Vianey Esquinca
Prisa por destruir a México
En la madrugada de este sábado, los senadores de Morena y sus aliados consumaron lo que previamente habían iniciado los diputados de ese partido: la aprobación de 20 leyes en tiempo récord.
De acuerdo con la crónica de Leticia Robles de la Rosa en Excélsior. en tan sólo 152 minutos, el bloque oficialista logró reformas como la desaparición del Insabi, la autorización de la nueva línea aérea del Estado, la reducción de la edad mínima para ser diputado y secretario de Estado, el cambio a las reglas mineras, el permiso para que la Sedena opere indefinidamente el Tren Maya y los 15 años de cárcel para quien trafique con fentanilo. El tiempo promedio de aprobación fue de 13.8 minutos por cada reforma. Sin análisis, discusión o debate, sin pasar a comisiones y dispensando todos los trámites. A los legisladores les ganó la prisa por seguir destruyendo al país.
La oposición, que había tomado previamente la tribuna, no pudo detenerlos. La única que hizo un último intento por parar la sesión encadenándose en el escaño de la presidencia de la Mesa Directiva en la sede alternativa que instalaron de Xicoténcatl 9 fue Xóchitl Gálvez.
¿Qué tristes lecciones dejó esta jornada negra en el Poder Legislativo? Que cuando la perra es brava, hasta a los de la casa muerte. Eso lo sabe uno de los grandes perdedores de todo este proceso: el senador Ricardo Monreal, quien es ya un coordinador de chocolate u honorario. Como a Mandibulín, el personaje de la serie animada de los 70, nadie lo respeta. Primero había dicho que el Senado revisaría con responsabilidad las reformas que le enviara la Cámara de Diputados y que no se aplicaría fast track, sino que todas ellas serán turnadas a las comisiones correspondientes. Enterró la dignidad y autonomía del Senado.
Luego se había comprometido con la oposición a que sacarían un comisionado del Inai antes que terminara el periodo ordinario de sesiones. Su bancada le dio la espalda y finalmente tuvo que alinearse con los deseos del presidente Andrés Manuel López Obrador, junto con el resto de los senadores. Enterró la dignidad y autonomía del Senado.
Otro aprendizaje es que el PRI no ha muerto, sólo se cambió su color de tricolor a guinda. No son iguales, son peores. Morena está aplicando las mismas prácticas que Revolucionario Institucional tuvo durante décadas, usando su mayoría para aplastar a la oposición, teniendo a sus legisladores como meros títeres a los que se les da la instrucción de aprobar algo y lo hacen sin, ni siquiera, haber leído las iniciativas.
Una lección clara es que López Obrador es el único que manda en su partido, quien gira órdenes y da instrucciones. No hay nadie que lo detenga, ni tampoco que lo encare, por más ridículas o peligrosas que sean sus iniciativas. Previo a la sesión maratónica, los morenistas fueron a rendirle pleitesía, a entregarle el alma y también el país en charola de plata.
Por supuesto, quedó claro que, siguiendo el ejemplo del inquilino de Palacio Nacional, los diputados y senadores de Morena también aplican la de “no me salgan con que la ley es la ley”. No siguieron el mínimo procedimiento legislativo. Se les que quemaban las habas por cumplirle al Presidente.
La buena noticia es que esto no acaba hasta que se acaba. El desaseo con el que actuaron los legisladores morenistas y sus rémoras les da oportunidad a los partidos de oposición y organizaciones a acudir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para pedir invalidez en las leyes por los vicios en el procedimiento de aprobación. La esperanza continuará mientras no le lleguen los casos a la ministra Loretta Ortiz, a la plagiaria Yasmín Esquivel o al incondicional del Presidente, Arturo Zaldívar.