos explicaron que recién compradas las camionetas 30 años antes, las desensamblaron, subieron las piezas en burro hasta la cima de La Mesa, y volvieron a armarlas! En esta visita del 2002 lamentablemente ninguna de las camionetas estaba funcionando, y no pudimos aprovecharlas para recorrer el camino de 13 km. hacia el torreón “Alamito” en la parte noroccidental de La Mesa. Este torreón había sido construido en su momento por los españoles para vigilar el lado norte de La Mesa contra invasiones de los indios.
En el patio de la hacienda hicimos campamento, con carne asada, y nos preparamos para un descanso bien merecido.
Al día siguiente recorrimos los terrenos hacia el norte de la hacienda, donde a medio kilómetro de distancia la Cañada el Zorillo en tiempos de lluvia crea una cascada muy bonita, de una altura de 20 mts aprox. A causa de la falta de lluvias en meses pasados, nos tocó ver solamente un charco grande, con agua verdoso.
Antes de iniciar el descenso de La Mesa y el regreso a Monclova, nos dieron permiso de entrar a la capilla donde se guardan los restos de don José Santiago Vidaurri y Valdés, gobernador de Nuevo León en 1855 – 1856, luego gobernador de Nuevo León y Coahuila en 1857-1859, y fusilado en 1867 por órdenes del general Porfirio Díaz. También descansan ahí los restos de su señora esposa Juana María Vidaurri, fallecida 2 años antes de don Santiago.
En retrospección, esto fue una excursión que generó mucho impacto en los miembros del grupo, por la relevancia histórica del lugar y los personajes que descansan ahi. Ya pasaron 20 años, y es tiempo volver a explorar la mesa, incluyendo el torreón “Alamito”.
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Contribución de: Willem Veltman, en colaboración con socios Arqueosaurios ~ Arnoldo Bermea Balderas, Francisco Rocha Garza, Juan Latapí Ortega, Luis Alfonso Valdés Blackaller, Oscar Valdés Martin del Campo & Ramón Williamson Bosque.
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